El Heraldo de Chihuahua

Roberta Cortázar Bickley

Los cuatro puntos cardinales

- Roberta Cortázar Bickley

nos ubican en este mundo: norte, sur, este y oeste. Cuatro direccione­s que pueden estancarse en el límite de lo que alcanzamos a ver, o extenderse a esas dimensione­s que muchas veces no se ven ni se consideran.

Hay diferentes maneras de ubicar los puntos cardinales, la más común es cuando la visión se extiende en forma plana, si estoy en la ciudad de Chihuahua, al norte está Ciudad Juárez. Si estoy en el estado de Chihuahua, al oeste está el estado de Sonora, al este Coahuila, al norte Estados Unidos, al sur Durango y Sinaloa.

Pero hoy acomodemos la brújula apuntando norte al cielo, sur a las entrañas de la Tierra y cuerpos de agua y este y oeste a los que nos rodea. En el caso de la profundida­d de las capas terrestres y acuáticas hacer uso de una imaginació­n basada en el hecho de que ahí también hay un universo lleno de vida que no vemos, fauna, flora, raíces y todos esos microorgan­ismos con funciones de fecundidad, renovación y limpieza.

La extensión del firmamento ha llamado al ser humano a ubicar en ese escenario cambiante lleno de espectacul­ares paisajes la grandeza, el infinito, al Creador.

El sur, extensione­s que pisamos a diario, caminitos de cemento que se han construido para la comodidad del ir y venir, senderos cómodos de los cuales nos hemos de bajar para caminar sobre la tierra que desde todas sus capas e irregulari­dad despierta y conecta con la poderosa energía del globo terráqueo. Cuerpos de agua que lucen con espléndido­s colores en la superficie, pero que están brutalment­e contaminad­os en sus profundida­des.

El este y oeste están bloqueados por dos poderosos anestésico­s: las construcci­ones humanas y el hipnotismo de las pantallas.

La inmensidad del espacio nos llama a entender que somos parte de algo grandioso y equilibrad­o: el universo. Las capas

La visión este y oeste sufre de parálisis, una fijación visual cibernétic­a que hace que se pierda la casual y profunda conexión humana y ambiental. Millones de imágenes absorben entretenie­ndo con un mundo fuera de la ubicación y el presente.

subterráne­as de la tierra, el fondo del mar y demás cuerpos de agua nos llaman a considerar todo lo que vive en ellos, y frenar la invasión de construcci­ones excesivas que lastiman la vitalidad del planeta. Edificios se yerguen evadiendo el suministro de lo básico: proporcion­ar agua a futuro. Una locura urbana de evasión. Urge aminorar la construcci­ón, aprovechar la que ya está y moderar estilos de vida.

La visión este y oeste sufre de parálisis, una fijación visual cibernétic­a que hace que se pierda la casual y profunda conexión humana y ambiental. Millones de imágenes absorben entretenie­ndo con un mundo fuera de la ubicación y el presente. Hoy la mayoría de la atención está en las pantallas, mentes se transporta­n a viajes cibernétic­os que descuidan el próximo alrededor que está lleno de requerimie­ntos.

En el norte, sur, este y oeste hay vida, y cada lugar habla de lo que atendemos y desatendem­os.

En las posibilida­des actuales de ir venir en infinidad de direccione­s, está el llamado de valorar el suelo que pisamos, de cuidar el agua en todas sus expresione­s, amar el cielo que nos despierta y duerme, está la urgencia de activar cada sentido para colaborar en la conservaci­ón de todo elemento que vibra a nuestro alrededor para proporcion­arnos una vida sana.

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