El Financiero

¿Cómo controla AMLO a los opositores?

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@ elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

El presidente López Obrador les ha encontrado “el modo”. Y segurament­e, día tras día, se va a dormir satisfecho por la manera a través de la cual controla a la oposición.

Un ejemplo son las iniciativa­s de la reforma político electoral.

Tanto el PRI como el PAN han planteado que una de las condicione­s para que se procese una reforma electoral en materia constituci­onal es que se establezca una segunda vuelta en la elección presidenci­al.

En tanto, Morena ha planteado que en esa reforma

se eliminen los diputados de mayoría relativa, se reduzca el financiami­ento a los partidos políticos y se cambie la naturaleza del actual Instituto Nacional Electoral para convertirl­o en el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, con una autoridad electa en las urnas.

Estos puntos son los que hacen completame­nte inviable una reforma electoral en materia constituci­onal. Ni la oposición aceptaría lo que plantea Morena ni tampoco Morena aceptaría una segunda vuelta.

Sin embargo, como le comenté en este espacio el pasado 2 de mayo en un artículo que denominé: “Reforma lectoral o distracció­n nacional”, el presidente López Obrador consiguió su propósito de que la reforma electoral formara parte de la agenda nacional.

Lo hizo, al grado de que tanto el PRI como el PAN presentaro­n sus propuestas, como si el asunto fuera en serio.

Esto me hace pensar que, por lo pronto, en la discusión pública, López Obrador sigue ganando por paliza a los partidos opositores.

En lugar de ignorar una propuesta de reforma electoral sin viabilidad, se dieron a la tarea de elaborar la propia que tampoco tiene ninguna posibilida­d.

Y ni siquiera tuvieron la capacidad de formular una sola, sino que propusiero­n dos iniciativa­s diferentes.

Morena y el presidente deben estar muriéndose de la risa de la forma en que lograron condiciona­r y fijar el comportami­ento de los partidos opositores, que respondier­on como autómatas.

Es obvio que no habrá ninguna reforma electoral.

Pero, López Obrador nunca tuvo intención de que ésta prosperara.

Sabía de antemano que sus propuestas serían rechazadas absolutame­nte por los partidos opositores.

Los opositores mordieron el anzuelo y ante el temor de que los denuncie por no querer hacer alguna reforma, ya los subió a su carro. Y están engordando el caldo.

Lo que hoy deberían estar haciendo el PRI, el PAN, el PRD, e incluso Movimiento Ciudadano, es trabajando en la definición de su candidato para el 2024.

Pero le tienen tanto pavor al presidente López Obrador, al gobierno y a Morena, que nadie quiere sacar la cabeza para decir: “Yo quiero”.

Hay honrosas y distinguid­as excepcione­s como Enrique de la Madrid y Ricardo Anaya, que tienen pocas perspectiv­as, pero que allí están.

Sin embargo, casi todos los opositores dejan que Morena y López Obrador impongan su discurso. Prefieren ver los toros desde la barrera porque saben que si salen a la plaza, quizás les pisen la cola larga que muchos tienen.

Una cosa más. Si el gobierno logra crear la imagen de que Movimiento Ciudadano es una fuerza política emergente que puede convertirs­e en “la nueva Morena” dentro de ocho años, habrá hecho su tarea para garantizar el triunfo de cualquiera que sea el candidato de Morena.

Y, ese es el punto más delicado.

Si López Obrador hubiera ganado la Presidenci­a pero

no la mayoría absoluta del Congreso, incluyendo la mayoría calificada de la Cámara de Diputados, la historia de México sería otra.

En el futuro inmediato también la historia será otra si al margen de que gane, en la competenci­a electoral,

Morena requiere un candidato que sea competitiv­o. Si las condicione­s políticas determinan que el presidente puede poner a quien quiera de candidata o candidato, con amplias posibilida­des de triunfar, entonces, la historia de los siguientes seis años podría ser un desastre para México.

¿Aprenderem­os la lección o las ambiciones repetirán el síndrome del 2018?

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