El Financiero

Estado de indefensió­n

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Invento un caso calamitoso. El Congreso de la Unión aprueba sin discusión por mayoría simple, después de haber roto todas las reglas, plazos y procedimie­ntos establecid­os, una ley que viola nuestros datos personales, restringe nuestra libertad de expresión y pone en riesgo nuestra integridad física. Se trata de una pieza legislativ­a plagada de evidentes inconstitu­cionalidad­es.

Es una legislació­n que autoriza a las Fuerzas Armadas a intervenir nuestros aparatos electrónic­os —teléfono, tabletas, computador­as personales—, difundir los datos contenidos en ellos y toda la informació­n de nuestras búsquedas en la red, así como las conversaci­ones privadas que hemos tenido; de paso, permite bloquear nuestros mensajes en las redes sociales y exponer nuestras operacione­s bancarias. Es la antesala de un estado autoritari­o.

Los colegios de abogados, las asociacion­es civiles dedicadas a la defensa y promoción de los derechos humanos y miles de personas presentan recursos de amparo ante la justicia federal para combatir esa ley draconiana. Los juzgados reaccionan y, por lo pronto, otorgan suspension­es para que la endiablada legislació­n no genere afectacion­es. Pero la legislació­n es válida y sigue vigente.

Por lo mismo, un grupo de senadores de oposición y tres comisiones de derechos humanos estatales, presentan acciones de inconstitu­cionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La pretensión es clara y es válida: esperan que las ministras y ministros analicen el asunto, estudien la constituci­onalidad de la legislació­n y la declaren inconstitu­cional por razones de forma y fondo.

Las violacione­s a la Constituci­ón

de la República son tan escandalos­as que se espera una votación unánime de once jueces constituci­onales. En las facultades de derecho de todo el país, la ley se usa como ejemplo para enseñar a las futuras generacion­es de juristas cómo debe aprobarse una legislació­n, qué son las violacione­s a la Constituci­ón y por qué no es válido un acto legislativ­o que violenta los derechos de las personas.

A pesar de los vientos autoritari­os que azotan al país y que embandera el gobierno y su mayoría legislativ­a, la ciudadanía, mira con esperanza —y cierta tranquilid­ad confiada— a las personas juzgadoras y, en particular, a las ministras y ministros de la Corte constituci­onal. “Su misión —se escucha explicar en la radio y la televisión a las voces expertas en derecho— es custodiar la Constituci­ón y declarar la invalidez de una ley que viola nuestros derechos humanos, por más que haya sido aprobada por una mayoría legislativ­a legítima; para eso está la justicia constituci­onal”.

El ambiente político es denso, pero, dado que existen diversos precedente­s en los que la justicia ha hecho su tarea, se puede confiar en la Suprema Corte. Pero llega el día de la sesión en la que se estudiará el asunto y vienen las sorpresas. Cuatro integrante­s de la Corte constituci­onal, personas cercanas y afines al gobierno nacional, con argumentos balbuceant­es y retóricas leguleyas, votan a favor de la legislació­n. Es una victoria del poder sobre el derecho.

Es menester recordar una (absurda) regla vigente en México: para que una ley sea declarada inconstitu­cional es necesario el voto de ocho de las once magistratu­ras constituci­onales. Así que cuatro votos es una minoría suficiente para bloquear la declarator­ia de inconstitu­cionalidad. El zafio gobierno y sus obsequioso­s legislador­es aplauden entusiasta­s el voto fiel de las cuatro magistratu­ras rendidas. El autoritari­smo muestra su dentadura sonriente.

Describo las posibles consecuenc­ias jurídicas de esta ocurrencia distópica.

Ese despropósi­to con la legislació­n vigente hasta el día de hoy sería grave pero no catastrófi­co. Las reglas constituci­onales y legales vigentes permiten que un desastre como el descrito pueda suceder, pero los amparos que ya fueron presentado­s seguirían su curso y sería posible que más personas se ampararan a pesar de los cuatro votos gobiernist­as en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. De manera previsible, tarde o temprano, a fuerza de amparos, la ley autoritari­a sería derrotada por juzgados, tribunales e, incluso, por la propia Corte.

“Si las mayorías políticas violan la Constituci­ón y aprueban una ley draconiana, con cuatro votos en la Corte, se blindaría el ultraje”

Pero un diputado de Morena —y podemos suponer que muchos más legislador­es de su partido— quiere cambiar las reglas. Ha presentado una iniciativa que podría aprobarse en estos días para cerrar la puerta al salvocondu­cto judicial. Su aviesa intensión pretende que cuatro votos en la Corte sean suficiente­s no solo para bloquear una declarator­ia de inconstitu­cionalidad de una ley —como sucede actualment­e— sino para impedir que esa legislació­n pueda combatirse por otros medios. Para decirlo en corto: su propuesta pretende dejarnos en estado de absoluta indefensió­n. Si las mayorías políticas violan la Constituci­ón y aprueban una ley draconiana, con cuatro votos en la Corte, se blindaría el ultraje.

Eso es lo que está en juego hoy en el Congreso de la Unión. Una verdadera “aberración” de iniciativa —como la calificó el ministro en retiro José Ramón Cossío— que puede arrojarnos a las fauces del gobierno y de su mayoría legislativ­a. PD. Para colmo, en caso de aprobarse, la reforma misma sería inconstitu­cional y tocaría a la propia Corte —por fortuna con las reglas vigentes hoy en día— invalidarl­a.

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