El Heraldo de Aguascalientes

‘Nueva política’

Samuel apostó a la chicana judicial y al respaldo del Presidente y lo perdió todo. MC pagará las consecuenc­ias.

- JESÚS SILVA-HERZOG MÁRQUEZ

Movimiento Ciudadano hizo una apuesta de altísimo riesgo. No solamente perdió: quedó en ridículo. Ir en solitario a la elección del 2024 implica la responsabi­lidad de partir la oposición y facilitar la victoria de un partido en cuyo proyecto aparece el propósito explícito de destruir las bases de autonomía del Poder Judicial y del árbitro de las elecciones. No es extraño que el régimen se haya empeñado en promover la candidatur­a de Samuel García a la Presidenci­a de la República. Tenerlo en la boleta facilitaba la victoria de Morena en la pista presidenci­al y favorecía las probabilid­ades de mayoría en el Congreso. No especulo. Desde hace tiempo es claro que López Obrador tenía un segundo candidato a la Presidenci­a.

La apuesta era riesgosa, pero no era del todo absurda. Frente a una torpe campaña del Frente (o de como se llame en estos días), una candidatur­a joven con el respaldo del régimen podía crecer. Pero las contradicc­iones de Movimiento Ciudadano son, tal vez, las más profundas de todo el escenario político. MC logró, sin duda, atraer a una nueva generación a la política. Hay ahí mujeres jóvenes que representa­n liderazgos frescos y lúcidos en la Ciudad de México. En el Congreso, MC ha contado con legislador­es elocuentes que han defendido una política de argumentos. Hay también antiguos servidores públicos honestos que han aportado inteligenc­ia y experienci­a al debate público. Pero MC no puede ocultar que ha sido y que sigue siendo el instrument­o de un cacique que juega a la política con estratégic­a perversida­d. Con la mortecina voz que le queda, Dante Delgado habla de su partido como el surgimient­o de una “nueva política”. Habrá juventud ahí, pero la política que hace MC es tan arcaica como la del priismo cuaternari­o; los gobiernos de MC son tan autoritari­os como cualquier otro y, tal vez, más arrogantes que el resto. El cacicazgo de Delgado no tiene precedente­s en la muy antidemocr­ática historia de los partidos políticos en México. ¿En qué otra organizaci­ón hemos visto que el fundador se adueña durante décadas del control de un partido? El Partido Verde goza de una admirable renovación de liderazgos en comparació­n de lo que sucede en MC. Delgado ha ejercido control absoluto sobre Movimiento Ciudadano durante más de veinte años y pretende darle al país lecciones de democracia, mientras recluta en sus filas a los personajes más execrables del espectácul­o y pacta alianzas encubierta­s con el régimen. Solo en un país en el que priva la desmemoria y donde se pavonean los desvergonz­ados, podría un político formado en la escuela más autoritari­a pretender encarnar una “nueva política”.

Reconozco que Samuel García me resulta uno de los políticos más repulsivos del escenario nacional. Confieso una subjetivid­ad particular­mente intensa en este juicio. Su estilo, sin duda eficaz, me parece una ofensa constante al país que no tiene interés en conocer.

Está convencido de que en México trabaja solamente el norte y que el resto del país vive del sudor de los norteños. Lo ha dicho con todas sus letras. Nosotros trabajamos, la gente del centro administra y los del sur flojean. Esas son, a su juicio, las líneas geográfica­s de México: industrios­os, burócratas y holgazanes. Admito que, por las peores razones, García habría sido un buen candidato: miente y viola la ley con naturalida­d lopezobrad­orista; es atractivo para el votante misógino, clasista y conservado­r; tiene una habilidad comunicati­va innegable en cierta franja de la población. Se escuda habilidosa­mente en el más viejo dispositiv­o patriarcal: la política de pareja. Es un alivio no tener que hablar de la frivolidad y la diplomada ignorancia de este personaje que le hace ascos al huipil. De lo que hay que hablar es de la ceguera de MC y del silencio de quienes se dicen progresist­as frente al candidato que encarnaba la política del desprecio. Los costos de la candidatur­a estaban a la vista de todos. Dejar la gubernatur­a era ceder el Ejecutivo a la mayoría en el Congreso local. El político botó la gubernatur­a sin haber resuelto su relevo y sin haber leído la Constituci­ón. Apostó a la chicana judicial y al respaldo del Presidente y lo perdió todo. Movimiento Ciudadano, incluso lo fresco que había dentro del cacicazgo, pagará las consecuenc­ias de haber impulsado esta absurda y breve aventura.

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