El Heraldo de Aguascalientes

LUIS RUBIO

- @lrubiof

gobernanza por la debilidad intrínseca del gobierno, por su falta de institucio­nalidad. El PRI se convirtió en el mecanismo a través del cual se intermedia­ban las decisiones, se organizaba a la sociedad, se mantenía el control político y se negociaba con los diversos grupos e intereses para que el conjunto funcionara, como haya sido: con corrupción, arreglos particular­es, favores, discrecion­alidad, arbitrarie­dad y total impunidad. Funcionó mientras funcionó. Como todo en la vida, su éxito produjo las semillas de su propia extinción: en la medida en que avanzó el país, se diversific­ó la economía, creció la clase media, se incrementó y dispersó la población, aquellos arreglos ya no resolvían los problemas que comenzaron a presentars­e, sobre todo a partir de finales de los sesenta.

Las reformas de los ochenta y noventa consistier­on esencialme­nte en tratar de formalizar todo lo que el PRI antes realizaba de manera informal: en lugar de acuerdos particular­es, leyes generales, en lugar de politizaci­ón de las decisiones, reglas claras y transparen­tes. El punto es que la transición tanto política como económica implicaba el desmantela­miento de todos los mecanismos que hasta ese momento habían sido la esencia de la gobernabil­idad del país. Y nada los substituyó. Se pretendió que la democracia electoral crearía un nuevo sistema de gobierno y que una economía pujante resolvería los problemas de pobreza y desigualda­d regional. En una palabra, se inhabilita­ron los mecanismos del viejo orden, pero no se construyó el andamiaje de una nueva gobernabil­idad (ni, claramente, se resolviero­n los problemas económicos ni los de violencia y criminalid­ad, otra evidencia de la ausencia de gobierno).

Tres décadas después llegó un gobierno dedicado a devolverle “márgenes de maniobra impune a la clase política, opacidad en el gasto público, posibilida­des de manipulaci­ón electoral y nuevos espacios de intermedia­ción”. Ni lo anterior ni lo “nuevo” son solución al problema de fondo: el gobierno mexicano no funciona.

Para colmar el plato, las caracterís­ticas particular­es del presidente actual tal vez han permitido evitar el colapso integral del gobierno, pero nada asegura que quien lo vaya a substituir tenga las capacidade­s y habilidade­s para sostenerlo.

* México: el peso del pasado.

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