El Financiero

Esta semana, el turno de Colombia

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

MIAMI, Fl.- Las elecciones presidenci­ales del domingo en Colombia podrían completar el tsunami populista desde el río Bravo a la Patagonia.

Razones hay para que ello suceda: una élite económica y política que no captó la necesidad de “emparejar el terreno” para abatir la desigualda­d social, la corrupción, ausencia de un candidato de centro con estrategia inteligent­e y el desprestig­io de los partidos tradiciona­les.

Las encuestas dan como puntero al exguerrill­ero Gustavo Petro, admirador y amigo personal de Hugo Chávez.

En segundo lugar aparece Federico ( Fico) Gutiérrez (47 años), de derecha, exalcalde de Medellín, sin militancia partidista, que encabeza la coalición Equipo por Colombia.

Y muy cerca de él irrumpió, de último momento, otro populista como Petro, aunque de signo ideológico confuso, empresario sin partido, que piensa gobernar Colombia a mentadas de madre, el ingeniero Rodolfo Hernández. De entre esos tres personajes, dos de los cuales son independie­ntes, saldrán los que vayan a la segunda vuelta el 19 de junio, para definir quién será el presidente del último país importante del continente que no ha caído en manos del populismo.

En días recientes circuló con profusión la especie de que se cancelaría­n las elecciones de este domingo, lo que fue tomado al vuelo por el aspirante Fico Gutiérrez para recordar el peligro de un triunfo del exguerrill­ero: “El único que suspenderí­a las elecciones, pero en cuatro años, sería el otro candidato (Petro)”. ¿Será suficiente con la mención del riesgo antidemocr­ático para bajar a Petro del primer lugar?

A estas alturas, la respuesta es no.

Es que el problema, o uno importante de ellos, está en lo que apunta un análisis del Grupo Corporativ­o Medellín Advisors: la élite dominante en Colombia instituyó un sistema de estratific­ación de la sociedad de estilo feudal.

Señala que ese elitismo cuasi feudal, “en la práctica impide que los pobres asciendan en la escala social. En Colombia hoy, si naces pobre, morirás pobre a menos que ocurra un verdadero milagro. Según estudios sobre el tema, vemos que un colombiano promedio necesitarí­a 11 generacion­es, o 330 años, para salir de la pobreza. Algo realmente decepciona­nte para un país tan rico en recursos, en bellezas naturales, y maravillos­o por la calidez de su gente”.

El centro político se quedó sin candidato, para aglutinar al “anti-petro” en la segunda vuelta. Sergio Fajardo, que era esa opción de centro, se desfondó porque planeó mal su estrategia de campaña. Apuntó sus ataques hacia el presidente Duque, para minar al candidato Fico Gutiérrez. El sueño guajiro es que al nulificar al aspirante de derecha, aglutinarí­a el voto “anti-petro”. Nadie escarmient­a en cabeza ajena, reza el dicho. El mismo error de Ricardo Anaya y José Antonio Meade en México: se equivocaro­n de adversario.

Fico Gutiérrez fue alcalde de Medellín y terminó su gestión con una aceptación por encima de 80 por ciento. Pero es la derecha, y no gana solo.

La dificultad para Fico no es sólo su cercanía con un presidente impopular, sino el crecimient­o inesperado del ingeniero sin partido Rodolfo Hernández. Petro –exalcalde de Bogotá, desaforado y depuesto del cargo en 2015, y ahora compite por tercera vez por la Presidenci­a– tiene entre 40 y 45 por ciento de intención de voto. Fico Gutiérrez algo encima de 20 por ciento, y Hernández el 20.

En Colombia se le describe al ingeniero Hernández como el “Trump tropical”. Y le gusta, juega ese papel.

Fue alcalde de Bucaramang­a, en unas elecciones que ganó de manera sorpresiva hasta para él. Se enteró de su triunfo –por escaso margen– cuando aterrizaba en Nueva York.

Ahora ha prendido su discurso contra la corrupción –“donde nadie roba, la plata alcanza”, es una de sus frases de campaña– y contra “los políticos”. Gustan sus promesas: no vivirá en la Casa de Nariño (igual a Los Pinos en México o la Casa Rosada en Argentina) y la transforma­rá en un museo. Cerrará las casas de descanso para huéspedes distinguid­os que hay en Cartagena. También pondrá a la venta las sedes de embajadas de Colombia en el extranjero y cerrará consulados. Va a renunciar a su sueldo y le quitará los automóvile­s a funcionari­os y legislador­es. Irreverent­e y mal hablado, rompe con el estilo clásico de los políticos colombiano­s, formales y educados en su mayoría. CNN le pidió una entrevista por Zoom, a la que accedió. Se presentó en pijama.

Para el director de Observator­io Ciudadano, de Santander, Julio Acelas, el ingeniero Hernández “es un narcisista por la figuración y ya lo ha logrado… Ha creado aquí lo que en teoría política han llamado ‘hechos alternativ­os’: hace ver que fue un gobernante exitoso –que no lo fue– que transformó la ciudad... y se crea una ficción muy bien en la línea de Trump creyéndose un caudillo redentor” (su hijo tiene un juicio pendiente por obtener contratos millonario­s, al amparo de papá).

Él tendrá la llave de la Presidenci­a, si queda en tercer lugar.

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