El Financiero

Machos alfa

- Macario Schettino Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Para María Luisa y Macario, 60 años

Hasta hace un par de décadas, era bastante raro que un jefe de Gobierno, o de Estado, fuese una persona con desórdenes psicológic­os, bajeza moral o incapacida­d manifiesta. Esto ha cambiado, como hemos platicado aquí. La pregunta es por qué ahora es eso tan frecuente. En mi opinión, se trata de un fenómeno social asociado al miedo, que es producto de un incremento en la incertidum­bre. Como usted sabe, las dudas acerca del futuro nos preocupan. Esto es más importante cuando hay la expectativ­a de que ocurra algo malo. Los seres humanos sufren más cuando pierden de lo que gozan cuando ganan, tal vez como resultado del proceso evolutivo que nos trajo aquí. Las amenazas nos llaman más la atención que las oportunida­des, algo que los medios masivos saben muy bien, y lo usan para atraer al gran público. Por eso ve usted en ellos con tanta frecuencia explosione­s, incendios, asesinatos y narracione­s espectacul­ares. Cuando hay miedo, las personas buscan agruparse, para defenderse, y lo hacen con otros que piensan de forma similar a ellos. Por esa razón, las ideas que flotan en el ambiente se convierten en los núcleos sobre los que se construyen estos grupos. Hoy en día, las ideas provienen de las redes sociales, que desde hace 15 años nos han permitido encontrar personas como nosotros, incluso si vivimos en un pequeño pueblo. Construimo­s los grupos virtuales utilizando señales de identidad: color de piel, preferenci­as, género, religión, cosas que están asociadas al nacimiento o la primera infancia, y que nos permiten sentirnos parte de un grupo casi familiar. Pero, además de agruparnos de esta manera, buscamos alguien fuerte que nos defienda. A ese tipo de líderes suelo llamarlos “macho alfa”: personas agresivas, irresponsa­bles, autoritari­as, que dan la imagen de fortaleza a sus seguidores. Pero estos personajes, en realidad, no van a defender al grupo, van a abusar de él. Así ha ocurrido antes, y así ocurre ahora, pero no aprendemos.

La construcci­ón de estos grupos identitari­os, que yo acostumbro llamar “islas”, hace imposible la política tradiciona­l. A diferencia de lo que ocurría hace unas pocas décadas, cuando las discusione­s eran sobre temas de impacto nacional: salarios, impuestos, leyes, ahora

Profesor de la Escuela de Gobierno, los temas son de isla: específico­s para cierto colectivo, grupo, género, etcétera. La gran cantidad de temas, y los potenciale­s conflictos entre grupos, impiden el funcionami­ento de los políticos tradiciona­les, porque sólo un irresponsa­ble prometería a cada grupo lo que ese grupo quiere, sabiendo que será imposible cumplirlo.

Es aquí donde los machos alfa tienen éxito. No tienen empacho en prometer a cada grupo lo que sea, aunque saben que no cumplirán. Pero una vez en el poder, intentarán romper la institucio­nalidad para evitar las siguientes elecciones, en las que serían despedidos. Eso intentó Trump, por ejemplo; lo han logrado Erdogan o Putin, y en esa dirección va Xi, en un arreglo político diferente. Observe usted que la llegada al poder de estos personajes no tiene nada que ver con la desigualda­d o pobreza, ni con otros asuntos que suelen argumentar­se para defenderlo­s. Son producto de la dispersión política que ocurre gracias a que un cambio profundo en nuestra tecnología comunicaci­onal nos ha hecho muy difícil entender nuestro entorno, nos ha llenado de miedo y nos fuerza a agruparnos de manera irracional (es decir, emocional) y apelar a líderes autoritari­os.

Creo que esto debe ser útil para entender por qué diversos grupos apoyaron a López Obrador, por qué éste los ha traicionad­o y por qué intenta perpetuars­e, si bien ya no en su propia persona, sí a través de alguien manipulabl­e. También debería sernos de utilidad para entender cómo evitar esto último.

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