Machos alfa
Para María Luisa y Macario, 60 años
Hasta hace un par de décadas, era bastante raro que un jefe de Gobierno, o de Estado, fuese una persona con desórdenes psicológicos, bajeza moral o incapacidad manifiesta. Esto ha cambiado, como hemos platicado aquí. La pregunta es por qué ahora es eso tan frecuente. En mi opinión, se trata de un fenómeno social asociado al miedo, que es producto de un incremento en la incertidumbre. Como usted sabe, las dudas acerca del futuro nos preocupan. Esto es más importante cuando hay la expectativa de que ocurra algo malo. Los seres humanos sufren más cuando pierden de lo que gozan cuando ganan, tal vez como resultado del proceso evolutivo que nos trajo aquí. Las amenazas nos llaman más la atención que las oportunidades, algo que los medios masivos saben muy bien, y lo usan para atraer al gran público. Por eso ve usted en ellos con tanta frecuencia explosiones, incendios, asesinatos y narraciones espectaculares. Cuando hay miedo, las personas buscan agruparse, para defenderse, y lo hacen con otros que piensan de forma similar a ellos. Por esa razón, las ideas que flotan en el ambiente se convierten en los núcleos sobre los que se construyen estos grupos. Hoy en día, las ideas provienen de las redes sociales, que desde hace 15 años nos han permitido encontrar personas como nosotros, incluso si vivimos en un pequeño pueblo. Construimos los grupos virtuales utilizando señales de identidad: color de piel, preferencias, género, religión, cosas que están asociadas al nacimiento o la primera infancia, y que nos permiten sentirnos parte de un grupo casi familiar. Pero, además de agruparnos de esta manera, buscamos alguien fuerte que nos defienda. A ese tipo de líderes suelo llamarlos “macho alfa”: personas agresivas, irresponsables, autoritarias, que dan la imagen de fortaleza a sus seguidores. Pero estos personajes, en realidad, no van a defender al grupo, van a abusar de él. Así ha ocurrido antes, y así ocurre ahora, pero no aprendemos.
La construcción de estos grupos identitarios, que yo acostumbro llamar “islas”, hace imposible la política tradicional. A diferencia de lo que ocurría hace unas pocas décadas, cuando las discusiones eran sobre temas de impacto nacional: salarios, impuestos, leyes, ahora
Profesor de la Escuela de Gobierno, los temas son de isla: específicos para cierto colectivo, grupo, género, etcétera. La gran cantidad de temas, y los potenciales conflictos entre grupos, impiden el funcionamiento de los políticos tradicionales, porque sólo un irresponsable prometería a cada grupo lo que ese grupo quiere, sabiendo que será imposible cumplirlo.
Es aquí donde los machos alfa tienen éxito. No tienen empacho en prometer a cada grupo lo que sea, aunque saben que no cumplirán. Pero una vez en el poder, intentarán romper la institucionalidad para evitar las siguientes elecciones, en las que serían despedidos. Eso intentó Trump, por ejemplo; lo han logrado Erdogan o Putin, y en esa dirección va Xi, en un arreglo político diferente. Observe usted que la llegada al poder de estos personajes no tiene nada que ver con la desigualdad o pobreza, ni con otros asuntos que suelen argumentarse para defenderlos. Son producto de la dispersión política que ocurre gracias a que un cambio profundo en nuestra tecnología comunicacional nos ha hecho muy difícil entender nuestro entorno, nos ha llenado de miedo y nos fuerza a agruparnos de manera irracional (es decir, emocional) y apelar a líderes autoritarios.
Creo que esto debe ser útil para entender por qué diversos grupos apoyaron a López Obrador, por qué éste los ha traicionado y por qué intenta perpetuarse, si bien ya no en su propia persona, sí a través de alguien manipulable. También debería sernos de utilidad para entender cómo evitar esto último.