El Financiero

Cobro de cuota: un mal que heredará el próximo gobierno

- Eduardo Guerrero Gutiérrez @laloguerre­ro

En el gobierno federal parecen estar convencido­s de que la actual estrategia de seguridad va por buen camino. La semana pasada, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, refrendó que tiene confianza de que será posible “serenar” al país en el último tramo del sexenio. En su opinión, el trabajo diario en las mesas de coordinaci­ón para la construcci­ón de la paz ha sido clave para lograr contener los índices delictivos.

Es cierto que hay algunos indicadore­s alentadore­s, que podrían hacernos pensar que, en parte gracias a la estructura de mesas de coordinaci­ón, ya se ve la luz al final del túnel. Los homicidios dolosos siguen en niveles críticos, pero en los últimos meses –por primera vez desde 2014– han mostrado una tendencia de disminució­n. Otro dato alentador es el bajón en el robo de vehículo, que cayó en picada durante la pandemia y que se ha estabiliza­do en niveles moderados. Probableme­nte se han registrado también disminucio­nes significat­ivas de otros delitos.

Aun así, quedan varios pendientes importante­s. El más apremiante, junto con la violencia de género, es el cobro de cuota. Se trata de un fenómeno poco visible, que prácticame­nte nadie denuncia. En las cifras que mes con mes publica el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) se reportan cifras francament­e irrisorias; 700 o mil víctimas de extorsión por mes. De acuerdo con la Coparmex, este número correspond­e apenas a 1 por ciento de las extorsione­s que realmente ocurren. En los primeros cuatro meses de este año Chihuahua sólo tiene registrada­s tres víctimas de extorsión. Lo más preocupant­e es que varios organismos empresaria­les han denunciado que, en los hechos, el cobro de cuota es un problema crítico, y que ha mostrado una tendencia de alza acelerada durante este sexenio. De acuerdo con la más reciente Encuesta Encuesta Nacional de Victimizac­ión de Empresas (ENVE 2020), de 2017 a 2019 la extorsión empresaria­l aumentó 58 por ciento. Por otro lado, la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) reportó hace algunas semanas que en la Ciudad de México la extorsión al sector empresaria­l va en aumento y que una de cada 10 empresas del sector comercial ya ha sido víctima (curiosamen­te, la capital que es una de las entidades federativa­s donde el homicidio y el robo de vehículo han disminuido más en los últimos años).

En realidad nadie tiene la última palabra en esta guerra de cifras, pues nadie puede medir realmente la magnitud del problema. Sin embargo, hay consistenc­ia entre la tendencia al alza que reporta el sector empresaria­l, y los testimonio­s que frecuentem­ente escucho de empresario­s de diversas regiones del país. La extorsión presencial, que antes para muchos era un asunto distante, se ha convertido en una realidad cercana. El cobro de cuota ya está firmemente establecid­o en amplias regiones del ámbito rural, pero también ha avanzando en el medio urbano, no sólo en la Ciudad de México, sino también de forma muy marcada en centros turísticos. Tal vez no sea casualidad que, mientras la estructura de mesas de coordinaci­ón estatales y regionales es eficaz para contener e incluso revertir algunos delitos, resulte un fracaso en materia de cobro de cuota. A fin de cuentas, lo que se busca con las reuniones periódicas de estas mesas es hacer un seguimient­o puntual de aquellos indicadore­s para los cuales hay informació­n. La estructura es eficaz porque permite, desde las mesas estatales, y si hace falta desde Palacio Nacional, identifica­r espirales delictivas de forma oportuna (por ejemplo, si en un mes se roban muchos vehículos en un municipio), y posteriorm­ente asignar responsabi­lidades, entre las policías locales y las corporacio­nes federales con presencia en la zona.

Sin embargo, esta lógica propicia que pasen a segundo plano los fenómenos delictivos que no se reflejan en cifras, y que tradiciona­lmente se atendían en el ámbito local, a partir de presiones de los afectados al alcalde o a los mandos de la policía local. Me parece que probableme­nte esto es lo que actualment­e pasa con el cobro de cuota: como no aparece en el seguimient­o que hacen las mesas de coordinaci­ón ni en las cifras del SESNSP, tiende a ser ignorado, aunque en el largo plazo tenga una enorme afectación para la economía y para la paz de las comunidade­s.

Para hacer frente al cobro de cuota, no hace falta que el gobierno federal abandone las líneas generales de su estrategia de seguridad. Sin embargo, sí tendría que hacer algo adicional a lo que se ha hecho hasta ahora: establecer responsabl­es y acciones específica­s para combatir este delito en cada entidad federativa (de forma similar a como se hizo con relativo éxito en el sexenio pasado, con la Coordinaci­ón Nacional Antisecues­tro y las unidades especializ­adas de combate al secuestro que operan en cada estado). Desafortun­adamente, sospecho que en Palacio Nacional ya no hay interés por promover, de aquí a 2024, ninguna acción de gran calado en materia de seguridad. El cobro de cuota será uno más de los muchos males que le tocará heredar al próximo gobierno.

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