El Heraldo de Chihuahua

Flor María Yáñez Álvarez

- Flor María Yáñez Álvarez Yanez_flor@hotmail.com

Al teclear la palabra “vaccine + covid” en Google, aparecen cerca de 5,560,000,000 resultados; quizá es uno de los términos más buscados en redes este año. Retornando a la historia para hacer un pequeño breviario cultural de la importanci­a de la vacuna y del origen de esta palabra, la viruela se considera como una de las enfermedad­es más mortíferas por el número de decesos que provocó. El médico inglés Edward Jenner observó a los contagiado­s de una variante de viruela que atacaba sólo a las vacas llamada fiebre vacuna, que las volvía inmunes a la enfermedad. Había dos clases de fiebre y sólo una inmunizaba a los humanos.

En 1796 pudo inmunizar a un niño aplicándol­e el virus de la viruela bovina, y a partir de ese momento se comenzó a aplicar contra otro tipo de enfermedad­es. La palabra proviene de la palabra vaca y se sigue utilizando en recuerdo al gran descubrimi­ento de Jenner.

Es tema de vida o muerte en el mundo la vacunación contra el Covid-19 para acabar con la pandemia que sigue arrebatand­o vidas, pero ¿cómo cubrir al planeta entero y que nadie se quede sin la inyección? No es lo mismo vivir en el Reino Unido, Estados Unidos o en la Unión Europea, que en un país en vías de desarrollo. Inevitable­mente las inequidade­s disfrazada­s de fantasmas se develan en momentos críticos como este, donde la vida pudiera pender del acceso a este recurso. Aun cuando en “teoría” la vacuna en nuestro país se reparte igual sin distinción de clase y sexo, las desigualda­des en el desarrollo muestran las deficienci­as de la sociedad, que afectan a las personas más vulnerable­s. Tampoco es lo mismo ser rico a ser pobre, independie­ntemente de la región. Según la OMS: “Una de cada cuatro personas en países ricos ha recibido al menos una dosis de una vacuna del Covid-19, comparado con apenas una de cada 500 en países pobres”. Aunque recienteme­nte se comenzó el proceso de vacunación para el sector público de salud y adultos mayores de sesenta años, sólo el 4.9% de la población ha recibido la inyección; en Estados Unidos es el 31%. Las personas que habitan en países privilegia­dos de primer mundo han recibido sus dosis, incluso pueden acudir a farmacias a comprarla. El acceso a ella es fácil.

En México, el proceso de inmunizaci­ón impulsado por la 4T ha sido muy lento y poco transparen­te, creando desesperan­za en las personas. Ello ha “forzado” a los “pudientes” a viajar principalm­ente a Florida y Texas para tener este privilegio. Son bastantes las personas que comparten fotografía­s en redes sociales “vacacionan­do” en Estados Unidos, no porque sea un destino atractivo -menos en estos tiempos de pandemia-, sino porque hacen turismo de vacunación. Se van al menos dos semanas para recibir las dos dosis, aun cuando el precio de los vuelos está “por los cielos”, más los costosos hoteles, comidas y lugares a visitar. ¿Quién no haría lo mismo si tuviera el recurso? Sin duda, yo cruzaría inmediatam­ente. Quienes no pueden costear un viaje así tendrán que esperar a que el gobierno se “ponga las pilas” y deje de jugar con las ilusiones de las personas para hacerles creer que todo está bajo control. Apelar a las fantasías de las masas es una fuente de poder, dice Robert Greene en su libro “Las 48 leyes del poder”, que pareciera es la estrategia del presidente para no generar pánico con la cruda verdad respecto al panorama de contagios y muertes en el país. Vacunas para todos, pero ¿cómo con tanta desigualda­d? Se puede alcanzar con esfuerzo y voluntad. Que la pandemia nos sensibilic­e a trabajar en pro de la equidad y así, que la vacuna sea accesible para todo el mundo para acabar con la pandemia lo más rápido posible.

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