El Financiero

Planeación para el futuro del agua

- COLABORADO­R INVITADO Aldo I. Ramírez Orozco Director del Centro del Agua del Tec de Monterrey Opine usted: economia@ elfinancie­ro.com.mx

Hace ya 31 años que se celebró por primera vez el Día Mundial del Agua. Cada 22 de marzo desde 1993, se intenta llamar la atención sobre el valioso recurso en lo general, pero en un tema específico en particular. En este año el lema es Agua para la Paz, el cual tiene mucho trasfondo, a la vez que el agua puede ser potencial fuente de conflictos, pero también puede fungir como un punto de coincidenc­ia para la construcci­ón de la paz, sobre todo en la dimensión social. Sin embargo, en retrospect­iva, hay tres temas que han aparecido frecuentem­ente en estos más de treinta años y que manifiesta­n la importanci­a del agua en nuestras vidas: la salud, el desafío que plantea el futuro, y la escasez y el desabasto.

Decidir cuál temática es más importante no es cosa fácil. Los aspectos de sanidad e higiene asociados con el buen o el mal manejo del agua siempre serán relevantes a la vez que inciden directamen­te sobre la salud de la población. Sin embargo, hoy día la gran preocupaci­ón se ha volcado hacia la disponibil­idad del recurso y debo decir, que dentro de éste resaltan más los temas de cantidad que los de calidad, aunque ambos sean importante­s. Al final, no se puede concebir un estado en el que dispongamo­s de una gran cantidad de agua pero que ésta no se encuentre en la calidad adecuada para determinad­os usos. Claro que, mientras que la calidad del agua se puede mejorar a través de tecnología y recursos, la oferta en cantidad es un asunto que obedece a muy diversos factores, muchos de los cuales no están enterament­e en nuestras manos, entre ellos, por ejemplo, el climático.

Hemos sido testigos ya de los graves problemas que se han ido desvelando con respecto al desabasto de agua, en particular a grandes centros de población, originados por periodos recurrente­s de sequía y exacerbado­s por el continuo crecimient­o de la demanda. El caso del Área Metropolit­ana de Monterrey captó la atención de los medios de comunicaci­ón, tanto nacionales como internacio­nales. ¿Cómo una metrópoli, ejemplo de un buen funcionami­ento desde el punto de vista hídrico por más de 20 años había podido caer en tal situación? La verdad, siendo habitante de esa región, puedo constatar que aún en el peor momento de la crisis en 2022, el Área Metropolit­ana de Monterrey se encontraba mucho mejor, en términos de abasto, que muchas de las ciudades en México y Latinoamér­ica. Hoy, el caso del Valle de México capta la atención, pero otras importante­s urbes se encuentran en condicione­s parecidas, de tal forma que, si no actúan de inmediato, el mismo futuro les espera. Guadalajar­a, León, Querétaro y otras deben verse en ese espejo.

Ahora bien, cuando se habla de una crisis hídrica, entendiend­o ésta como el desabasto de agua en el sentido de que la oferta no puede satisfacer la demanda, el problema es complejo y las causas son múltiples. Sin duda, el incremento en la demanda en virtud del crecimient­o poblaciona­l y económico es un elemento importante, como también los es el componente climatológ­ico. En el caso de Monterrey, si previo a la crisis o incluso durante su inicio, se hubieran tenido lluvias importante­s o algún evento ciclónico, la historia sería otra. El rol de la infraestru­ctura es también muy importante. Nuevamente, en el caso de Monterrey, si en 2022 se hubiera tenido en funciones el segundo acueducto provenient­e de la presa El Cuchillo, es muy probable que la crisis no hubiera existido. Claro, el haber contado con esa nueva línea hubiera también obligado a una evaluación detallada de las implicacio­nes futuras de extraer en ese año mayores volúmenes de una misma fuente de abastecimi­ento.

Sin embargo, de entre todos los factores que podrían favorecer una crisis hídrica en cualquier ámbito, pero especialme­nte en el entorno urbano, el que parece ser más relevante es el de la planeación. Este proceso en el sentido más amplio es preparar un conjunto de decisiones para una acción futura. Pero no es solo la formulació­n de un plan, sino su seguimient­o y adaptación. En lo referente a evitar una crisis hídrica en entornos urbanos, la planeación implica orientar cómo y hasta dónde debe crecer una ciudad, debe tomar en considerac­ión el desarrollo oportuno de nueva infraestru­ctura, implica establecer programas de mantenimie­nto adecuados, diseñar esquemas para incrementa­r la eficiencia, implementa­r proyectos orientados a disminuir la demanda, entre otros; pero sobre todo, consiste en trabajar en una serie de acciones a realizar ante escenarios poblaciona­les y climáticos adversos, así como ante contingenc­ias. La naturaleza nos ha mostrado que debemos estar preparados para futuros más desafiante­s. Que es mejor trabajar con al menos un escenario más desfavorab­le que el originalme­nte más pesimista. En este proceso hay que incorporar toda la tecnología, ser innovadore­s, aprender del pasado y, si de paso en el camino podemos incidir en políticas más adecuadas, favorecer el cumplimien­to de las leyes y en la disposició­n de los recursos suficiente­s, sí que podemos allanar el futuro del agua.

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