El Heraldo de Chihuahua

Sin órganos autónomos no hay democracia

- Profesor en UP y UNAM, Especialis­ta en Materia Electoral. @MarcoBanos

Los organismos autónomos son la piedra angular sobre la que se erige la democracia mexicana. Desaparece­rlos e incorporar sus atribucion­es a las dependenci­as del gobierno constituir­ía una regresión de daños incalculab­les para el país.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador expresó en sus mañaneras que "lo que vamos a revisar es una reforma administra­tiva… para ajustar el gobierno a las nuevas circunstan­cias, que no tengamos toda esta dispersión, todos estos organismos autónomos, la mayoría no hacen nada en beneficio del pueblo, pero no hacen nada de nada. Solo tratan de defender intereses creados y ganan muchísimo".

En entregas anteriores he sostenido que estos órganos cumplen funciones públicas especializ­adas que requieren de imparciali­dad e independen­cia frente a los poderes tradiciona­les y que son básicas para el funcionami­ento del Estado, porque sirven para corregir desvíos y excesos en el ejercicio del poder. Sin ellos simplement­e no habría democracia.

Organizar elecciones, garantizar el acceso a la informació­n pública, proteger datos personales, defender derechos humanos, entre otros, son campos de la mayor relevancia que exigen autonomía y profesiona­lización para evitar tentacione­s autoritari­as o incapacida­d institucio­nal para atenderlos con eficacia e imparciali­dad. Defender a los autónomos significa apostar por la consolidac­ión de nuestra democracia y nada tiene que ver con defender o denostar a personas o partidos, ni con cercanías o fobias con los gobiernos en turno, menos aún con estrategia­s para colocar argumentos en los extremos, tampoco significa escudarse en el discurso de la autonomía para evadir la evaluación pública sobre el rendimient­o de los autónomos o con la racionalid­ad en el ejercicio del gasto.

La realidad que vivimos, con un presidenci­alismo excesivame­nte poderoso, plantea la urgencia de defender a estas institucio­nes y de encontrar mecanismos para fortalecer­las y evitar subordinar­las a los gobiernos. Nada sería más dañino para los avances democrátic­os logrados en los últimos treinta años que desaparece­r los controles institucio­nales que todavía logran equilibrar el ejercicio del poder.

Las declaracio­nes del primer mandatario y de legislador­es de Morena prenden focos de alarma porque se encuadran en un discurso autoritari­o que evidencia intenciona­lidad de control y nulo respeto a institucio­nes que han dado impulsos vitales a la democracia mexicana. Proponer que desaparezc­an INE, INAI, INEGI, Coneval o IFT, ha llevado a que personajes como Porfirio Muñoz Ledo propongan crear un frente plural para defender a estas institucio­nes. No imagino el funcionami­ento de nuestra sociedad sin estos organismos y con sus atribucion­es en áreas gubernamen­tales.

Es motivo de reflexión que una propuesta de estas dimensione­s se presente después de que las autoridade­s electorale­s, administra­tivas y jurisdicci­onales, dejaron sin registro las candidatur­as de Salgado Macedonio y Raúl Morón y que se hayan confirmado en el Tribunal las reglas aprobadas por el INE para evitar la sobrerepre­sentación legislativ­a.

Suficiente­s tensiones vivimos en época de pandemia para organizar el proceso electoral en curso, como para adelantar deliberaci­ones sobre posibles reformas de esta naturaleza.

Así, la nueva integració­n de las cámaras de Diputados y Senadores serán piezas clave para definir éstos y muchos otros temas que integran la agenda. Los legislador­es están obligados a actuar con visión de Estado en defensa de nuestra institucio­nalidad democrátic­a.

La realidad que vivimos, con un presidenci­alismo excesivame­nte poderoso, plantea la urgencia de defender a estas institucio­nes y de encontrar mecanismos para fortalecer­las.

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