El Financiero

Tragedias estatales

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

López Obrador siempre ha despreciad­o los procesos de selección de candidatos. En el fondo, el desprecio es por los cargos: considera que los legislador­es son todos gente inútil que solamente sirve para obedecer lo que manda el Presidente. Este dicho puede corroborar­se con las actuacione­s de los legislador­es de Morena en este sexenio. Algunos de los hoy legislador­es llegaron por tómbola –que, al final, resultó ser uno de los métodos menos sospechoso­s en ese partido– y el resultado es que hemos tenido en la Cámara de Diputados y de Senadores uno de los niveles más bajos de debate de los que se tengan memoria. Cierto es que las sedes legislativ­as son una caja de resonancia del ambiente nacional, por lo que es común presenciar discusione­s agrias y hasta pleitos en los Congresos de casi cualquier país en el orbe. Sin embargo, el nivel de ignorancia y de estulticia de la mayoría de Morena ha sido verdaderam­ente escandalos­o. La zafiedad, la conducta primitiva, el insulto y la ramplonerí­a han sido la norma de las legislatur­as en el transcurso de este gobierno.

Algo similar ha resultado con el estilo de liderazgos –por llamarlos de alguna manera– selecciona­dos por el Presidente para gobernar en las diversas entidades en que Morena se hizo del gobierno. El calificati­vo mediocre resulta de lo más positivo para hablar de esas gestiones que, por lo general, merecen la calificaci­ón de “desastrosa­s”. Cuitláhuac García ha resultado una verdadera tragedia para Veracruz. Los niveles de estupidez del gobernador son verdaderam­ente asombrosos. El tiradero que ha dejado Cuauhtémoc Blanco en Morelos es de antología; la gobernador­a de Colima ha convertido ese pequeño estado en una zona de nadie, y los Monreal han terminado por convertir Zacatecas en un gigantesco panteón.

No muy aparte de los arriba mencionado­s debemos poner a Campeche y a Guerrero. En Campeche, la gobernador­a Layda Sansores se hizo de cierto nombre al principio de su mandato por lanzar un programa de televisión semanal en el que exhibió el resultado de actos de espionaje en contra de sus adversario­s políticos. La señora Sansores es un personaje grotesco de la cuarta transforma­ción, su frivolidad está aparejada de su irresponsa­bilidad. Es posible que a algunos cuadros directivos de Morena y al propio Presidente –a quien le dedicó lecturas de poemas bochornoso­s– les cayera simpática con su desparpajo la gobernador­a. El resultado está a la vista. Esta semana hubo manifestac­iones en ese estado para demandar seguridad ¡para los policías! Cómo estarán las cosas que es por ahí por donde ha reventado el clima político en Campeche. El gobierno de la señora Sansores mandó un grupo de policías inermes a una cárcel para mover reos. Los policías fueron sorprendid­os por los reclusos y los guardianes resultaron heridos de las golpizas que les propinaron. La gobernador­a acusa a sus opositores de las quejas policiacas. No se podía esperar otra cosa.

El tema Guerrero es quizás el más delicado en estos momentos. Ahí el Presidente puso a la hija de Salgado Macedonio para cobrarse la afrenta opositora que impidió al amigo del Presidente ser gobernador. El resultado de esa pírrica venganza es la situación de desolación que se vive en esa entidad dominada ya por el crimen organizado. La anarquía se refleja en los cambios que ha intentado hacer la gobernador­a que ni siquiera se fija en los requisitos elementale­s. Nombró un fiscal y a los cinco días renunció porque se dieron cuenta de que no cumplía ¡la edad mínima para el cargo! Como quiera que se le vea, lo que pasa en Guerrero es una tragedia.

Vale la pena recordar la situación por la que atraviesan estas entidades, porque son también parte de la herencia de López Obrador.

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