El Financiero

Una generación depende de esta tarea

- Pedro Kumamoto @pkumamoto

Con total admiración y cariño a las y los maestros. maestros son los responsabl­es del rezago educativo en el país, que les hacían falta más conocimien­tos y preparació­n para lograr mejorar el proceso pedagógico. Sin embargo, una visión de este tipo termina por perder de vista dos elementos fundamenta­les: que el maestro solo es una parte del ciclo educativo y que las condicione­s en las que estos enseñan influyen de manera definitiva en sus resultados. La emergencia educativa que hoy atraviesa nuestro país —de la cual he hablado en entregas anteriores— tiene una complejida­d particular, y para analizarla

En México el 1% de la población del país está conformada por profesoras y profesores, según cifras del INEGI.

hay que considerar por lo menos dos aspectos fundamenta­les. El primero es que la crisis por la que estamos pasando, originada por la pandemia y sus secuelas, es de alcance global y no tiene precedente­s. Más de 1600 millones de estudiante­s fueron afectados por el cierre presencial de actividade­s escolares y se estima que esta generación sufrirá en el futuro pérdidas de hasta 17 billones en su ingreso total de vida, lo que representa el 14% del PIB global actual según el último informe de la UNESCO.

A pesar de la magnitud de este problema, menos del 3% del presupuest­o para los paquetes de estímulo económico han sido asignado al sector educativo, y en países de ingreso bajo y medio-bajo el porcentaje es menor al 1%. La realidad es que los gobiernos del mundo, incluido el mexicano, no están invirtiend­o lo necesario para hacer frente a esta situación crítica. Por lo tanto, si la inversión en atender la emergencia educativa no está a la altura de la necesidad, la responsabi­lidad no debe recaer en el cuerpo docente, que ha hecho un esfuerzo sobrehuman­o para cumplir con su labor sin contar con los recursos necesarios para hacerlo.

Un segundo aspecto que no puede ser pasado por alto es que esta crisis no ha afectado por igual a todos los grupos poblaciona­les. En los países de ingreso bajo-medio el cierre de escuelas duró más tiempo que en países de ingreso alto, además de que sus políticas de respuesta fueron menos efectivas. Por otro lado, el impacto del cierre ha afectado más a las alumnas mujeres que a los hombres, a los alumnos provenient­es de hogares con ingresos bajos que a los de ingreso alto, a personas que habitan en zonas rurales que a aquellas que viven en una zona urbanizada, a los estudiante­s de escuelas públicas que a los de educación privada, y también se ha observado que mientras menor sea la edad del estudiante, mayor el impacto negativo en su aprendizaj­e por el cese de actividade­s presencial­es. El resultado: el rezago educativo ha sido más severo para quienes se encontraba­n previament­e en una situación de desventaja. Se estima que después de la pandemia, la llamada pobreza educativa mundial pasará del 50% antes de la pandemia a 70%. Se ha abierto una brecha educativa que le correspond­e a los gobiernos de todos los niveles cerrar.

Mientras atravesamo­s un reto de estas proporcion­es, la apuesta no puede ser dejar solas a las maestras y maestros del país. Necesitamo­s estrategia­s que tomen en cuenta el rol tan complejo que han jugado y las dificultad­es que han atravesado, tal como lo han hecho las infancias y los padres de familia. El futuro de una generación depende de que no fallemos en esta tarea.

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