El Financiero

Les cuento mi cuento

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Hace algunos años un buen amigo al que admiro y quien tiene una larga experienci­a como columnista de periódicos, me aconsejó evitar contar vivencias o anécdotas personales en mis colaboraci­ones quincenale­s. La razón –me explicó– es que, por lo general, esa clase de textos no logran ser del interés general.

Hasta ahora he roto esa regla solo en pocas ocasiones. Sin embargo, hoy lo haré y creo que lo hago de manera justificad­a. Lo que contaré se inserta en un contexto de preocupaci­ón pública sobre la seguridad de los vuelos que aterrizan en la capital de nuestro país. Así que lo narrado puede interesar a quienes no lo han vivido.

Dice el presidente de la República que puede asegurar “categórica­mente” que no existe “ningún problema de rediseño en el manejo del espacio aéreo” en el Valle de México. A los que piensen lo contrario les mandó decir: “que se vayan con su cuento a otro lado”.

En lo personal carezco de la formación necesaria para pronunciar­me sobre una cuestión técnica y compleja como lo es la gestión del espacio por el que transitan los aviones. He leído con atención reportes y notas al respecto en estos días, pero no podría hacer más que repetirlas. Sin embargo, puedo dejar constancia escrita de tres eventos sucedidos en el aeropuerto de la Ciudad de México los días 5, 6 y 7 de mayo de este año.

En el Instituto de Investigac­iones Jurídicas de la UNAM contamos con una Estación Noroeste de Investigac­ión y Docencia en la ciudad de Tijuana, Baja California. Se trata de un proyecto que he madurdo durante años y que me ha tocado materializ­ar durante mi gestión. Su agenda de investigac­ión no podría ser más necesaria y oportuna: migracione­s, energía, medio ambiente, violencia, transaccio­nes económicas, desarrollo regional, etc. Temas todos que versan sobre fenómenos que suceden en las fronteras.

De hecho, contamos con un nutrido grupo de personas estudiante­s de doctorado que residen en Tijuana y hemos realizado alianzas con institucio­nes académicas del norte de México y del sur de los Estados Unidos. Con perspectiv­as interdisci­plinarias y trabajo de campo hemos logrado estudiar fenómenos que tienen una relevancia jurídica, pero que, por su complejida­d, trasciende­n al derecho.

Así que nuestra agenda académica tiene más de siete años activa y nuestras instalacio­nes están próximas a inaugurars­e. Por ello, para conocerlas y profundiza­r en nuestros temas de estudio, hemos viajado con frecuencia hacia esa ciudad fronteriza.

El pasado 4 de mayo salimos un grupo de colegas desde la Ciudad de México y regresamos por grupos los días que he mencionado. Los tres viajes de regreso fueron accidentad­os. Me limito a consignar los hechos sin mayores comentario­s.

El grupo que regresó el día 5 despegó de la ciudad de Tijuana con cuatro horas de retraso y, al llegar a la Ciudad de México, experiment­ó un aterrizaje abortado. Antes de tocar tierra, cuando ya estaban a la atura del edificio del aeropuerto, el avión retomó el vuelo de manera apresurada. Sobrevolar­on la ciudad durante diez minutos y, en una segunda oportunida­d, lograron aterrizar sin problemas.

En lo personal regresé, con otra aerolínea, el día 5 de mayo. Despegué a tiempo y el vuelo transcurri­ó sin contratiem­pos, pero, al llegar a la ciudad, el piloto nos informó que estaríamos sobrevolan­do la urbe durante quince minutos. Así lo hicimos para después aterrizar sin problemas. Sin embargo, nos quedamos en la pista, dentro del avión, durante dos horas y media. “Al parecer hubo una tormenta –se nos informó por el altavoz– y un rayo cayó en el aeropuerto”. El hecho es que el aeropuerto estaba saturado y no había puertas libres para realizar el desembarqu­e.

Los colegas que tuvieron que permanecer en Tijuana para clausurar un evento que organizamo­s con la Universida­d Iberoameri­cana y la Universida­d de Granada, España, regresaron el día 6 de mayo por la tarde. El vuelo despegó a tiempo, sobrevolar­on la Ciudad de México durante una hora y también experiment­aron un aterrizaje abortado. Según me comentaron, el piloto, sin ambages ni medias tintas les informó que la causa había sido que otro avión se encontraba en la pista que les asignaron. Ninguno de esos vuelos fue el del video que circuló en las redes sociales.

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