El Heraldo de Chihuahua

Aída María Holguín B.

Al igual que Koel Mallick, desde que el Covid-19 comenzó a aplastar al mundo, todas las mañanas despertaba con la esperanza de que los científico­s encontrara­n pronto una vacuna para combatirla.

- laecita@gmail.com

Así pasó un año porque, aunque la carrera por encontrar la vacuna contra el Covid-19 comenzó casi desde el momento en el que China notificó a la OMS sobre el brote de la nueva enfermedad, no fue hasta diciembre de 2020 cuando la OMS validó la primera vacuna (de Pfizer-BioNTech). Ya luego, a mediados de febrero de este año, incluyó otras dos vacunas (ambas de AstraZenec­a/Oxford) en su lista de uso en emergencia­s de salud pública.

Eso, aunado al hecho de que para febrero ya había -al menos- otras cuatro vacunas en fase de administra­ción a población abierta, provocó que aquella esperanza que había tenido por tanto tiempo se convirtier­a en realidad.

El problema fue que esa realidad no significab­a -por sí sola- que la urgente y necesaria vacunación global masiva contra Covid-19 sucedería; entonces, la esperanza inicial se transformó en otra más específica: que todos los países del mundo tuvieran acceso oportuno, equitativo y suficiente a -al menos- una vacuna contra Covid-19.

De inicio, esa segunda esperanza recayó en el Mecanismo COVAX y en la solidarida­d de los países ricos; ya después (muy poco tiempo después), recayó sólo en el COVAX porque, también para el mes de febrero, los diez países más ricos del mundo se olvidaron del resto de los países, y ya habían acaparado el 75 % de las vacunas. Así, dejaron a más de 130 países sin la posibilida­d de recibir -de inmediaton­i una sola dosis.

Si bien ahora ya hay diez vacunas en uso a nivel mundial y 177 países que, gracias

Todavía hay 36 países que no han recibido ninguna vacuna

al COVAX, han iniciado la vacunación (sin que eso signifique que tienen aseguradas las dosis necesarias), todavía hay 36 países que no han recibido ninguna vacuna (ni siquiera para los trabajador­es de la Salud).

Entonces, de seguir así, la esperanza de acabar con la pandemia está muy lejos de convertirs­e en realidad. No, si se considera que, según expertos en la materia, los niveles de vacunación necesarios para regresar a la “vida normal” deben ser de entre el 60 y 75 % de la población mundial y que, al 29 de marzo, según el sitio web “Our World in Data”, las evidencias indican que sólo del 2% es la que está completame­nte vacunada.

Por lo pronto, con el historial de distribuci­ón y administra­ción de vacunas contra el Covid-19, aquel esperanzad­or augurio que Katalin Karikó, madre de la vacuna contra la Covid-19, lanzó hace un par de meses (si la gente se vacuna ahora, en verano podremos, probableme­nte, volver a la vida normal), queda totalmente descartado.

En esta ocasión, concluyo citando la casi inevitable realidad planteada por el médico estadounid­ense Scott Gottlieb: Es probable que el Covid-19 persista una vez que haya pasado su fase pandémica y circule cada invierno junto con la gripe, e incluso después de que llegue una vacuna eficaz, habrá personas que se enfermarán gravemente.

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