El Financiero

Secretaria Albores: gobierno sin autoridad

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Si creen que les asiste la razón, ¿por qué no dialogar? Si tan seguros están de sus números y argumentos ambientale­s, ¿por qué descalific­ar a quienes básicament­e piden cuidar cenotes, cuevas, ríos submarinos y árboles, a quienes sólo demandan que se cumpla la ley?

La secretaria María Luisa Albores, titular de Medio Ambiente de López Obrador, estuvo en la mañanera del lunes. Fue parte de los funcionari­os que el Presidente puso a hablar sobre las bondades del Tren Maya. Pero ella profirió, también, innecesari­as y muy reveladora­s descalific­aciones.

Que el Presidente es una fuente inagotable de epítetos es un lugar común hoy en México. De él ya nadie puede esperar que se abra a dialogar, o que escuche a los que piensan distinto; y mucho menos se espera del tabasqueño que busque la negociació­n o que atienda comentario­s a sus iniciativa­s o proyectos. Descalific­ar es lo suyo y, en mala hora, ha contagiado a colaborado­res como Albores.

Ella es la respuesta viviente a quien, medio extraviado luego de todo lo que hemos visto en el sexenio, todavía se pregunte si acaso queda algún funcionari­o en el entorno presidenci­al que aconseje al mandatario de que hay peticiones atendibles, de que no todo asunto merece ser utilizado para la confrontac­ión.

El cambio de trazo del Tren Maya de Cancún a Tulum ha provocado la alerta de ambientali­stas de larga experienci­a y de ciudadanos dedicados a todo tipo de actividade­s, públicas o privadas, entre ellos gente de la actuación.

El riesgo de poner sobre terreno kárstico al tren sin hacer los estudios debidos, y la prisa por ejecutar una obra incluso antes de tener la manifestac­ión de impacto ambiental de la misma, como se reconoció en esa misma mañanera, han sido

Los gobernados no hacen ruido ni se rasgan nada. Sólo piden diálogo. Eso se llama democracia

cuestionad­os de manera pacífica. Eso, y la deforestac­ión que implica la nueva ruta.

Frente a tales cuestionam­ientos el Presidente ha recurrido a denostar a quienes participar­on en un video de protesta –Eugenio Derbez, entre otros–, y rechazó la petición del diálogo que le plantearon. Mala cosa, pero –insisto– eso ya no sorprende de AMLO.

El tema ha escalado a un punto de confrontac­ión innecesari­a. Estamos ante una versión parecida a aquello de que el Congreso de la Unión no le puede cambiar ni una coma a las iniciativa­s del Presidente: cerrazón total. Andrés Manuel debería saber que también puede ganar sin pelear, bastaría con nombrar una delegación gubernamen­tal para dialogar con ambientali­stas, comunidade­s e interesado­s sobre dudas de los tramos 5, 6 y 7 (estos dos últimos a cargo del Ejército y que bordearán reservas naturales). No sería la primera vez que hubiera diálogo.

Pero el Presidente tiene prisa, por eso hizo desfilar el lunes en Palacio a varios colaborado­res. Y lamentable­mente atestiguam­os que la cultura de alergia al diálogo ha contagiado a gente como Albores. La secretaria de Medio Ambiente presumió ese día que han plantado 143 millones de árboles a lo largo de la ruta del Tren Maya, pero que en el pedacito “de Playa del Carmen y Tulum, este pedacito nada más, es donde nos han hecho mucho, mucho ruido”.

Eso dijo Albores, y al presumir las iniciativa­s gubernamen­tales de conservaci­ón reclamó que de eso no hablan quienes “se están desgarrand­o las vestiduras”.

No, secretaria, sus gobernados no hacen ruido ni se rasgan nada. Sólo piden diálogo. Eso se llama democracia.

¿Qué clase de gobierno es éste? ¿Qué autoridad es ésta que no atiende preocupaci­ones por un intempesti­vo cambio de ruta y por la falta de estudios y permisos del Tren Maya?

Es un gobierno que pierde autoridad a pasos agigantado­s.

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