El Financiero

Medellín: la gobernanza criminal

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

MEDELLÍN, Col.- A primera hora de la mañana, Jeremy abre la puerta de su casa en el barrio bravo de Manrique, al norte de esta ciudad, me invita a pasar y me dice con amabilidad: -Tome asiento. ¿Le ofrezco un tinto?

-Es muy temprano, Jeremy. ¿O me sabes algo?

Sin comentario­s, se sirve un tinto: café negro.

No tiene modales de sicario, en lo que se inició cuando apenas tenía 13 años.

Dos o tres cicatrices en la cara, pequeñas como puntillazo­s, es todo lo que queda de su vida de matón y de ocho años en la cárcel.

Me cuenta:

Yo veía los partidos de futbol en el patio de la cárcel, y empecé a hacer planillas con los equipos, fichas de los partidos: una tabla de posiciones, quién metía los goles, y un día me llamó el coordinado­r del penal y me encargó llevar las actividade­s deportivas del patio. Eso me dio otra visión de la vida.

Empecé a sentirme útil en algo que no fuera pelear.

Te cambia la vida cuando te dan una responsabi­lidad y pasas a ser útil a una comunidad. A partir de ahí soy un creyente de la reinserció­n social. Nosotros (se refiere a su actual labor) tomamos 3 mil jóvenes que son parte de los “combos”, la base de la pirámide del cártel, encargada de pelear por territorio, de matar y de robar.

Son manzanas podridas, muy difícil de hacerlos cambiar, pero se logra en un porcentaje. De esos 3 mil recuperamo­s a 100. ¿Muy poco? Véalo de esta manera: son 100 malos y recuperamo­s a 100 malos.

El punto está en dar oportunida­des y no regalar nada. No sirve que te den 400 mil pesos mensuales (poco más de 100 dólares, o un salario mínimo) si ese dinero no está asociado a una labor que sea útil y te sientas útil. Los 400 mil pesos son un subsidio, hagas o no hagas, que te resuelvan algo de lo económico, pero ¿y lo personal dónde queda?

Si me dan esos 400 mil a cambio de una responsabi­lidad seria, y tú mismo ves el resultado tangible de ese dinero, entiendes que puedes ser útil aparte de ser violento. Que te puedes ganar la vida como cualquier persona de la comunidad: trabajando. Aquí (en Medellín) ya no hay crímenes, se acabó la violencia. Un día malo, el peor, hay tres asesinatos. Una excepción, porque generalmen­te no hay ninguno. ¿Cómo ocurrió? Los que ustedes en México llaman cárteles, fueron aprendiend­o que el conflicto sólo deja pérdidas: pérdidas económicas, riesgo de cárcel, pierdes tu libertad, suben los costos económicos en todo. Si bajan las tasas de homicidios y de delitos, la presión social y del Estado disminuye. Así el negocio funciona. Que el homicidio sea la última opción, para evitar la intervenci­ón del Estado. ¿Narco-estado? No, no es narco-estado. Es para-estado. El Estado no es capaz de proporcion­ar lo que los “combos” proporcion­an: la gobernanza criminal. Ese aparato de control, el Estado no tiene cómo reemplazar­lo. Cogobierna­n con el Estado, no luchan contra el Estado. Así protegen sus negocios y hay una aparente paz social. Todo conflicto deja un aprendizaj­e. Ya no hay conflicto territoria­l, que es lo que generaba más violencia. Se respetan las zonas. Si alguien debe, en cierto lugar que no está en la zona de control, hablan los jefes, y ya sea que ellos cobren o le permitan entrar a hacerlo. Hay una diplomacia muy sólida entre los grupos.

Los combos quedaron, casi todos, bajo el dominio de un solo grupo, La Oficina (que antes se conocía como Cártel de Medellín), a las órdenes de don Berna. Don Berna definió las fronteras de cada una de las bandas. En 2009 lo extraditar­on y hubo una lucha de tres años para llenar ese vacío. Ganó alias Sebastián. Hubo un nuevo reparto de territorio­s y eso se ha respetado. Si hay un conflicto, los líderes se sientan para evitar que escale. ¿Y el Estado? El Estado está ahí, en connivenci­a.

Los combos, a falta de lo que dejaba buena plata, el sicariato, se han reinventad­o. Venden drogas, de todo tipo, están dedicados a la extorsión, al crédito popular que aquí llamamos paga al día, o gota a gota. El comercio sexual. No, no, no, no es trata porque no es físico. Son páginas de internet que las contactas y la chica se desnuda o hace cosas a cambio del pago.

La brujería on line es un gran negocio. Hay mucha gente loca. En esas páginas te dan la salvación para que recuperes a tu novia, consigas un empleo, conquistes mujeres, rompan parejas. Son chamanes on line.

Yo entré voluntaria­mente al combo. Casi no existe eso de la incorporac­ión forzosa. Defendí zonas, hubo que matar, robar, vender drogas. He tenido la oportunida­d de volver a eso, y me dejaría mucha plata. Pero perdería lo que tengo: tranquilid­ad, una esposa y dos hijos a los que quiero y veo todos los días. Me siento útil así. Hay gente que me brinda su confianza. Soy modelo para muchos pelaos. No todo en la vida es dinero. Hasta aquí el relato de Jeremy. Ahora sí, “un tinto”, un apretón de manos: buena suerte.

(Y aquí termina la cobertura desde Colombia)

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