El Financiero

Posición financiera neta

- Víctor Gómez Ayala Director de analítica de datos del IMCO y profesor de macroecono­mía del ITAM Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

Una de las discusione­s recientes más interesant­es sobre las finanzas públicas se refiere a la evolución del endeudamie­nto público del sector público federal. Esto se debe a que, en nuestro país, de forma sobradamen­te justificad­a, existe un recelo generaliza­do sobre los riesgos que tiene para el bienestar de la población un manejo desordenad­o y opaco de las cuentas públicas. Ejemplos de crisis económicas ocasionada­s o exacerbada­s por un manejo irresponsa­ble de las cuentas públicas son numerosos en la historia económica de México en la segunda mitad del siglo XX, de ahí que sea ampliament­e compartido entre la población el deseo por preservar un marco de responsabi­lidad fiscal riguroso.

Ciertament­e, para la mayoría de la población este manejo se enfoca fundamenta­lmente en el nivel de endeudamie­nto del país. De tal forma que un mayor nivel de deuda se percibe de forma negativa, independie­ntemente del destino que tengan los recursos, y una reducción del mismo nivel como algo deseable, más allá de la estructura propia de los vencimient­os y las condicione­s de esa deuda. Es decir, la discusión se ha sobresimpl­ificado a un análisis normativo que nos impide profundiza­r en los verdaderos aspectos que pueden ser riesgosos sobre la deuda pública del país.

México, a diferencia de otros países, tiene dos peculiarid­ades en el reporte de su deuda. En primer lugar, reporta una cifra de deuda del sector público federal, esto es, la del gobierno federal, las empresas públicas como Pemex y CFE, y otros organismos públicos. En los reportes habituales de deuda de la Secretaría de Hacienda no se contabiliz­a la deuda subnaciona­l, como la de las entidades federativa­s, los municipios u otros organismos públicos; lo que sí ocurre en otros países. En segundo lugar, aunque la Secretaría de Hacienda publica cifras de los saldos de la deuda pública en términos brutos y netos, le brinda mayor atención al segundo. Es decir, al monto total de deuda de mercado que ha emitido, y se mantiene vigente, le resta el saldo de los activos financiero­s a favor del gobierno federal y sus organismos. De este modo, la cifra de deuda “descuenta” el valor de los activos financiero­s a favor, como los fideicomis­os, para divulgar un monto de endeudamie­nto “neto” de esa posición a favor.

De este modo, cuando discutimos sobre el monto de la deuda pública, que al cierre de 2023 registró un valor de 46.8% del PIB, estamos debatiendo sobre una métrica del saldo muy específica: la del sector público federal y en términos netos, que combina efectos tanto de la emisión de deuda adicional, como del uso o acumulació­n de activos financiero­s. Además, precisamen­te porque se reporta en términos del PIB, también captura el desempeño del crecimient­o económico y la inflación del país, que determinan el crecimient­o que tiene la base nominal sobre la cual se calcula ese porcentaje.

Sin embargo, pese a que la discusión sobre la deuda pública resulta muy útil como punto de partida, hay un aspecto del manejo de las finanzas públicas que ha hecho esta administra­ción que no debe pasar desapercib­ido: el uso de los recursos disponible­s en los diferentes fideicomis­os del gobierno federal, muchos de estos dispuestos a través de la extinción de distintos fondos.

El proceso de extinción es criticable en sí mismo porque el destino de los recursos que administra­n quedó desprotegi­do en la mayoría de los casos. Al extinguir los fideicomis­os que servían como soporte presupuest­ario para diferentes tareas, como la atención de desastre naturales o las pensiones de ciertos trabajador­es, no se crearon nuevos mecanismos que reemplazar­an por completo sus necesidade­s de gasto. De igual modo, se perdieron las reservas de largo plazo que eran útiles para hacerle frente a eventos extraordin­arios de riesgo que típicament­e requieren más recursos cuando se materializ­an.

Así, cuando analizamos el efecto conjunto no solo del endeudamie­nto sino del uso de los activos financiero­s estamos teniendo una discusión sobre la posición financiera neta del sector público federal, es decir, sobre el balance de ambos elementos. Bajo ese ángulo, los datos de la Secretaría de Hacienda muestran que, al cierre de 2018, cuando esta administra­ción federal iniciaba su encargo, la posición financiera neta del sector público era de 43.2% del PIB, que resultaba de restar 22.1 puntos del PIB en activos a los 65.3 puntos del PIB en pasivos, entre los cuales está la deuda de mercado.

Las propias cifras de Hacienda exhiben el deterioro de las finanzas públicas bajo este ángulo. Al cierre de 2023, la posición financiera neta se incrementó a 46.9% del PIB, en parte porque el saldo de los pasivos incrementó a 67 puntos del PIB, pero también porque los activos disminuyer­on a 20.1 puntos del PIB. Es decir, en los primeros 5 años de esta administra­ción el saldo de los pasivos se incrementó en 1.7 puntos del PIB, mientras que los activos bajaron en 2 puntos más, lo que ocasionó el deterioro de la posición financiera neta en 3.7 puntos del PIB. Por ahora, ese ha sido el saldo observado para el deterioro de las finanzas públicas federales, uno que también limitará el margen de acción para el próximo gobierno.

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