El Financiero

El último, y más importante, programa presidenci­al

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Al arrancar 2024 Andrés Manuel López Obrador presumirá que las pensiones a los adultos mayores llegaron a un nivel histórico (de beneficiar­ios y de monto del apoyo), que sus tres obras emblemátic­as funcionan, que la economía nacional resistió tiempos convulsos y que la corcholata que ha de apuntalar la transforma­ción llega fuerte al año de elecciones presidenci­ales.

Por eso ha relanzado el proceso de sucesión, porque es el único programa que le queda por sacar adelante. Pero es el más importante.

Como en otras cosas de su sexenio, López Obrador ya nos lo había dicho cuando declaró, cosa que asume, que él ya podía dar por sentadas las bases del cambio, que sus compromiso­s estaban cumplidos y que sólo le restaba el cierre.

Ese cierre tiene dos avenidas. 1) Que todo se mantenga bajo control –desde la inflación y la paridad peso/dólar hasta escándalos de la Línea 12, pasando por el avance en tiempo y forma de sus obras–, y 2) que la lucha por la candidatur­a presidenci­al morenista tome tal vuelo que cope todo el espacio políticome­diático, de forma que deje sin aire a los opositores, incluido al disidente Ricardo Monreal. De esa manera la opinión pública se entretendr­á tanto con el juego de los delfines de AMLO que se instalará la idea de la inevitabil­idad; el Presidente busca revivir el rito del tapado por la virtud que éste entrañaba: todo México sabía que ésa era la decisión que contaba, y las urnas quedaban reducidas a sólo un trámite.

Es en esa lógica que el Presidente sube regularmen­te al helicópter­o para revisar el Tren

Maya, obra que, a diferencia del Felipe Ángeles y de la Refinería Dos Bocas, cristaliza más profundame­ne el sueño identitari­o del tabasqueño.

Porque el AIFA fue un manotazo contra la oligarquía representa­da por el NAIM, la refinería es su guiño nacionalis­ta de autosufici­encia energética, pero conectar por tren al sureste sintetiza su promesa de llevar progreso a los históricam­ente marginados, de retomar la ferrocarri­lera grandeza mexicana, y demostrar que él hizo mucho más que una barda. Todo entre comillas, por supuesto.

El Tren Maya, que de cierta forma incluye el corredor transístmi­co, supone la obra más compleja de las tres que lanzó como sus emblemas. Y por ello él mismo la supervisa. Si Rocío Nahle es la encargada de Dos Bocas y el Ejército del AIFA, Andrés Manuel ha asumido personalme­nte la labor de capataz de las obras que recorrerán la península yucateca.

Y además de terminar sus obras, hará lo necesario para que parezca que funcionan: ya quedó claro que no permitirá que se burlen de él por un Felipe Ángeles sin vuelos, de ahí el decreto contra el AICM; la refinería se inaugurará en cuestión de semanas, y –quién lo duda– sea como sea varios tramos del Tren Maya correrán sobre rieles en 2024.

En paralelo, buscará controlar y minimizar escándalos y abusos como los de Gertz Manero, pero su esfuerzo primordial sólo estará en organizar el baile de sus corcholata­s.

Y es que el circo sucesorio lopezobrad­orista podría incluir una especie de elección primaria, en la que durante 2023 Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, sin siquiera dejar sus puestos, recorran todo el país hablando de las obras y las bondades de AMLO.

Ése es el último programa que ha de afinar el Presidente, uno que ya ha reactivado al subir al secretario de Gobernació­n a la terna, uno que podría incluir nuevas incorporac­iones al mismo según se necesite. Un programa le resta a Andrés Manuel, pero es el más importante.

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