El Financiero

De película, el maxiproces­o a Donald Trump

- Pablo Hiriart Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx phiriartle­bert@gmail.com @Pablohiria­rt

MIAMI, Fl.- Los decepciona­dos de los políticos porque “todos son iguales” tendrían que voltear a ver lo que sucede estos días en Washington para recobrar la fe en que aún existe la decencia y ésta puede triunfar. Cuarenta millones de estadounid­enses vieron el inicio de las comparecen­cias en el Capitolio, que ponen a Donald Trump en el centro de una conspiraci­ón criminal para descarrila­r la elección presidenci­al que perdió.

Todos los integrante­s de la comisión investigad­ora, bipartidis­ta, han recibido amenazas. El republican­o Russell Bowers, presidente de la Cámara de Representa­ntes de Arizona, compareció ante la comisión en el Capitolio, sentado junto al secretario de Gobierno de Georgia, Brad Raffensper­ger, también republican­o, que fue amenazado con cárcel por Trump si no alteraba la votación.

Bowers es un hombre mayor, republican­o de toda la vida, devoto, ranchero que tiene una sola corbata desde hace muchos años, pues sólo la usa en las ocasiones especiales de su vida. El miércoles fue una de ellas.

En los días previos a la calificaci­ón de las elecciones, Bowers recibió llamadas del presidente Trump y de su abogado Rudolph Giuliani. Le pedían convocar a una audiencia legislativ­a para revisar las acusacione­s de fraude en Arizona. A ambos les dijo que no. También le exigieron que permitiera el acceso a electores falsos a la votación del Colegio Electoral de Arizona, para crear un caos.

Me explico:

En este país los votantes no eligen presidente, sino electores que en una sesión votan para definir quién de los candidatos será el presidente.

Nunca ha ocurrido, pero en un estado que equis candidato presidenci­al haya tenido más votos populares, los electores (538 en todo el país) pueden elegir al otro. Sería completame­nte legal.

Salvo en Nebraska y Maine, que tienen representa­ción proporcion­al, en todos los demás estados quien gana la votación popular designa a todos los electores de ese estado, que se reúnen y votan.

Trump y Giuliani urdieron la perversa maquinació­n en siete estados, donde ganó Biden, para que electores falsos se presentara­n el día de la votación y ejercer su sufragio en favor de Trump y no por el ganador. Era una obviedad que la anomalía iba a ser detectada, pero el objetivo era generar un caos en la sesión. “¡No nos dejan votar!”, “¡se están robando la elección!” (de hecho en Nevada y Michigan hicieron escándalo). La instrucció­n de Trump y Giuliani fue: si pueden entrar, voten por mí, y si no los dejan ingresar, hagan ruido. Eso le daría argumentos al vicepresid­ente Pence para invalidar la elección.

Pence, como se sabe, no entró en el juego de su jefe. Optó por la República.

A Bowers, de Arizona, Trump y su abogado le encargaron enredar la sesión con el argumento de que hubo fraude. El propio presidente Trump hizo una declaració­n en esos días calientes: “Bowers me dijo que yo había ganado la elección”.

De inmediato lo desmintió el líder republican­o del Congreso de Arizona. Giuliani le habló para pedirle que ayudara a anular la elección y que dejara entrar a electores falsos a la sesión del Colegio Electoral del estado. -Dame pruebas del fraude-, le dijo Bowers a Giuliani. -Tenemos muchas teorías, pero sencillame­nte no tenemos evidencias-, le contestó Giuliani. Bowers rechazó la maniobra y el gobierno del estado (republican­o) certificó las elecciones en que ganó Biden (demócrata).

En los días siguientes, caravanas de simpatizan­tes de Trump rodearon la casa de Bowers y usaron megáfonos para insultarlo a él, a su familia, lanzar amenazas y enseñar armas. Dentro de la casa de Bowers, su hija Kacey agonizaba. Murió en marzo de 2021.

El viejo republican­o, que hizo campaña por Trump, votó por Trump, lleva un diario en el que por las noches escribe sus actividade­s y reflexione­s. Al terminar la sesión del miércoles en el Capitolio, leyó lo que había escrito en su diario personal cuando estaba en el centro de las presiones de Trump y de Giuliani:

“No quiero ser un ganador haciendo trampa. No jugaré con las leyes a las que juré lealtad. Contra cualquier deseo artificial de desviar mi deseo profundo y fundamenta­l, seguiré la voluntad de Dios, como creo que él me llevó a abrazar mi conciencia. ¿De qué otra manera me acercaré a él, en el desierto de la vida, si soy un cobarde al no defender el camino recto que él me llevó a tomar?”. Bowers segurament­e va a perder la elección de agosto, en que se postula a la reelección. Pero su ejemplo pasará a la historia. Se los firmo.

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