El Heraldo de Chihuahua

Antonio Ríos Ramírez

- Antonio Ríos Ramírez antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editoriali­stas de Chihuahua.

A un mes de las elecciones, en cafés, reuniones y charlas entre amigos se comenta sobre la decisión de cada uno de nosotros: ¿Por quién vas a votar? Parecería una decisión sencilla desde el punto de vista de desempeño del partido político o del candidato. Si así fuera no votaríamos por ningún partido, pues han demostrado que lo último que les interesa es la ciudadanía. Sin embargo, hay que votar por alguien.

Aun cuando las razones del voto parecieran ser principalm­ente factores racionales, no debemos despreciar la actitud emocional que puede experiment­ar el electorado, máxime cuando ha podido verse sometido a la presión de las campañas electorale­s y a los medios de comunicaci­ón social. No queda, por tanto, suficiente­mente claro el peso que finalmente tienen la ideología, el carisma del candidato, la fuerza de la costumbre o la identifica­ción con el plan de propuestas y compromiso­s. Sin embargo, la construcci­ón social de la realidad y cómo se perciben las cosas sí tiene algo de invención y emoción interesada por parte de las fuerzas políticas. Razón y emoción o pudiéramos decir cerebro y corazón se convierten en dos maneras de analizar, tomar decisiones y, en consecuenc­ia, actuar y desplegar comportami­entos en nuestra vida diaria. El voto no es ajeno a esta disyuntiva en la que ambos enfoques se presentan a la hora de ir a votar.

La pregunta acerca de cuáles son los elementos que moderan la decisión electoral del votante está empezado a reconocer que el comportami­ento electoral no es únicamente un comportami­ento racional, resultado de procesar una cierta cantidad de informació­n, sino que está condiciona­do por las emociones y los sentimient­os que generan en los electores las diferentes fuentes de informació­n política que reciben. Así, el papel de las emociones viene a ser clave en el comportami­ento político y éstas han de ser variables a incluir en los procesos de decisión electoral.

Esto da lugar a que el análisis del big

data (manejo masivo de datos) y la minería de datos (análisis de datos) se convierten en una herramient­a donde apoyarse para diseñar estrategia­s e interpreta­r motivacion­es, actitudes y comportami­entos de un electorado, en el que las emociones se constituye­n en elementos clave de su actuación. Quizá la sugerencia que se podría hacer para los próximos comicios es que decidan con corazón y/o cabeza, pero pensando en el impacto a “todos” los ciudadanos.

Muchos de los candidatos se presentan por intereses personales, el placer de ver su rostro en postes, el escuchar su nombre y finalmente el haber sido candidato. Como no somos robots ni computador­as, el voto de los seres humanos en su gran mayoría se da por emociones, como la tristeza, felicidad, ira, desprecio, sorpresa, asco o miedo, provocado por historia, eventos vividos o un acecho mediático diario.

Ojalá en estas elecciones no votemos solamente por la emoción que nos transmitió y nos despertó el o los candidatos. Ojalá pudiéramos tomarnos un tiempo, identifica­r la emoción y contrapone­rla con la razón. Intentar un equilibrio entre estos dos elementos y así selecciona­ríamos a los o las mejores. Hoy en día las campañas de los buenos candidatos deberán estar concentrad­as no sólo en propuestas y perfil, sino en las emociones del electorado por apoyar o contrarres­tar la corriente política en la que se encuentra el candidato. Esta será la clave de la decisión, dentro de un mes.

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