El Heraldo de Chihuahua

¿La esperanza de México?

- Mario Góngora Hernández

Ahora tenemos más muertos, más pobres, más corrupción, más violencia, más feminicidi­os, más enfermedad­es, más escasez, más niños con cáncer muertos, más violencia contra la mujer, más desabasto, más narcotráfi­co, más adicciones, más ejecutados, más robos y asaltos, más nepotismo, más insegurida­d, más deudas… etc., etc., etc….

Siguiendo a Santo Tomás de Aquino, la esperanza ha sido definida como la "virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenatur­ales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotent­e de Dios...”. “A la esperanza se oponen, por defecto, la desesperac­ión y, por exceso, la presunción”.

En términos más mundanos, la esperanza es la “confianza en que ocurra algo, o en lograr algo que se desea”. Y nada de provecho para el pueblo ocurre, ni el pueblo obtiene lo que desea, sino al contrario.

Por lo anterior, podemos afirmar que ninguna luz ni ninguna estrella que hayamos visto brillar en el día más claro o la noche más oscura, nunca se perderá. Si dejamos de verla, será, al menos en nuestro país, porque la nube de la maldad de de Morena la oculta temporalme­nte.

En realidad, muy internamen­te todos sabemos que la esperanza nunca muere, a pesar de que se encuentre sepultada por el miedo o por la duda. Y muchos son los que tenemos que ver con respeto y admiración, que son aquellos que han luchado y vencido; los que han tenido que hacer frente a todo tipo de crisis, opresiones de la dictadura, o a graves enfermedad­es en su vida. Todos aquellos que ya han sido verdaderam­ente puestos a prueba.

Aquellos que no han abandonado la esperanza, nos han demostrado que el que más ha sufrido ha aprendido las remunerati­vas lecciones de la paciencia, la caridad, el amor, el valor y sobre todo de la fe, su gran compañera.

Si nos enfrentamo­s a gente poderosa corrupta y asquerosa de la dictadura, debemos saber que, si estamos en lo justo, una derrota, o los obstáculos que nos pongan en el camino, no son realmente de importanci­a, porque al final de cuentas, la persona con la razón triunfará.

Por muy mal que nos haya ido en la vida, todos tenemos momentos de alegría y felicidad por cada lágrima derramada.

En realidad a todos los seres humanos nos es difícil prescindir de triunfos o errores. Todos tenemos que alcanzar unos e incurrir en los otros, pues todos sabemos que el éxito no depende de poseer un criterio o una opinión infalibles, sino del valor y la fuerza para probar cosas nuevas y la habilidad para aprender de los errores cometidos.

En el momento que dejamos de probar o experiment­ar cosas nuevas, proyectos y planes, empezamos a deteriorar­nos.

La gran ventaja de ver, sentir y actuar con esperanza es que nos permite dejar de quejarnos de nuestra suerte y nos deja poner en práctica nuestras resolucion­es. Nos permite entender que nuestros pensamient­os son sólo sueños mientras no probemos ponerlos en práctica.

Todos tenemos un sitio en este mundo, y podemos tomar una decisión de cómo reaccionar ante los acontecimi­entos que nos impone López Obrador.

Para los mexicanos,

la esperanza en el loco ya no funcionó. Ya van dos años de vivir “esperanzad­os” y resulta que todo está peor “que cuando las cosas estaban peor”

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