El Financiero

Incertidum­bre

- Macario Schettino Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Pues hubo ayer elecciones, pero no hablaremos de ellas, como ya le habíamos anticipado. Los resultados salen tarde, y arriesgar la columna con dichos, conteos o botepronto­s, no es buena idea. Tendremos tiempo después. Prefiero continuar con usted lo que platicamos el viernes. A partir de hoy estamos en el último año del presidente López Obrador. En realidad, le faltan dos años y tres meses, pero para junio de 2023 será ya el momento de la sucesión en serio, y no lo que hemos visto hasta ahora. Será entonces cuando puedan liberarse candidatos y candidatas, unos detenidos hoy porque si se asoman los golpean, otros porque no pueden salirse del nido. En 12 meses, al otro día de la elección de Estado de México y Coahuila, todo será diferente.

Para junio de 2024 elegiremos a un nuevo presidente(a), a todo el Congreso, a los gobernador­es de Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán, y a los treinta Congresos locales que faltarán después de Coahuila y Estado de México, elegidos en 2023. En este año que inicia hoy, dos coalicione­s, con dos satélites, se pondrán a prueba. La primera coalición es la presidenci­al, Morena y PT, que deben sumar cerca de 40% de las preferenci­as en estos días; la otra coalición es la que se recuperó en 2021: PAN, PRI y PRD, que debe superar a la anterior en un par de puntos. Los dos satélites son el Partido Verde, hoy aliado del gobierno, y Movimiento Ciudadano, hoy esquirol del gobierno. Entre los dos, en 2021, sumaron poco más de 12%. Nos faltan unos puntos, que hoy se los podemos asignar al margen de error.

Note usted que no hay nada claro. Si la coalición presidenci­al puede mantenerse, junto con la alianza con el Verde y la cercanía de MC, hablamos de más de la mitad de los votos. Nadie podría ganarles. Pero si el polo de atracción es el contrario, y a PAN-PRI-PRD se sumasen los dos satélites, hoy mismo tendrían mayoría en la Cámara de Diputados, y la capacidad incluso de promover un juicio político al Presidente. Si, como piensa esta columna, hay abundantes razones para ese juicio, lo único que detiene a la clase política es el miedo al mito de la popularida­d.

Pero ese mito, y el miedo que lo acompaña, no es fácil que dure eternament­e. Pocos mitos lo han logrado: el de Hidalgo y Morelos, creado por los liberales

Profesor de la Escuela de Gobierno,

En este año que inicia hoy, dos coalicione­s, con dos satélites, se pondrán a prueba

del XIX; el de Juárez, creado por los revolucion­arios; el de Cárdenas, fundador del régimen de la Revolución, que para elevarse, se acompañó de Villa y Zapata. Pero el único que logró vivir en estado mítico fue el divisionar­io de Jiquilpan. Los demás eran cadáveres para cuando fueron ungidos.

Nadie puede saber qué viene en estos dos años. No está de más recordar la triste historia de Salinas, que a 12 meses de terminar su sexenio era el presidente más popular jamás visto. No sobra poner las cosas en contexto: una muy posible recesión en Estados Unidos en estos 24 meses; una segura elección muy disputada en ese país, con México como receptor de golpes; un entorno internacio­nal de una complejida­d no vista en 100 años.

Por eso creo que no debemos apresurarn­os con escenarios resultante­s de alguna elección estatal, o de una encuesta aislada, o incluso de una aparente tendencia. La incertidum­bre ocurre cuando no sólo no podemos imaginar el resultado, sino ni siquiera los escenarios y sus probabilid­ades. Ahí estamos hoy. Frente a la incertidum­bre, lo peor que puede hacerse es definir el camino de antemano. Al revés, la clave del éxito consiste en tener la flexibilid­ad necesaria para adaptarnos a escenarios que hoy ni siquiera podemos imaginar. A ponerse flojitos, pues.

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