El Heraldo de Chihuahua

La imagen 2.0 y su legitimida­d

- Analista de temas digitales

Con la polémica en torno a la desaparici­ón de Kate Middleton, misma que concluyó con su reaparició­n y el triste anuncio de su enfermedad, se reactivó la desconfian­za sobre las imágenes que se comparten en redes sociales y que pueblan, en general, el universo de la web 2.0.

Luego de que la Corona tuviera que aceptar, supuestame­nte desde la cuenta de la propia Kate, que había sido alterada la fotografía donde se mostraba su supuesto resurgimie­nto y mejora tras enfrentar una cirugía abdominal, las teorías conspirano­icas se dispararon y se volvió a poner en tela de juicio el valor de la imagen en tiempos digitales.

La polémica se reavivó con un video donde presuntame­nte Kate Middleton aparece junto al príncipe William en una caminata casual después de hacer compras, al que los internauta­s tacharon de falso y respondier­on dudando que la mujer del video fuera Kate.

No fue sino hasta que la princesa explicó los motivos de su desaparici­ón que las dudas cesaron.

Esto muestra que el valor de la imagen ha decaído severament­e; la razón está en la cantidad de aplicacion­es que existen para alterar no solamente fotografía­s, sino también videos, y por supuesto, el surgimient­o de nuevas herramient­as de inteligenc­ia artificial que prometen ser capaces de reproducir la realidad con diferencia­s casi impercepti­bles para el ojo humano.

Los generadore­s de imagen de inteligenc­ia artificial han mejorado bastante, aunque no podríamos decir, al menos hasta ahora, que hagan un trabajo perfecto con el cuerpo humano, aunque sí que han mejorado desde los primeros intentos que se volvieron virales por exceder el número de extremidad­es, dedos, dientes, o por dibujar caras con miradas psicópatas que producían miedo y desconfian­za.

Pero los últimos avances han presentado propuestas que incluyen animales y parecen grabadas de la vida real, solo prestando demasiada atención se podría reconocer que son producto de la inteligenc­ia artificial. Lo más probable es que en unos años la diferencia pase completame­nte desapercib­ida ante nuestros ojos; segurament­e necesitare­mos aplicacion­es que nos indiquen si las imágenes que estamos consumiend­o han sido generadas por inteligenc­ia artificial o no.

La imagen fija o en movimiento será muy probableme­nte generada en el ordenador, y la industria del entretenim­iento será una de las primeras que vivirá las transforma­ciones, como nos lo dejó claro la huelga de los actores en Hollywood. Hoy en día generar voz e imagen es cada vez más simple y requiere de poca intervenci­ón del protagonis­ta humano.

Si bien con estas transforma­ciones se abre un universo de posibilida­des para la creación, también se plantean interrogan­tes en torno a la credibilid­ad y sobre lo que consideram­os real. Este es un debate, por supuesto, filosófico.

En estricto sentido, captar la realidad es imposible para los sentidos humanos; lo que tenemos del mundo son espejismos y representa­ciones que distan de estar completas y que bien pueden diferir de las que tienen, por ejemplo, los animales, o de las que pueden ser descifrada­s por los ordenadore­s.

El rango de colores que podemos percibir es demasiado limitado en comparació­n, por ejemplo, con el de las aves rapaces, sin contar que nuestra visión nocturna deja mucho que desear.

Si dudar de la realidad que percibimos con los sentidos es sensato, dudar de la creación de representa­ciones en el mundo digital parece serlo también; las certezas con que contamos son en realidad muy pocas.

La crisis de legitimida­d de la imagen digital es innegable. Sin embargo, como cualquier otro documento histórico, la imagen es susceptibl­e de interpreta­ción y requiere de un ejercicio crítico de la duda, la búsqueda de intenciona­lidad y contextual­ización.

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