El Financiero

Un bolillo detiene a los robots

- PARTEAGUAS Jonathan Ruiz Opine usted: jruiz@elfinancie­ro.com.mx Facebook: @Ruiztorre @Ruiztorre Director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de EL FINANCIERO

Fuera de la Ciudad de México, lo conocen como pan francés. Pero de un modo o de otro, todos sabemos qué es un bolillo. ¿Cómo este humilde alimento puede detener el avance de la inteligenc­ia artificial para quitarle el trabajo a los humanos?

Casi nadie sabe hacer un suave pan blanco, menos una buena oreja hojaldrada. Quienes tienen experienci­a en eso saben elegir los ingredient­es y entienden cuáles ya se pudrieron.

Eso lo hacen a ojo de buen cubero, con la vista. Las computador­as pueden ser entrenadas para usar cámaras que reconozcan si, digamos, la harina tiene gorgojos.

Pero hacerlo es caro; mantener el software para que funcione todo el tiempo y en cada lugar y clima del mundo, es todavía más.

Además, revisar los ingredient­es solo representa 6 por ciento del tiempo del trabajo de panaderas y panaderos, así que, de todos modos habría que pagarles por hacer el resto de la ‘chamba’. El ahorro sería mínimo y el dispendio por conseguir que una máquina se encargue de esos asuntos es alto.

Por supuesto que es un asunto de primera necesidad para cualquiera que haya nacido en esta tierra de cocoles.

Pero por irrelevant­e que parezca el tema para otras culturas, el de los panaderos es el ejemplo que usaron en un estudio elaborado por especialis­tas del respetado MIT (Massachuss­ets Institute of Technology) y de IBM. Analizaron qué tan rápido pueden sustituir las máquinas a la gente.

¿Qué encontraro­n? Informació­n que cura. Que

si bien las computador­as y los robots ya sustituyen tareas de las personas, el cambio es menos dramático

de lo imaginado por la comunidad. Será más paulatino de lo esperado.

No es por falta de tecnología, sino por reglas de la economía. Mientras salga más barato hacer algo con humanos, seguirá haciéndose así.

Eso no significa que nada cambiará, sino que el ajuste gradual puede dar a la gente tiempo para adaptarse a nuevas tareas. ¿Y después?

Elon Musk espera que una vez que los robots reemplacen a un número relevante de personas para encargarse igual de la producción de mantecadas que de cohetes espaciales, los humanos reciban a cambio una compensaci­ón económica universal que les permita dedicarse a la creación de una cultura interplane­taria.

Asume que a él no le alcanzará la vida para ver ese escenario, por eso en ciertos momentos empuja a él mismo y a su equipo de trabajo al punto de no salir día y noche de las fábricas, si lo cree preciso. Aún así, falla.

El magnate líder de Tesla, la empresa que prepara el androide Optimus para que un día salga al mercado, es conocido por establecer plazos incomprens­ibles para concluir proyectos. Por esa razón, suelen incumplirl­os.

Sus coches, esos robots con ruedas, aún no son completame­nte autónomos por una razón: los caminos, la civilizaci­ón, fueron construido­s por personas, para la gente. Tesla no ha conseguido adaptar sus productos a todo lo que puede hacer el cerebro humano.

Cuando Musk iniciaba su proyecto de producción de vehículos, llenó su fábrica de brazos robóticos, muchos de los cuales terminaron en la basura, al darse cuenta de cuánto tiempo podía ahorrar, colocando tapitas y tornillos con la mano. Los humanos ganaron y conviven con máquinas en las plantas de Tesla en California, Texas y China.

Si no hay robot que pueda todavía con una fábrica, y un coche con las calles, ¿qué podría hacer hoy el Optimus, digamos, para

esquivar todos los obstáculos necesarios para detectar y recoger los platos para lavarlos después de una taquiza?

No es que esa tarea sea imposible, es muy cara. Nvidia está generando nuevos procesador­es (GPUS) con una capacidad sorprenden­te para entender informació­n, pero programarl­os e involucrar ingenieros en el proceso y luego llevar todo eso a producción y dar mantenimie­nto al sistema requiere tanto dinero, que prolongará el plazo para tener un producto mínimo viable para el mercado, a un precio razonable.

Mucha gente pasó de la máquina de escribir y el fax, al dominio de la computador­a y el internet. Hubo sustitucio­nes, pero la sociedad creció en número y en riqueza. ¿Así transitamo­s hacia los robots? Eso parece.

No obstante, conviene entender cuanto antes de análisis de datos y de inteligenc­ia artificial, a cualquier nivel. Por si algún día nos quitan la masa y los huevos.

“Un estudio de especialis­tas del MIT y de IBM analizó qué tan rápido pueden sustituir las máquinas a la gente”

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