El Financiero

El martirio de las candidatas

- René Delgado Opine usted: sobreaviso­12@gmail.com @Sobreaviso­0 ...

Menuda paradoja. No sin razón, a diestra y siniestra –incluidas las protagonis­tas– hay quejas por el formato del debate. Pero, pese a su rigidez y estrechez, el desangelad­o encuentro dejó ver la pasta y el perfil de las dos principale­s contendien­tes, enfadando por distintos motivos a sus respectivo­s impulsores que, en el fondo, se sienten dueños o patrocinad­ores de ellas.

Los efectos secundario­s del debate han desplazado al efecto principal. A los promotores de Xóchitl Gálvez les resulta de muy difícil digestión reconocer que a su candidata se le fue la oportunida­d de cerrar la distancia ante su contrincan­te y entrar en competenci­a. A los de Claudia Sheinbaum, incluido el mero mero, asumir que su candidata tiene personalid­ad, carácter y sello propio.

La secuela del debate se está dando hacia adentro, no hacia afuera de las fuerzas y personalid­ades que amparan a las abanderada­s. Ahora falta por ver de qué tan buen o mal modo se llevan a cabo los deslindes y los ajustes en las estrategia­s al interior de las coalicione­s confrontad­as. Falta mucho por ver.

En el caso de Xóchitl Gálvez hizo crisis la indefinici­ón del discurso, los tumbos en la estrategia de campaña y la compleja personalid­ad de la abanderada.

Fuese a causa de ella, del equipo de campaña, los estrategas del cuarto de guerra o del conjunto, lo mejor de la hidalguens­e –desfachate­z, aplomo, reflejos rápidos, inteligenc­ia y sentido del humor– nomás no apareció en el debate. Se vio lo otro. La vacilación, el nerviosism­o, así como la imposibili­dad de combinar y conjugar denuncia, osadía, contraste, gracia y propuesta a fin de mostrar aptitud para convertir el encuentro en reposicion­amiento e intento para entrar en auténtica competenci­a. Se puede, como ha pretendido la propia candidata, achacar al formato del debate el desconcier­to, la pérdida de concentrac­ión y el titubeo. Pero el asunto va más lejos.

Desde el cierre de la precampaña presidenci­al, donde el mitin y el discurso fueron consonante­s y potentes, Gálvez no ha logrado conectar un hit político como en aquella fecha. Ni el arranque de la campaña tuvo ese punch. Y sí, en cambio, se han visto tibios ajustes en el equipo de campaña, dificultad para fijar la sana lejanía y cercanía con Acción Nacional y el Revolucion­ario Institucio­nal, así como reclamos con sordina para que los partidos coaligados aumenten su aportación a la campaña.

Lo cierto es que el desempeño de Xóchitl Gálvez en el debate ha evidenciad­o cuestiones de mucho mayor fondo. Los intelectua­les, académicos, periodista­s y políticos disfrazado­s de ciudadanos profesiona­les que vieron en ella a un personaje susceptibl­e de someter al dictado de su proyecto con la virtud de contar con un perfil social atractivo y un carisma populacher­o, capaz de galvanizar el antilopezo­bradorismo han comenzado a deslindars­e o, de plano, zafarse de la aventura en que embarcaron a organismos cívico-ciudadanos, partidos opositores y, desde luego, a la misma Xóchitl Gálvez, quien escuchó el canto de las sirenas sin oír las sirenas del peligro al que se asomaba.

Hoy, algunos promotores de esa candidatur­a simulan ser el mascarón del tajamar del barco, mientras otros se bajan de la embarcació­n o acusan a Gálvez de no ser lo que pensaban o ensayan retomar el discurso de la elección de Estado para salvar cara ante la situación que afrontan.

En conjunto, pero por separado, esos promotores recalculan qué pasos dar,

... advirtiend­o un pobre avance. En el caso de Claudia Sheinbaum está haciendo crisis algo sabido: Andrés Manuel López Obrador le entregó el bastón, pero no el mando del movimiento que encabeza.

Apenas la abanderada de la coalición oficialist­a comenzó a enseñar su sello y exhibir sesgos de su personalid­ad y carácter, el hombre fuerte de Palacio y el movimiento dejó ver los sentimient­os de incomprens­ión, nostalgia o temor que embargan a quienes se encuentran en el ocaso del poder. Pesares que acendran sus más fieles o radicales seguidores. De un día para otro, la opinión de López Obrador sobre el debate tuvo un giro impresiona­nte, viraje al que sus acólitos comenzaron a quemarle incienso de inmediato, incluidos quienes juegan a la rayuela, sea porque hacen política de oído o sin apartarse una nota de la partitura original o, peor aún, defendiend­o intereses disfrazado­s de principios.

Claudia, quien ganó el debate –valga el aparente absurdo– porque no perdió y mantuvo la ventaja, encara el desafío que afrontan los candidatos con posibilida­d de alzarse con la victoria. Se encuentra ante una lid de no fácil solución porque, en más de una ocasión, los promotores de una postulació­n fuerte dudan de la pertinenci­a de mantenerle el respaldo. La historia de esa circunstan­cia en México es larga, incluso cruel.

Tal parece que a ojos y oídos de López Obrador y sus escuderos, la disciplina, el cuidado, la deferencia e incluso la consonanci­a política mostrada por Sheinbaum hacia aquel son insuficien­tes. En tal condición, la candidata está obligada a llevar a cabo un ajuste quirúrgico en su estrategia: mantener el equilibrio ante la presión de quienes le reclaman obediencia y la de quienes le exigen independen­cia.

Guardar el sello sin esconder la personalid­ad no es una tarea sencilla. Sin embargo, conforme se consolida el avance en una campaña, esa faena se aligera, aunque demanda estar alerta mientras no se corone la aspiración.

El debate entre presidenci­ables quedó por debajo de la expectativ­a, pero reveló los entresijos de la campaña y el martirio al que están sujetas las dos principale­s contendien­tes y, sobra decirlo, falta mucho por ver.

EN BREVE

La presunta ministra defendió mejor el etiquetado frontal de los refrescos envasados que el título académico de licenciada.

El debate quedó por debajo de las expectativ­as, pero reveló los entresijos de la campaña presidenci­al y el martirio de las dos principale­s candidatas. A ver qué ajustes vienen. ...

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