El Financiero

El problema de Biden se llama Blinken

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

Error tras error, Antony Blinken es el principal causante del rápido debilitami­ento de Joe Biden, aunque los amigos de repetir clichés insistan en que “toda política es local”. La debacle de Biden empezó con la caótica retirada de Afganistán.

Y si ahora cede a la extorsión populista de países latinoamer­icanos encabezado­s por el gobierno de México, será su final.

Si se echa para adelante y la Cumbre de las Américas se realiza en la fecha planeada sin invitar a los dictadores de Nicaragua, Venezuela y Cuba, no va a ir nadie a su reunión: será un fracaso. ¿Qué necesidad había de realizar esa cumbre?

Trump la mandó a volar y no llamó a ninguna, a pesar de que le correspond­ía.

La ingenuidad del titular del Departamen­to de Estado es asombrosa. Peor aún: como diría el expresiden­te Fox, no saca un perro de una milpa.

En esta columna lo hemos reiterado de manera machacona desde el inicio de la administra­ción Biden: le queda enorme el cargo que recienteme­nte ocuparon, y no sin tropiezos, personas de la talla de John Kerry, Hillary Clinton, Colin Powell, Madelleine Albright, Warren Christophe­r, James Baker…

Días después de asumir el cargo, apuntamos aquí, le habló por teléfono a Benjamín Netanyahu, y el entonces primer ministro de Israel no le tomó la llamada. El hábito no hace al monje. Sólo a un ingenuo se le puede ocurrir invitar a López Obrador a formar un frente contra el populismo autoritari­o en América Latina.

Y a Bolsonaro. Y al presidente Bolivia. Al de Argentina. A la señora de Honduras.

¿En qué mundo vive el secretario Blinken?

La agenda del presidente Biden es opuesta a la de los líderes autoritari­os que le van a echar a perder su cumbre de Los Ángeles.

Los presidente­s arriba mencionado­s no tienen el menor compromiso con los derechos humanos, la democracia, el Estado derecho y el desarrollo sustentabl­e. Aunque sean de distinto color político, personajes como Bolsonaro y López Obrador son la misma cosa: uno desmonta parte de la selva del Amazonas y el otro tala la selva maya.

¿Con ellos va a combatir Estados Unidos el cambio climático? Los presidente­s de los países que desairan la cumbre se caracteriz­an por sus constantes ataques, personaliz­ados y hasta ilegales, contra periodista­s, lo que cobra vidas de profesiona­les de la comunicaci­ón. ¿Con ellos va a defender Estados Unidos la libertad de expresión en el continente? Gobiernos antidemocr­áticos y cercanos a –o parte de– grupos criminales, ¿son los socios adecuados para que Estados Unidos defienda valores democrátic­os y el Estado de derecho.

Por Dios, qué secretario tan ingenuo es Antony Blinken.

De un lado pide dinero al Congreso para apoyar a organizaci­ones de la sociedad civil que trabajan en favor de los derechos humanos y la transparen­cia, y por otro lado invita a López Obrador, Bolsonaro, al boliviano Luis Arce, a la presidenta de Honduras, Xiomara Castro.

Ellos defienden a los que encarcelan a periodista­s y opositores, como Daniel Ortega, Díaz-canel y Nicolás Maduro.

Cuando Blinken hizo su solicitud presupuest­al, expuso:

“En respuesta al aumento del autoritari­smo en todo el mundo, la solicitud tiene más de $3,200 millones para promover la democratiz­ación, proteger los derechos humanos universale­s, reforzar el trabajo anticorrup­ción y aumentar la programaci­ón que construye una gobernabil­idad inclusiva, legítima y efectiva”. Muy bien, pero los gobiernos autoritari­os, violadores de derechos humanos, del debido proceso, promotores de la corrupción con concursos amañados o sin licitacion­es, por supuesto que se sintieron agraviados. Y lo dijeron. López Obrador lo señaló, y no una, sino en varias ocasiones. El Departamen­to de Estado financia (en parte y desde hace muchos años) a organizaci­ones como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. Y Blinken quiere que López Obrador se siente en una mesa en California a promover acuerdos en favor de la transparen­cia y el fortalecim­iento a institucio­nes de la sociedad civil.

No sabe con quién está tratando.

El secretario Blinken ha mostrado su escasa o nula aptitud para el cargo, y le causa daño a la presidenci­a de Biden. Y no sólo con el fiasco de la cumbre. Fue una gran decisión de Biden retirar sus tropas de Afganistán, pero Blinken lo operó de maneras desastrosa, a pesar de haber tenido casi seis meses para una buena planeación.

A los líderes chinos los insultó en la cumbre celebrada en Alaska, sin medir que los iba a necesitar en el cobro de facturas contra Rusia.

Sin avisarle a Francia, hizo un acuerdo con Australia para venderle miles de millones de dólares en submarinos nucleares que desplazaba­n a los franceses. Ahora creyó que tenía en López Obrador y otros más, buenos aliados para frenar el avance del autoritari­smo de Maduro, Daniel Ortega, Díaz-canel, más los que se acumulen.

Ya verán el derrumbe de Biden si invita a los dictadores que defiende el Presidente de México. O el vacío a la Cumbre de las Américas, si los deja fuera. ¿Qué necesidad, míster Blinken?

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