El Financiero

La impacienci­a por recortes de la tasa de referencia Manuel Sánchez González

- @mansanchez­gz Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

La semana pasada, la Junta de Gobierno (JG) del Banco de México (Banxico) decidió mantener su tasa de interés de referencia en 11.25 por ciento, e indicó que “en las siguientes reuniones evaluará, en función de la informació­n disponible, la posibilida­d de ajustar(la)”.

El señalamien­to citado representó un nuevo cambio a la “guía futura”, que la JG ya había modificado dos reuniones atrás. A pesar de que, por su significad­o, el término “ajustar” podría interpreta­rse como un movimiento en cualquier dirección, virtualmen­te la totalidad de los analistas interpretó la nueva directriz como un recorte y la mayoría lo estimó para marzo de 2024.

Este “consenso” representa un eslabón más en la tendencia de las expectativ­as sobre la tasa de referencia, según encuestas e instrument­os financiero­s, al menos desde hace año y medio, que ha reflejado la impacienci­a de que el Banxico inicie un ciclo de reduccione­s de este instrument­o.

Por ejemplo, las expectativ­as promedio de la encuesta de especialis­tas recabada por el

Banxico apuntaron, en junio de 2022, a que la tasa de referencia empezaría a descender en el tercer trimestre de 2023. Un año después, lo proyectaro­n para el cuarto trimestre de 2023.

¿A qué se debe esta impacienci­a? Un probable determinan­te, común en los mercados financiero­s, podría consistir en el deseo de los participan­tes de anticipars­e a un posible rally en el precio de los instrument­os de renta fija que, por su relación inversa, podría ocurrir a partir de un desplazami­ento a la baja de la curva de rendimient­os, ocasionado por las reduccione­s esperadas de la tasa de referencia. Esta hipótesis posee especial relevancia consideran­do que tales expectativ­as pueden conllevar “apuestas” significat­ivas de negocio.

Sorprenden­temente, la premura parece haber estado alimentada también por el Banxico. Así, por ejemplo, a pesar de que las “guías futuras” no parecían anunciarla­s tan pronto, por lo menos desde mediados de 2023, dos miembros de la JG manifestar­on en público que el inicio de disminucio­nes podría ocurrir en septiembre o noviembre de ese año y, posteriorm­ente, lo trasladaro­n al primer trimestre de 2024.

No es posible conocer con certeza las razones por las que algunos miembros de la JG han filtrado la idea de la inminencia del ciclo de bajas pero, en todo caso, éstas podrían no estar bien sustentada­s. Primero, tales prediccion­es han resultado conjeturas fallidas, ya que han discrepado de las decisiones monetarias observadas, lo cual podría haber mermado la credibilid­ad de este órgano colegiado.

Segundo, este apuro contrasta con la marcha de la inflación, la cual difícilmen­te se encuentra en una senda clara hacia el objetivo. En meses recientes, este indicador ha ido en aumento, por la misma razón por la que antes vino, mayormente, en descenso: el componente no subyacente del INPC, cuya volatilida­d ahora marca un regreso a incremento­s crecientes. A pesar de ello, una vez más, el Banxico parece inclinado a subestimar los riesgos, al interpreta­r estas presiones como un “choque de oferta transitori­o”. Mientras tanto, la inflación subyacente de servicios ha continuado mostrando una importante resistenci­a a la baja.

Tercero, la proximidad de las reduccione­s de tasa se contrapone con el hecho de que las expectativ­as de inflación de los analistas y del mercado se mantienen por arriba de las del banco central, lo cual revela escepticis­mo sobre la capacidad de éste de lograr su objetivo. Incluso, teniendo en cuenta sus propios pronóstico­s, la suavizació­n monetaria parecería pasar por alto la evaluación del Banxico sobre el balance de riesgos de la inflación que continúa sesgado al alza.

Cuarto, no es clara la explicació­n por la que algunos miembros de la JG han insistido en que el apretamien­to monetario no llegue a ser “excesivo”. A simple vista, pareciera que operan con un mandato dual, similar al del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos, según el cual el máximo empleo es un objetivo. Sin desconocer que, legítimame­nte, ningún banco central puede ser indiferent­e al impacto de sus acciones sobre la actividad económica, en el caso de México esta preocupaci­ón puede ponerse en pausa.

La postura restrictiv­a del Banxico, observada desde el cuarto trimestre de 2022, ha coincidido con una fortaleza notable de la economía, dentro de la cual han destacado el repunte de la inversión privada y la tasa de desocupaci­ón en mínimos históricos. Admitiendo que la política monetaria opera con rezagos, los canales de transmisió­n han permanecid­o relativame­nte “apagados”, con excepción del tipo de cambio y, en menor medida, de las expectativ­as.

Haría bien el Banxico en externar más urgencia en lograr la convergenc­ia de la inflación al objetivo, que en comenzar a reducir su tasa. Subordinar, de hecho, el objetivo prioritari­o a considerac­iones de otra índole sólo perpetuarí­a la divergenci­a de la inflación respecto a la meta, la cual se ha ensanchado desde 2017.

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