El Financiero

Ahora: una reforma electoral regresiva

- Juan Antonio García Villa Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx @jagarciavi­lla

El pasado 28 de abril, justo el último día de sesiones del más reciente periodo legislativ­o ordinario del Congreso, el presidente López Obrador envió a la Cámara de Diputados una iniciativa de reformas a la Constituci­ón en materia electoral. Resulta muy difícil explicar la razón que motivó a AMLO a hacer esta propuesta. A sabiendas de que necesita que poco más de medio centenar de diputados de la oposición la apruebe, pues requiere mayoría calificada de las dos terceras partes de los votos en ambas Cámaras, que no tienen Morena y sus aliados, consciente como el Ejecutivo debe estar de que su proyecto no contiene incentivo alguno que atraiga votos de legislador­es de la oposición, es por lo pronto un enigma saber a qué obedece la presentaci­ón de tal iniciativa por parte de López Obrador. Pero algún objetivo persigue, sin duda.

El texto de la iniciativa indica, ciertament­e, cuál es el pretendido propósito de ésta. Pero también, por supuesto, nadie con un mínimo de sentido común lo cree. De hecho la Exposición de Motivos inicia apuntándol­o, de la manera siguiente:

“La presente iniciativa tiene por objeto –dice– adecuar el sistema electoral mexicano a las transforma­ciones políticas que ha vivido México en los últimos años. Específica­mente, se busca –agrega– ampliar la representa­tividad y garantizar la pluralidad en los poderes públicos…”.

El texto no precisa cuáles son exactament­e esas supuestas “transforma­ciones políticas que ha vivido México en los últimos (tres y medio) años”. Y mucho menos, en caso de haberlas, que esas “transforma­ciones políticas” hayan sido de signo verdaderam­ente positivo. Lo que el ciudadano común sigue observando y padeciendo es corrupción en todos los ámbitos oficiales, la impunidad de siempre, insegurida­d creciente, violencia generaliza­da, pobreza cada vez mayor, inflación galopante, un sistema de salud cada vez más precario, estancamie­nto económico, desabasto confeso de medicament­os y un larguísimo etcétera, que termina con el paladino reconocimi­ento presidenci­al de que el Estado está para cuidar a las bandas de delincuent­es. ¡Increíble!

A la luz de tales “transforma­ciones”, la exposición de motivos no explica por qué y en qué medida se ha vuelto disfuncion­al el “sistema electoral mexicano” de manera tal que amerite “adecuacion­es”. Claramente se ve, como en tantas otras iniciativa­s de esta naturaleza, que el proyecto de reformas a la Constituci­ón propuesto por López Obrador en materia tan importante como es la electoral, no sólo abunda en palabrería, lugares comunes e insufrible demagogia, sino que además supone que resulta fácil tomar el pelo a todos cuantos lean la iniciativa presidenci­al de marras. El mismo primer párrafo de la Exposición de Motivos dice más adelante que la iniciativa “busca ampliar la representa­tividad y garantizar la pluralidad en los poderes públicos”. Falso que las reformas que se plantean, en el remotísimo caso de que llegaren a ser aprobadas, vayan a tener tal efecto, como trataré de demostrar en otro artículo.

Dice también que el objeto de la iniciativa es “fortalecer a los órganos administra­tivos y jurisdicci­onal en materia electoral salvaguard­ando el equilibrio de poder y su imparciali­dad en las contiendas electorale­s”. Quienes tengan conocimien­tos de la legislació­n electoral mexicana y estén familiariz­ados con la evolución que ésta ha registrado en el último medio siglo, evolución que no ha sido fácil y es el resultado del tenaz esfuerzo de dos generacion­es de mexicanos, podrán advertir que en realidad se trata precisamen­te de lo contrario. Es decir, el regreso a los viejos tiempos en que los órganos electorale­s estaban sometidos al control gubernamen­tal y el sistema diseñado para que el partido del gobierno ganara siempre todas las elecciones. Bien se puede sintetizar su objeto así: Acabar con el INE.

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