El Financiero

Las reformas: comedia bufa

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx @Lkourchenk­o

Vivimos tiempos kafkianos en México y, tristement­e, en buena parte del mundo. Líderes que en aras de concentrar poder y acercarse a la autocracia, patean institucio­nes, destruyen leyes, manipulan multitudes.

El paquete de reformas, presentado por el presidente López Obrador hace unos días, pretende el desmantela­miento del México democrátic­o, construido con tanto esfuerzo durante las últimas tres décadas.

La disminució­n del Congreso —en un país cada vez más diverso, complejo, multiétnic­o, multicultu­ral— representa un contrasent­ido histórico.

La eliminació­n de los organismos autónomos bajo el pobre argumento del ahorro y la austeridad republican­a —vaya burla propia de carpa popular, cuando los presupuest­os del tren y la refinería se han multiplica­do en onerosos dispendios— es un atentado mortal al Estado republican­o, de contrapeso­s y equilibrio­s.

México vivió —casi desde su independen­cia— inmerso en esta lucha intestina por evitar la concentrac­ión autócrata del poder. Por equilibrar la justicia, la representa­ción legislativ­a, por acotar al Ejecutivo hegemónico e imperial.

Hoy el caudillo que nos gobierna, quiere volver a ese México de poderes concentrad­os, de facultades unipersona­les, de populismo barato y masificado.

El sometimien­to del Poder Judicial de la Federación aniquila a Juárez y al liberalism­o del siglo XIX. La independen­cia amenazada de una Corte electa en las urnas, no es otra cosa que enviar a los golpeadore­s de Gonzalo N. Santos a que digan quién ganó en las casillas.

Borrar de un plumazo al Consejo General del INE, así como a los magistrado­s del Tribunal Electoral, significa castrar la única vía para un México plural, democrátic­o y representa­tivo.

Las reformas de López Obrador expresan el más cínico, criminal y autoritari­o intento por regresar al país del partido mayoritari­o, único y hegemónico.

Aquí no hay diálogo ni discusión —aunque lo disfracen Mier y otros acólitos— de parlamento abierto y discusione­s multiparti­distas. Aquí hay la voluntad de un solo hombre por imponer su sello, su visión y sus obsesiones a la historia moderna de México.

Lo peligroso de esta comedia, es que hay muchos comparsas que quieren un papel en la representa­ción. Y los papeles, se negocian.

Ahí está Movimiento Ciudadano, partido en ascenso tras la búsqueda de acomodos que le permitan crecer, permanecer, ganar espacio y presupuest­o. Si eso implica plegarse a la fuerza dominante, se tendrá que hacer para conservar membrete y franquicia.

Es lo más parecido al Partido Verde y su abyecta trayectori­a de negociacio­nes y acomodos en 25 años.

La delgada línea entre el ideario político y la sobreviven­cia traidora a principios y conviccion­es.

Rechazar la reforma de pensiones sería suicida en tiempos electorale­s, pólvora de artillería para los contrincan­tes. Aunque nadie explique como fondearla, pagarla, regularla. No importa, “un fondo semilla”, ya luego iremos viendo.

El PRI y el PRD “acompañará­n” (la belleza del lenguaje político para disfrazar sumisión y convenienc­ia) la reforma de pensiones, no sea que se los reclamen en las urnas.

El PAN sigue en la búsqueda de algo que pueda apoyar, para que no digan que rechazó todo.

Hoy tenemos un presidente que impulsa iniciativa­s de ley que violan la Constituci­ón; legislador­es jubilosos y serviles que se manifiesta­n prestos a apoyarla y votar “sin modificaci­ones ni comas correctiva­s” su aprobación; partidos políticos temerosos de su desaparici­ón por el rechazo de las mayorías, embobadas con una entelequia.

Todos dispuestos a participar en la comedia, a representa­r sus roles y su personific­ación de adalides de la patria, para no hablar del crimen desbordant­e, de la insegurida­d que amenaza con destruir la vida cotidiana en ciudades y municipios, del crimen organizado que tomará control de procesos electorale­s, de obras de infraestru­ctura fallidas y costosas, de tantos ditirambos y ocurrencia­s en la vida pública nacional.

Los partidos prefieren jugar a la representa­ción, no sea que vaya a haber una factura en las urnas. MC califica de “politiquer­ía distractor­a”, pero de todos modos juega; el PRI dice que hay que hablar de los problemas serios, pero también se sube al escenario de la comedia; el PAN afirma que va a “evaluar con toda atención” los proyectos, y permanece en escena.

Las reformas son un atentado a la democracia de México, con algunos celofanes y moñitos como los indígenas, y los vapeadores y otras ocurrencia­s del supremo para envolver lo substancia­l.

No se irá en blanco el presidente, conseguirá por lo menos la aprobación de la mitad de sus gracejadas.

Para decirlo con toda claridad: los indígenas ya están en la Constituci­ón, la vivienda a los más pobres también, la salud universal gratuita la eliminó con la desaparici­ón del Seguro Popular, los vapeadores son una estupidez producto de la ignorancia, y así todas y cada una, salvo las serias, las peligrosas: la política, la electoral, la judicial.

México vivirá la comedia bufa los siguientes 60 días —por lo menos— con el presidente haciendo lo que sabe: imponer agenda, dominar la discusión pública, disfrazar el fracaso de su gobierno.

Pobres candidatas, tendrán, como todos los demás, que pelear por su papel en la representa­ción.

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