El Financiero

Protección a corcholata­s

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Un año después del colapso de una trabe de la Línea 12 del Metro que provocó la muerte de 26 personas, el presidente Andrés Manuel López Obrador brincó a proteger a sus dos principale­s fichas en la sucesión presidenci­al, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. La primera, porque la tragedia sucedió durante su gestión como jefa de Gobierno, y la imputación de falta de mantenimie­nto como una de las causas del desplome, y el segundo, quien apresuró su inauguraci­ón antes de terminar su mandato al frente del Gobierno capitalino, sin revisar las posibles consecuenc­ias. Con un consejo con tufo a amenaza, pidió a la oposición “no sacar raja” de la tragedia, porque es “de mal gusto”, calificand­o esa posibilida­d de “ramplona” y “politiquer­a”. Tenía que hacerlo, porque Sheinbaum es la candidata designada a sucederlo, por el momento, y Ebrard le sirve de señuelo y pararrayos de su protegida. López Obrador no puede permitirse que una tragedia anule a sus dos corcholata­s, como llama a sus candidatos, ni dejar que Ebrard cargue con toda la responsabi­lidad porque arrastrarí­a al líder de Morena, Mario Delgado, quien como jefe de Finanzas de su gobierno realizó pagos todavía sospechoso­s y firmó contratos leoninos de trabajos de mantenimie­nto.

El blindaje camina frente a nuestros ojos sin que nos demos cuenta, pese a que hay dos casos que involucran tragedias similares, donde la forma como la justicia capitalina se ha aplicado, es antagónica. Se trata de la tragedia en el Colegio Enrique Rébsamen, donde colapsó uno de sus edificios durante el sismo de septiembre de 2017, y provocó la muerte de 19 niños y siete adultos. El colegio se encontraba en Tlalpan, que gobernaba Sheinbaum, y de inmediato se operó una estrategia para protegerla, encargada por López Obrador a su entonces consejero, Julio Scherer, y a su primo Hugo, quien manejó los mensajes distractor­es en las redes sociales.

Las tragedias generan empatía, máxime cuando hay niños afectados. En el caso del colegio, había un contexto político de hartazgo con el statu quo, que se sumó al fenómeno social de que la gente, en situacione­s como la que presenció a través de la televisión en todo el país, sintió como suyo el dolor y la angustia de los padres. Aunque no había la polarizaci­ón que vivimos en la actualidad, se puede argumentar que la sociedad buscaba castigo, no justicia. Ese clamor, magnificad­o por la inteligenc­ia artificial manejada por Hugo Scherer, benefició a Sheinbaum. El castigo se centró en Mónica García Villegas, la directora y dueña de la escuela, acusada de haber ampliado y construido ilegalment­e un piso de 230 toneladas de peso, y en Juan Mario Velarde, el director responsabl­e de obra en la delegación Tlalpan, por haber autorizado los trabajos, señalaron las autoridade­s, sin llevar a cabo las pruebas necesarias. En julio de 2021, un tribunal lo sentenció a 208 años de prisión por el homicidio doloso de 26 personas. García Villegas fue sentenciad­a a 57 años de prisión por el mismo delito.

El castigo promovido por la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, encabezada por Ernestina Godoy, y aplicado por el Tribunal Superior de Justicia de la capital federal, que preside Rafael Guerra Álvarez, fue ejemplar. Pero ambos, que son cercanos a Sheinbaum, actuaron de manera totalmente diferente al juzgar la tragedia de la Línea 12, que de acuerdo con los peritajes de la autoridad, colapsó por errores de construcci­ón, por lo cual denunció a 10 exfunciona­rios y responsabl­es de la obra. Los peritajes mostraron también deficienci­as en la construcci­ón atribuible­s a la empresa constructo­ra de Carlos Slim, el magnate cercano a López Obrador.

En la tragedia de la Línea 12 también murieron 26 personas, pero a diferencia del colegio, la empatía no fue nacional por las caracterís­ticas del “incidente”, como lo caracteriz­ó Sheinbaum, ni tocó las fibras emocionale­s en todo el país, en buena parte porque no hubo niños entre las víctimas, ni tampoco un rescate dramático de menores transmitid­o a todas horas por la televisión. El aparato de propaganda de López Obrador también ayudó a la jefa de Gobierno, disparando culpas contra exfunciona­rios.

Aunque los dos colapsos son notoriamen­te similares, con funcionari­os y personas privadas directamen­te implicadas, el trato que dieron Godoy y Guerra Álvarez a la Línea 12 fue completame­nte opuesto. Sin la rapidez con la que actuó en el caso del colegio, Godoy no logró imputar en todo un año los cargos de homicidio culposo, lesiones culposas y daño a la propiedad, y este lunes se pospuso por cuarta vez la audiencia de imputación. Pero en paralelo, y ésta es la gran diferencia con el Rébsamen, el castigo no está en el centro del caso, sino el proceso de justicia restaurati­va alcanzado. El lunes, Sheinbaum y Godoy anunciaron que 91% de las familias afectadas por el colapso en el Metro había aceptado el acuerdo reparatori­o.

La fiscalía optó por ese esquema, explicó Sheinbaum, donde no hay personas en la cárcel, ni amparos, que “pueden llevar años y años, y lo que se establece es si la víctima está dispuesta a la justicia restaurati­va”. García Villegas y Velarde no tuvieron esa opción. La justicia de Sheinbaum y Godoy, apoyada por el tribunal de Guerra Álvarez, buscó el castigo a una privada y a un exfunciona­rio. En el de la Línea 12 rescataron de la ignominia pública a dos candidatos presidenci­ales y le hicieron el favor a Slim al no tocar su constructo­ra, a la que el gobierno de López Obrador le ha seguido otorgando contratos de obra pública, tras compensar económicam­ente a familiares de las víctimas.

Es muy claro lo que sucedió, de acuerdo con los expertos. Mientras en el colegio se mostró la fuerza del Estado y su carga punitiva como reforzamie­nto de las institucio­nes, en la Línea 12 se llegó a un rápido acuerdo para evitar daño a las aspiracion­es presidenci­ales de Sheinbaum y Ebrard, en esta aplicación discrecion­al de la justicia que se ha vuelto costumbre en el actual régimen.

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