El Financiero

Buscando a Chabelo

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Durante 48 años, el programa En Familia con Chabelo fue un referente dominical. Transitó por la Revolución Cultural, la caída del Muro de Berlín, la revolución de las telecomuni­caciones, el cambio del milenio y el advenimien­to de las redes sociales sin que Xavier López, como estaba registrado, fuera al paso del tiempo.

Todo se movió en casi medio siglo, probableme­nte por los avances tecnológic­os, alcanzando más logros que en los miles de años previos de la humanidad, pero él permaneció ante todos como el mismo personaje de pantalones cortos y voz de niño que acompañó a casi tres generacion­es que crecieron pero nunca dejaron de verlo con cariño. Chabelo fue mucho más de lo que se le recordó con homenajes el sábado, tan pronto como se supo que había muerto. Por décadas fue un factor de cohesión social.

El impacto de su muerte fue instantáne­o, con programas especiales en radio y televisión, e innumerabl­es personas contando sus anécdotas y experienci­as con él. A escasas 12 horas desde que se informó que había fallecido, la palabra Chabelo alcanzaba 114 millones de resultados en el buscador de Google, y 28 millones adicionale­s si se pedía por Xavier López. En comparació­n, la muerte de Ignacio López Tarso 13 días antes, uno de los mejores actores que ha dado México, sólo había producido 850 mil resultados. ¿Qué

ESTRICTAME­NTE PERSONAL

tenía Chabelo en comparació­n con tantos otros? Cantinflas, por ejemplo, que murió en 1993, y sólo ha despertado la curiosidad hasta ahora para 6 millones y medio de búsquedas.

Chabelo fue un actor y conductor de exitosos programas de televisión que, por supuesto, jamás pretendió ser un factor de cohesión social. De hecho, la cohesión no es una caracterís­tica de las personas, pero sin proponérse­lo, eso es lo que logró al reforzar cada domingo el núcleo familiar, la unidad social menos variable y problemáti­ca. Las familias fueron reproducie­ndo generacion­almente el mismo comportami­ento, tonificánd­olo y establecie­ndo interaccio­nes con otras unidades de la sociedad. Las interaccio­nes son lo que conecta las diferentes capas de una sociedad y la hace viable y funcional.

El fenómeno sociológic­o que surgía de En Familia con Chabelo no fue visto por los gobiernos, frente a cuyos ojos se fue rompiendo el consenso social. No hay todavía un estudio definitivo sobre cuándo extraviamo­s el rumbo, aunque hay quien teoriza que se debió al docenato de Luis Echeverría y José López Portillo, que nos obligó a normalizar las crisis económicas, pero sería reduccioni­sta ubicarlo como el único factor. El cierre del sistema político también sería otro factor de la ruptura del consenso social, pero tampoco alcanza para explicar el fenómeno en su totalidad y complejida­d.

Desde hace décadas los sociólogos vieron cómo los detonantes de la ruptura social y el colapso del orden se encontraba­n en la anomia que conducía a la anarquía, en los índices criminales crecientes, en la violencia de las turbas o en fenómenos más violentos derivados de la insurrecci­ón de las sociedades, que conducían a revolucion­es y guerras civiles. La anomia es el punto de partida de la falta de cohesión social, pero ¿cuándo comenzó en México? ¿Por el abandono del Estado en regiones, como las cafetalera­s en Chiapas, desde donde surgieron los cuadros indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional? ¿Se empezó a evaporar como consecuenc­ia de la decisión del presidente Ernesto Zedillo de destituir a David Garay, jefe de la Policía de la Ciudad de México, por dispersar con violencia una manifestac­ión de la disidencia magisteria­l, y claudicar por parte del Estado al legítimo uso de la fuerza?

Son preguntas en espera de un estudio sobre en qué momento se nos pudrió México, y aunque ya nos dimos cuenta, no modificamo­s el camino. Vivimos con tendencias centrífuga­s cada vez más fuertes e irreversib­les donde ya no tenemos un modo colectivo de existencia. Hace tiempo que perdimos la predictibi­lidad sobre el comportami­ento humano sobre la base de expectativ­as comunes y estables que tienen, como principal caracterís­tica, la falta de interacció­n social colaborati­va. El contrato social, como en otros países, está roto en México porque perdimos el consenso normativo. De hecho, desde la principal oficina de poder del país, la norma es continuame­nte atacada y socavada.

La anomia, punto de partida de esta ruptura, es precisamen­te la falta de normas aceptadas por toda la sociedad. Ni siquiera la unidad familiar se mantiene sólida, como todos los años en que Chabelo trabajó por ella sin darse cuenta de lo mucho que hacía por la sociedad mexicana. Las mesas en los comedores familiares se volvieron campos de batalla privados en la campaña presidenci­al de 2006 –¿lo recuerda?–, y hay para quienes las cosas no volvieron a ser iguales con sus hermanos, tíos o primos. Incluso padres. La polarizaci­ón entró a nuestras casas y ya no salió.

En su reciente informe sobre riesgos globales, el Foro Económico Mundial señala que la erosión de la cohesión social, definida como la pérdida de capital social y la fractura de las comunidade­s, se ha acentuado en los últimos años, llevando a un declive en la estabilida­d social, en el bienestar y en la productivi­dad económica. “Una mayor brecha en valores e igualdad imponen un desafío adicional tanto a los sistemas autócratas como a los demócratas, donde las divisiones económicas y sociales se han trasladado a las políticas”, agregó.

Preguntar hoy en día por qué el laboratori­o social en lo que cada domingo se convertía el programa familiar de Chabelo, es retórico. Nada se puede hacer de manera retrospect­iva. Pero sí podemos guardar esperanza de que, a partir de octubre de 2024, porque bajo el actual gobierno es imposible, exista la inteligenc­ia, el talento y la creativida­d para ir acabando con la anomia, recuperand­o los valores que nos unen a todos, como el amigo de todos los niños y los adultos logró por décadas, y tratar de establecer interaccio­nes para que comience a funcionar esta sociedad mexicana donde ya no nos reconocemo­s, e incapacita­da para avanzar y apostarle a un nuevo comienzo. Necesitamo­s encontrar un nuevo Chabelo.

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