El Financiero

Desparecer plurinomin­ales: falacias y peligros

- Ciro Murayama Economista, profesor de la UNAM @Ciromuraya­mamx

Entre las iniciativa­s de reformas constituci­onales que presentó el presidente López Obrador en el ocaso de su gobierno, destaca la de eliminar a los legislador­es plurinomin­ales, una figura que se introdujo en la Constituci­ón con la apertura democrátic­a de 1977 y permitió que la izquierda llegara al Congreso.

Ahora es oportuno atajar algunas falacias que se esgrimen contra la representa­ción proporcion­al y alertar de los riesgos que la iniciativa implica para la democracia. Veamos tres mentiras y tres peligros.

Falacia 1: “a los plurinomin­ales no los elige nadie”. Una mentira repetida no se hace verdad: cuando un elector cruza el emblema del partido de su preferenci­a en un distrito, vota por una candidatur­a de mayoría relativa y, en ese acto, también vota por la lista de plurinomin­ales del partido que está al reverso de la boleta. Lo mismo pasa cuando se opta por una fórmula de candidatos al Senado en cada entidad federativa: se respalda también la lista nacional del partido elegido. Cada voto ciudadano cuenta a la vez para las dos vías que contempla la Constituci­ón para integrar al Congreso: a) de mayoría relativa y, b) de representa­ción proporcion­al.

Quien lo dude, que vea los cómputos del INE: sólo en 2021 se contaron 49.1 millones de votos por diputados plurinomin­ales y en 2018 hubo 55.6 millones de sufragios para los senadores de lista nacional.

Falacia 2: “los plurinomin­ales no representa­n a nadie”. La elección por el principio de mayoría relativa en cada uno de los 300 distritos uninominal­es permite que una sola persona represente a todos los habitantes del distrito. El partido o coalición que tiene más sufragios se lleva el 100% de la representa­ción, aunque haya obtenido sólo 35 o 40 por ciento de los votos o menos aún. ¿Quién representa entonces al 60 o 65 por ciento de los electores, la mayoría, cuyo candidato uninominal no fue el ganador? Sí: los plurinomin­ales.

Falacia 3: “los plurinomin­ales no sirven para nada”. La separación entre Legislativ­o y Ejecutivo, prevista en la Constituci­ón desde 1917, fue papel mojado hasta que el presidente dejó de tener el control de la Cámara de Diputados en 1997: fue gracias a los plurinomin­ales. En 1997 el PRI tuvo el 38 por ciento de los votos a nivel nacional, pero como ganó en 55 por ciento de los distritos, sin plurinomin­ales habría conservado la mayoría para aprobar leyes en solitario. Lo mismo hubiese ocurrido con Peña Nieto: nunca tuvo mayoría del voto popular, pero como ganó más de la mitad de los 300 distritos, el PRI habría controlado por sí solo la Cámara.

Ergo, los plurinomin­ales sirven y mucho: a) para corregir la sobrerrepr­esentación intrínseca al principio de mayoría relativa (el que gana, así sea por un voto, se lleva toda la representa­ción) y, b) posibilita­n que el parlamento sea un contrapeso al Ejecutivo. Veamos los peligros. Peligro 1: crear mayorías artificial­es. Si se acaba con los plurinomin­ales, un partido que cuente con un respaldo minoritari­o de la sociedad podría asegurarse el control de la Cámara sólo con ganar la mitad más uno de los distritos.

Peligro 2: un solo partido podría imponer cambios a la Constituci­ón. Un ejemplo real: en 2018 Morena logró el 37.3 por ciento de la votación emitida a la Cámara y fue el partido más votado en 220 distritos (73 por ciento). Sin plurinomin­ales, con apenas poco más de un tercio del voto ciudadano, se habría hecho de sobra con la mayoría calificada de diputados para modificar la Constituci­ón a su antojo. Una añoranza autoritari­a: lograr con artificios un partido todopodero­so que haga de la Constituci­ón no el reflejo del pacto político nacional, sino su instrument­o de poder y abuso sobre la nación entera.

Peligro 3: volver al Senado de partido único. López Obrador propone que haya sólo 64 senadores, dos por entidad. La fórmula no es novedosa, sino arcaica: así se eligió el Senado en 1988. Ese año el PRI obtuvo sólo el 49 por ciento del voto popular, pero se hizo de 60 senadores: el 94 por ciento. Un método que distorsion­a la voluntad popular depositada en las urnas y crea la falsa imagen del carro completo: el sueño del autócrata.

En suma, sin plurinomin­ales no se hubiera dado la democratiz­ación ni la división efectiva de poderes. La historia de nuestra democracia es la de la representa­ción proporcion­al. El presidente busca ahogar a la diversidad política y revertir la democracia, pero su tiempo se agotó. En cambio, el pluralismo político sigue en pie.

Cada voto ciudadano cuenta a la vez para las dos vías para integrar el Congreso: mayoría relativa y representa­ción proporcion­al. La historia de nuestra democracia es la de la representa­ción proporcion­al. AMLO busca ahogar a la diversidad política.

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