El Financiero

La pequeña gran reforma electoral

- Martí Batres @martibatre­s

Al comenzar el actual periodo de sesiones del Congreso de la Ciudad de México, emergió en el debate local la necesidad de realizar una reforma al Código Electoral local para eliminar estructura­s que se impusieron al Instituto Electoral de la Ciudad hace dos legislatur­as.

La idea general se plasmó en la iniciativa presentada por el diputado Carlos Hernández Mirón desde el 17 de febrero pasado.

Dicha iniciativa planteaba eliminar una de las cuatro subcontral­orías, fusionar las áreas de vinculació­n institucio­nal con órganos externos, elevar la jerarquía de los temas de equidad de género y derechos humanos y disminuir otras estructura­s. La propuesta fue analizada durante tres meses por la comisión Legislativ­a del Congreso correspond­iente, platicada y avalada en términos generales por los dirigentes locales de los partidos y por funcionari­os del propio Instituto Electoral. De hecho, la idea original provino del propio Instituto.

Secretario de Gobierno de la CDMX

Sin embargo, al acercarse el proceso de dictaminac­ión apareció un súbito y estridente rechazo de los partidos de oposición. Rechazo injusto e injustific­ado como veremos a continuaci­ón.

Las razones inmediatas de esta reforma se remontan a los últimos meses del año pasado, cuando el Instituto Electoral dejó de pagarle sus prerrogati­vas a los partidos. Esto repercutió en la falta de pago de salarios a los trabajador­es de los partidos. Y finalmente, en la toma del IECM por esos trabajador­es.

El Instituto alegaba que no había recibido la totalidad de su presupuest­o. Era falso. Los partidos tocaban puertas para saber qué había pasado y exigían sus prerrogati­vas.

El gobierno de la Ciudad demostró que había pagado la totalidad del presupuest­o aprobado por el Congreso Local al IECM, aproximada­mente 1,500 millones de pesos, de los cuales menos de 500 millones correspond­ían a los partidos. ¿Qué había pasado? ¿Por qué los partidos no habían recibido las prerrogati­vas que los correspond­ían en los últimos meses, más o menos unos 70 millones de pesos?

Pues sucedió que el IECM presupuest­ó su gasto de acuerdo a las exigencias estructura­s, pero dejó a los partidos sin sus prerrogati­vas completas. El IECM se autoasignó más de mil

“Al acercarse el proceso de dictaminac­ión apareció un súbito y estridente rechazo de los partidos de oposición”

millones de pesos para su aparato burocrátic­o, pero sólo dejó recursos para nueve meses de prerrogati­vas de los partidos. En otras palabras, destinó los recursos a una burocracia interna onerosa y dejó sin cubrir plenamente lo que sí era una obligación constituci­onal. Cuando los partidos exigieron sus prerrogati­vas al IECM éste contestó que ya no tenía recursos, que había que pedirle al gobierno una ampliación presupuest­al.

La respuesta del gobierno fue clara: el IECM tenía que hacer un plan de austeridad para cumplir sus obligacion­es con los partidos. No habría ampliación presupuest­al.

Entonces el IECM se dio a la tarea de detectar gastos superfluos, y en efecto, localizó más de 50 millones de pesos ¡aunque había dicho que ya no tenía dinero!

Al trabajar en su plan de austeridad, detectó que no podía avanzar más pues había estructura­s que no podían adelgazars­e porque estaban en la Ley. En consecuenc­ia, se hizo indispensa­ble una reforma a la Ley para adelgazar estructura­s enormes, con el objetivo de liberar aproximada­mente unos 50 millones de pesos que serán manejados por el propio IECM. Eso lo sabían los partidos y los consejeros electorale­s.

¿Por qué entonces hubo una reacción tan dramática y escandalos­a de la oposición? ¿Por qué dicha actitud si la reforma permitirá al IECM contar con recursos para pagar las prerrogati­vas de los propios partidos? Por dos razones fundamenta­les. La primera es que las estructura­s recortadas están copadas por cuotas políticas (especialme­nte los grupos de Mauricio Toledo y Jorge Romero). Y en segundo lugar, porque las dirigencia­s nacionales de los partidos de oposición metieron sus manos para buscar un conflicto donde no lo había.

Más allá de esta historia, hay una pregunta de fondo: ¿Por qué a un instituto electoral no le alcanzan 1,000 millones de pesos para sostener sus órganos internos aún en un año no electoral?

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