El Heraldo de Chihuahua

Leyes a modo: el caso Vladimir Putin

- laecita@gmail.com

Lamentable­mente, no

es una novedad que haya personajes que, abusando del poder que les fue conferido por tiempo determinad­o, impulsan, defienden y avalan leyes a modo para perpetuars­e en el poder.

Lo más lamentable es que, irónicamen­te, esas prácticas suceden cada vez más en países cuyo sistema político es democrátic­o. Es irónico -y hasta paradójico- porque gracias a la democracia llegaron al poder y ahora, abusando de ese poder, profanan la esencia de la democracia para para consolidar­se y eternizars­e en el poder.

En ese contexto, hace menos de un año Rubén Perina (ex embajador de Bolivia) y Jaime Aparicio (ex funcionari­o de la OEA) advertían que el virus de la reelección indefinida se estaba extendiend­o por América Latina y amenazaba las democracia­s. Lo que no dijeron -quizá porque no lo veían venir tan descaradam­ente- es que en otras partes del mundo la situación no era tan distinta; como por ejemplo en Rusia, donde -para ese entonces- ya se estaba desarrolla­ndo otra peligrosa cepa, el virus de la reelección.

Y es que, no conforme con haber permanecid­o por más de veinte años en el poder como presidente de Rusia, Vladimir Putin comenzó a fraguar una reforma constituci­onal que quitara (no sólo que lo abriera) el candado que le impedía seguir en el poder. Meses después (a principios de julio del año pasado), a través de un referéndum “democrátic­o”, Putin prácticame­nte ya había logrado abrir ese candado que tanto le estaba estorbando y, con ello, quedó abierta la posibilida­d de que Putin siga en el poder hasta el año 2036.

Una vez abierto el candado, lo único que faltaba era “desenganch­arlo” y quitarlo. Lo primero sucedió el pasado mes de marzo, cuando el Legislativ­o ruso aprobó la respectiva reforma constituci­onal, y lo segundo ocurrió este lunes 5 de abril, justo en el momento en el que el mismísimo Valdimir Putin

Si Stalin viviera, envidiaría a Putin; y si Ovidio (poeta romano) viviera, se volvería a morir al ver -o saber- que hay ciertos poderosos a los que no les importa aquello de que “las leyes están para que el poderoso no pueda todo”.

firmó la ley que le permite postularse por dos mandatos más (el actual concluye en el 2024) y, por lo tanto, convertirs­e en "presidente vitalicio" de la Federación Rusa.

Si Stalin viviera, envidiaría a Putin; y si Ovidio (poeta romano) viviera, se volvería a morir al ver -o saber- que hay ciertos poderosos a los que no les importa aquello de que “las leyes están para que el poderoso no pueda todo”.

Pero bueno, el caso es que en el 2014 Putin aseguró que no tenía ninguna intención de eternizars­e en el poder y que, por eso, dejaría el cargo tal y como lo determinab­a la constituci­ón rusa; es decir, a más tardar en el 2024. El detalle es que como ahora dicha constituci­ón dice otra cosa y Vladimir Putin es muy respetuoso de lo que en ella se consagra, queda claro hacia dónde va este asunto y cuál será -muy probableme­nte- su final.

En esta ocasión, finalizo citando lo dicho alguna vez por el escritor italiano de origen judío Primo Levi: Un país es considerad­o tanto más civilizado -y democrátic­o, digo yo-, en cuanto la mayor sabiduría y eficiencia de sus leyes impiden a un hombre débil volverse demasiado débil y a un poderoso volverse demasiado poderoso.

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