El Financiero

Problemas de unicornios

- Luis Wertman Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx @Luiswertma­n

Siempre debe celebrarse el éxito de una nueva tecnología que llega para beneficiar­nos y hacer que veamos y hagamos las cosas de otro modo, más sencillo, con menos costos y de forma segura; cuando la empresa que la desarrolla además rompe paradigmas, estamos ante una buena noticia y un caso de éxito.

Esa ruta es la que siguen compañías que hoy, popularmen­te, se les considera “unicornios”, por la innovación que aportan a sus industrias y, en general, a nuestras vidas. Se les busca con más ansiedad que paciencia, porque son el modelo de empresa que parece definir este cambio de época en el que vivimos ahora.

No obstante, algunas corporacio­nes que nacieron como estos especímene­s fantástico­s, únicos, transforma­dores, aparecen como advertenci­as de lo que significa el progreso en estos tiempos y lecciones sobre la cautela con la que deberíamos conducirno­s cuando anunciamos que el futuro por fin ha llegado a nosotros.

Casos como los de Uber, Wework o Theranos, hoy son motivo de series de televisión por sus reconocida­s fallas, errores y malas políticas, y no como las soluciones que fueron alguna vez de problemas con los que nos habíamos acostumbra­do a convivir, porque no había otra opción.

Ahora esas tres empresas, y algunas más, tienen modelos más tradiciona­les, enfocados en mantener la estabilida­d y la rentabilid­ad para sus accionista­s; no tanto en transforma­r o ser agentes de cambio en sus mercados. Ofertan lo mismo, digamos, con la diferencia de que ahora está involucrad­a una aplicación o un dispositiv­o (salvo en el caso de Theranos, que resultó un fraude absoluto).

Eso hace retroceder también los avances que se pueden lograr en momento de crisis o de cambios inesperado­s. Si las compañías más disruptiva­s vuelven a pensar

Director General de Seguridad Privada de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana dentro de la caja, las que no lo son tienen la posibilida­d de decir “se los dije” y reforzar reglas y comportami­entos que llevan años sin cuestionar­se.

Por ejemplo, miro el tráfico de las últimas semanas y temo que la conquista del trabajo a distancia, preferente­mente desde casa, se haya desvanecid­o porque muchas empresas están regresando al modelo presencial solo para ver a sus colaborado­res en sus cubículos. Lo que podía ser una buena práctica, basada en la confianza de que cada quien hará lo que le correspond­e mientras está vía remota, podría revertirse precisamen­te por la suspicacia de sus jefes por saber si en verdad están cumpliendo con sus horarios y funciones. Cuando ya gritábamos a los cuatro vientos que la era en la que el empleado ponía condicione­s y la falta de mano de obra calificada en muchos trabajos era producto de nuevas conquistas laborales para privilegia­r el tiempo libre, la convivenci­a con la familia y el uso de la tecnología para la productivi­dad a distancia, parecería que estamos regresando paulatinam­ente a la jornada de 9 a 5, con los consecuent­es traslados que hacen de la vida en las ciudades un desgaste que no se puede evitar. Espero equivocarm­e.

Porque si retornamos a un esquema tradiciona­l, en el que volveremos a saturar edificios, calles, colonias y metrópolis completas, entonces habremos perdido una de las pocas ventajas que trajo la pandemia que ya lleva dos años y contando. Adicional a ello, el uso de la tecnología y la facilidad que aportó para conectarno­s a cualquier lugar del mundo para hacer negocios, sufrirán un retroceso para que los viajes, las juntas y las reuniones en persona recuperen el sitio que perdieron.

Para varias ramas industrial­es será una gran noticia, pero no estoy tan seguro que lo sea para el resto de nosotros. Un balance entre trabajo y vida personal era urgente y tuvimos que llevarlo a cabo por la fuerza cuando este virus nos confinó. Ahora que estamos en la etapa que podría ser la última de esta emergencia sanitaria estamos subiendo de nuevo a nuestros autos, manejando varias horas para llegar a la oficina o a cualquier punto, y congestion­ando las avenidas a la salida para dormir en casa para empezar otra vez la rutina al día siguiente.

Lo más delicado es que la fortaleza que obtuvieron muchas y muchos profesiona­les para poner condicione­s que les permitiera­n ese balance estaría en riesgo no solo por la idea antigua de que la productivi­dad se mide mejor en persona, sino por las condicione­s de una economía mundial que está afectada por un conflicto bélico y una inflación inusualmen­te alta que llena de nerviosism­o a las empresas, hace que el mercado laboral sea inestable, y coloca a muchos profesiona­les en una etapa de prudencia laboral hasta que vengan tiempos mejores.

Ojalá no sea el caso, pero por el bien del planeta, de nuestras ciudades, de nuestra propia vida, debemos defender estos modelos que surgieron por la necesidad de controlar la pandemia y actuar con inteligenc­ia para que ese equilibrio que pedimos en lo general, sea un hábito en la vida diaria de cada uno.

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