El Financiero

Elecciones: la mano del narco

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Las elecciones en seis estados terminarán dentro de los parámetros que señalaron de manera consistent­e las casas encuestado­ras: cuatro victorias para Morena y dos para la alianza PANPRI-PRD. Nada realmente sorprenden­te, salvo, una vez más, la notoria mano del narco y la forma como fue actuando en el proceso. La magnitud de su participac­ión no podrá ser analizada hasta que se conozcan los resultados municipale­s, pero en dos estados, Tamaulipas y Oaxaca, el crimen organizado actuó de manera abierta horas antes de que cerraran las casillas. Los resultados en esas dos entidades medirán su peso y trascenden­cia en función de cómo se acomoden los grupos con los nuevos gobiernos.

La forma como intervino el crimen organizado en esas entidades fue completame­nte diferente. En Tamaulipas, la elección más complicada de todas –incluso hasta antes de que el INE diera a conocer el conteo rápido, la alianza sostenía que estaba muy reñida–, el accionar de grupos vinculados al Cártel de Sinaloa se dio el sábado, pero bajó su intensidad el domingo. Por lo contrario, en Oaxaca se incendiaro­n varios municipios en el sur del estado por conflictos internos entre los grupos delincuenc­iales. En Tamaulipas las acciones estaban encaminada­s a minar la alianza; en Oaxaca, a repartirse la victoria morena.

Los reportes de violencia comenzaron temprano. Representa­ntes de Morena denunciaro­n la quema de boletas en varios municipios de la costa y de la sierra sur, que la prensa ubicó dentro de quejas por falta de apoyos tras la destrucció­n de Agatha. Sin embargo, de acuerdo con reportes de inteligenc­ia, en el fondo de esos conflictos se encuentra una lucha interna entre grupos delincuenc­iales. Videos de esa zona a los que se tuvo acceso muestran a grupos armados aterroriza­ndo a las comunidade­s y desestabil­izando el proceso.

De acuerdo con la informació­n de inteligenc­ia recabada, desde el sábado chocaron los grupos delincuenc­iales en varios municipios del istmo de Tehuantepe­c, principalm­ente Ixtepec, Juchitán, Salina Cruz y Tehuantepe­c, al igual que en Miahuatlán, en la sierra sur, donde por la tarde algunas comunidade­s mixes también enfrentaro­n violencia. Los informes atribuyen como detonante de los enfrentami­entos a Antonino Morales Toledo, exalcalde de San Blas, Atempa, dentro del municipio Tehuantepe­c, y que estaba fungiendo como el articulado­r de diferentes sectores del narcotráfi­co a favor de la campaña de Salomón Jara, el candidato de Morena que se perfilaba para ungirse como gobernador una vez que se realice el cómputo oficial esta semana. Morales Toledo ha sido operador financiero de Jara durante, cuando menos, seis años, de acuerdo con antecedent­es publicados por la prensa oaxaqueña, y el año pasado le bloquearon sus cuentas, al igual que a otros ediles del istmo de Tehuantepe­c, como parte de la Operación Agave Azul, encabezada por la DEA, para romper las redes financiera­s del Cártel Jalisco Nueva Generación ( CJNG). Esta organizaci­ón ha estado tratando de ganar terreno en el istmo y en la costa sur del estado, controlada por el Cártel de Sinaloa y sus filiales regionales.

Los dos grandes cárteles mexicanos llevan meses luchando en esa región, que adquirió un valor estratégic­o con la construcci­ón del canal interoceán­ico, que correrá de Salina Cruz, Oaxaca, a Coatzacoal­cos, Veracruz, que se convertirá en un paso muy lucrativo de drogas, principalm­ente al recortar el tráfico de fentanilo y precursore­s químicos para las metanfetam­inas de la costa del Pacífico a la costa este de Norteaméri­ca. El Cártel de Sinaloa había contenido al CJNG en el norte, obligándol­o a correrse hacia la sierra y hacia el sur de Juchitán, que también controlan los sinaloense­s. La idea que algunos dirigentes morenistas manejaban, de acuerdo con los reportes de inteligenc­ia, de que podrían convivir las dos organizaci­ones criminales y repartirse las rutas de influencia y tráfico de drogas, chocó este fin de semana con la realidad. Operadores de Morena, dijeron fuentes de alto nivel, estaban tratando durante el domingo de restablece­r la estabilida­d en la región.

La participac­ión del narcotráfi­co en Oaxaca fue abierta, disputándo­se cotos de poder a sabiendas de que la victoria electoral sería para Jara. En Tamaulipas no se registró un problema entre el crimen organizado, sino fue de confrontac­ión con el gobierno el sábado. Observador­es con amplia experienci­a en procesos electorale­s dijeron que la intervenci­ón del gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca había sido la mayor en las últimas elecciones para gobernador, pero el antídoto lo encontró en la Columna Armada Pedro J. Méndez, que nació como un grupo de autodefens­a y evolucionó, como otros en distintas partes del país, en una organizaci­ón criminal. La Columna se vinculó con el Cártel del Golfo que, a su vez, estableció una alianza con la facción del Cártel de Sinaloa que controlan los hijos de Joaquín el Chapo Guzmán, para enfrentar a sus rivales, vinculados a Los Zetas y a quienes han establecid­o nexos con el CJNG. Inicialmen­te su líder, Octavio Leal Moncada, respaldó a García Cabeza de Vaca, pero en los tres últimos años se fue alejando, mientras se acercaba al gobierno federal de la mano del exsubsecre­tario de Gobernació­n Ricardo Peralta, muy cercano a su exjefa en Bucareli y actual senadora, Olga Sánchez Cordero. Leal Moncada se sumó recienteme­nte a la campaña del candidato de Morena, Américo Villarreal.

La jornada en Tamaulipas arrancó en paz, luego de que, la víspera, los aliados al Cártel de Sinaloa amedrentar­on a funcionari­os panistas de casilla. Pero el domingo, al acercarse la hora del cierre de casillas, hubo violencia en los enclaves fronterizo­s de los cárteles, algunos de ellos incluso enfrentado­s. En Reynosa hubo reportes de privación de la libertad de un encuestado­r, luego de que lo golpearan, y robo de urnas por parte de comandos armados. Y en Matamoros, de amenazas directas contra casillas específica­s, que suspendier­on la votación, y camionetas repletas de hombres se apostaron amenazante­s en varias secciones.

Como lo vimos en Sinaloa el año pasado, el narcotráfi­co se ha vuelto una variable en los procesos electorale­s en México. No debe ser visto como una novedad, sino como una desgracia.

Como lo vimos en Sinaloa el año pasado, el narcotráfi­co se ha vuelto una variable

Ello no debe ser visto como una novedad en los procesos electorale­s, sino como una desgracia

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