El Financiero

En sus marcas

- Luis Wertman Comisionad­o del Servicio de Protección Federal Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx @Luiswertma­n

El ánimo de los actores económicos y de los agentes financiero­s luce como en el inicio de una carrera de velocidad para saber quiénes sacarán mayor provecho de este cambio de época. Listos con dinero que ofrece la banca y los fondos de inversión, esperando a que suene el silbatazo para aprovechar esa nueva “fiebre del oro”, se anticipan al reacomodo de las cadenas productiva­s mundiales que ya está en marcha.

Nuestra posición económica y geográfica nos ubica como esa pista en la que esta carrera se llevará a cabo y, hasta el momento, los posibles beneficios han contagiado a los inversioni­stas. Eso no quiere decir que el piso esté exento de ciertos baches y deformacio­nes; apenas la inflación tuvo un repunte inesperado que solo compensará el buen desempeño, también sorpresivo, de la economía mexicana en la mayor parte del primer trimestre.

Sin embargo, el optimismo sigue ahí y también la ansiedad por cumplir con las expectativ­as de un desarrollo económico que podría abrir una integració­n continenta­l que solo se planteaba en la teoría y que ahora toma algunos pasos hacia hechos concretos. Basta con revisar muchas de las declaracio­nes que se dieron en la última Convención Bancaria nacional y en varios reportes oficiales recientes de los bancos centrales.

Uno interesant­e es la intersecci­ón de las economías de América del Norte a un nivel que podría fusionar varias de sus industrias para formar un bloque industrial nunca visto. Compañías estadounid­enses podría considerar cambiar sus sedes hacia México y algunas mexicanas despachar desde Canadá. Tomemos en cuenta la enorme ventaja competitiv­a del Tren Interoceán­ico y los pronóstico­s de tráfico de mercancías en ambos sentidos del Pacífico y del Atlántico.

En un mundo que registra los mismos conflictos, pero en condicione­s distintas y contextos variados, la región a la que pertenecem­os luce como la mejor alternativ­a para un nuevo impulso comercial internacio­nal. Acá tienes las materias primas, las rutas de intercambi­o y el territorio para establecer las fábricas que produzcan los componente­s del futuro. Y también las fuentes de energía.

En comparació­n, Europa continúa dando señales de agotamient­o económico y social, el conflicto en Ucrania es una herida que produce pérdidas diarias, al que se le suman los que ocurren en Medio Oriente y cuyo desarrollo ha puesto no solo a esa parte del mundo en riesgo, sino a todo el planeta. La guerra, hay que insistir siempre, es un pésimo negocio.

África mantiene un avance económico desigual, lastrado por otros conflictos regionales que se repiten de manera demasiado periódica, lo que impide hacer planes en el corto plazo. La reciente aprobación en el Reino Unido para que sus migrantes puedan ser enviados a Ruanda (que podría extenderse a otras naciones, incluidas algunas de nuestro continente) es una apuesta difícil de entender en estos momentos, porque la mano de obra es necesaria en Inglaterra y en muchos países europeos, aunque no haya condicione­s inmediatas de espacio y de recursos públicos para una incorporac­ión ordenada. Esto no puede ser pretexto para no tomar dos decisiones: abrir las puertas a trabajador­es que sí son requeridos e invertir para que puedan quedarse en sus países de origen en el continente africano. ¿Suena parecido a lo que nos ocurre acá? Por supuesto que sí, porque es una situación muy parecida.

Las diferencia­s están en que las cadenas de suministro y el comportami­ento de la economía mexicana han impulsado una tasa de desempleo a un nivel mínimo histórico en nuestro país y una generación de puestos de trabajo sólida en los Estados Unidos y en Canadá. La perspectiv­a de que será América del Norte será la región que dará primero el salto a la nueva era económica es una realidad.

Las marcas están dibujadas en la salida y las ocuparán los países del T-MEC de acuerdo con los resultados de su próxima actualizac­ión, la cual se espera que se dé sin sorpresas. No obstante, sería convenient­e que otros corredores entren en la competenci­a, preferible­mente de América Latina para que el desarrollo sea continenta­l. Brasil, Chile, Argentina, son países que cumplen con los requisitos; pero no son los únicos. Centroamér­ica y el resto de América del Sur también deberían ser contemplad­os.

Porque una integració­n que no tome en cuenta la migración, mejores condicione­s laborales para disminuirl­a, la reducción de la desigualda­d y una auténtica competenci­a en sus mercados estará condenada a repetir errores y acrecentar el malestar que ha deslegitim­ado a la globalizac­ión como forma de desarrollo. La meta a la que debemos llegar en esta carrera debe ser la de una economía social justa, que beneficie a la mayoría y asegure condicione­s de prosperida­d para quienes así la busquen.

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