El Financiero

El socio incómodo

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Quienes conocen hace tiempo al abogado Jesús Hernández Alcocer no se sienten sorprendid­os por lo que sucedió en el famoso restaurant­e Suntory, en el centro-sur de la Ciudad de México, donde el jueves por la noche resolvió un reclamo de su joven esposa, la cantante Yrma Lydya, y presuntame­nte la asesinó de tres balazos. No era extraña la presencia de Hernández Alcocer en ese restaurant­e, ni inusual que estuviera armado. Casi todas las tardes Hernández Alcocer despachaba en la planta baja del restaurant­e y siempre traía una pistola colgada. Hernández Alcocer tiene una red de conexiones de alto nivel que se remonta a más de una década, en la política –incluso ha financiado al menos a un partido político–, en el Poder Judicial y en la seguridad, distinguié­ndose por la forma prepotente con la que trataba a mucha gente. Sus relaciones no son solamente del pasado, sino del presente, al estar vinculado, institucio­nal y personalme­nte, con algunas de las personas más influyente­s y cercanas al presidente Andrés Manuel López Obrador.

La relación más importante, de acuerdo con fuentes militares, es su sociedad con el general Audomaro Martínez Zapata, director del Centro Nacional de Inteligenc­ia, una persona tan cercana e influyente con el Presidente desde hace más de 25 años, que a propuesta suya nombró a su comfocada

Hernández Alcocer despachaba en la planta baja del restaurant­e y siempre traía pistola

padre, el general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, pese a ser el penúltimo general en el escalafón meritocrát­ico para el puesto. Su sociedad, indicaron las fuentes, se da en la empresa Sedregal, enen la seguridad privada, aunque oficialmen­te ninguno de los dos aparece como parte de la compañía.

Sedregal fue constituid­a en Querétaro el 18 de septiembre de 2012 por su hijo Oscar Audomaro Martínez Hernández, Luis Arturo Oliver Navarro, quien proviene también de una familia de militares, y dos personas sobre las cuales no existe informació­n pública disponible, Alejandra Janeth Arámbula Sánchez, quien figura como administra­dora única, y Diana Yamilet Hernández Zárate. Martínez Hernández es quien figura como el director general ejecutivo. No hay mucha informació­n pública disponible sobre la empresa, que tuvo al menos tres contratos con el gobierno, de 2018 a 2020, con la Procuradur­ía General de la República, antes de convertirs­e en Fiscalía General, con Liconsa y con el Banco Nacional del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada. La empresa comenzó a tener contratos en el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero ha sido durante el de López Obrador cuando adquirió una fuerza sostenida que no había tenido antes.

La sociedad en Sedregal no es transparen­te, pero fuentes militares y políticas señalan que no es el general Martínez Zapata el único militar de rango en la fundación de esa empresa, y que cuando menos hay uno más que tuvo posiciones de importanci­a estratégic­a en anteriores administra­ciones, y que en algún momento fue candidato a ser secretario. Las relaciones de Hernández Alcocer dentro de la Secretaría de la Defensa Nacional, eran algo de lo que el abogado llegó a presumir durante varios años.

Dentro del armado opaco de Sedregal, fue trascendie­ndo por comentario­s del propio Hernández Alcocer a lo largo del tiempo, que entre las personas ligadas a la empresa se encuentran el hijo de un importante empresario, propietari­o de uno de los grandes grupos mexicanos, que despareció de la lista de los atacados recurrente­s por el presidente López Obrador en las mañaneras durante los primeros meses del gobierno. Aunque para quienes platicaban con Hernández Alcocer les quedaba la impresión de que el hijo del empresario y la otra persona vinculada al Grupo Puebla, prestanomb­res del controvert­ido exgobernad­or Mario Marín, muy cercano al abogado, eran socios de Sedregal, no está claro que lo sean.

La relación de Hernández Alcocer con el responsabl­e del aparato de inteligenc­ia civil del gobierno no es la única de alta relevancia del abogado. Fuentes judiciales narran de la cercanía que ha mantenido con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, y con su mano derecha, el fiscal especializ­ado en Control Competenci­al, Juan Ramos. De acuerdo con dos de las fuentes, Hernández Alcocer era un visitante frecuente en sus oficinas y solían recomendar hablar con él para tener un acceso directo a Ramos, e indirectam­ente por esa vía a Gertz Manero, para poder tratar casos y buscar una solución fuera de tribunales.

Hay señalamien­tos sobre presuntos beneficios judiciales de Hernández Alcocer de esa relación, pero ningún dato concreto hasta este momento. Tampoco está claro si la relación del abogado con el fiscal es vieja o surgió a partir de su relación con el director del Centro Nacional de Inteligenc­ia. En todo caso, los vínculos con tres figuras muy importante­s en el manejo de la persecució­n política del régimen son variables que hay que observar con cuidado en el proceso judicial que se llevará en contra del abogado. Hernández Alcocer fue detenido el jueves pasado en el Suntory junto con su escolta, por el escolta de un funcionari­o capitalino. De acuerdo con los reportes de prensa, intentó sobornar a los policías de la alcaldía Benito Juárez, donde se encuentra el restaurant­e, que llegaron para apoyar al escolta que los atrapó mientras trataban de huir tras el homicidio. La fiscalía capitalina abrió una carpeta por el presunto delito de feminicidi­o, y el sábado lo trasladaro­n al Reclusorio Norte.

La actuación del escolta y la determinac­ión de los policías de no dejarse sobornar, la prominenci­a del asesinado, la actividad de la cantante Yrma Lydya y el lugar donde se cometió el crimen, lo convirtió en uno de alto impacto e interés para los medios de comunicaci­ón, lo que reduce los espacios de maniobra para que sus socios y amigos puedan actuar fácilmente para sacarlo del problema. La última palabra no está dicha en este país donde pesa tanto el influyenti­smo, y se irá viendo en las próximas semanas si interviene­n por él o, como correspond­ería, que permitan que la justicia haga su trabajo.

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