Campo minado
él disfrutará el resultado, quien ocupe Palacio sufrirá el problema. ¿Así se cuida un legado?
Como as bajo la manga ante la previsible derrota, la oposición calienta y enfría a modo la denuncia de una elección de Estado, dando a entender que si gana será pese al fraude y si pierde será a causa de aquel. De darse la derrota como probablemente ocurra, ¿aceptará el resultado u optará por irse al conflicto poselectoral? En tal circunstancia, si la candidata oficial trae la ventaja que presume más le valdría revestir de legitimidad el proceso, en vez de participar del juego de ir por el triunfo sin importar la calidad del proceso.
A tal situación se agrega la pugna al interior del instituto y el tribunal donde, por lo visto, pese a la obligación de organizar, normar, controlar, arbitrar, calificar y enjuiciar la elección, se registra una lucha por el poder y el control de esos órganos. Ir a una contienda electoral reñida con árbitros y jueces agarrados del chongo no es un riesgo, es un peligro. No revisten de certeza al concurso, lo tiñen de incertidumbre.
Ante este cuadro, el crimen está de plácemes. Si cada elección es una ventana de oportunidad para expandir su imperio, esta vez bien se puede decir que los actores políticos y sociales están echando la casa por esa ventana. Habrase visto.
EN BREVE ...
Si en un descuido, el proceso electoral se descarrila antes, durante o después de la jornada electoral no habrá por qué asombrarse. Hay condiciones. Hoy inicia la pausa de cuarenta días, última oportunidad para desbrozar el campo donde se desarrollará la campaña.
Si al menos la presunta ministra tuviera los arrestos para definirse, se agradecería.