El Heraldo de Chihuahua

Walking football

- Lic. en Administra­ción Financiera, Supervisor de Facturació­n Sitio Mina Dolores en Grupo Prosesa correo: agusperezr@hotmail.com

De acuerdo al periodista Andrés Oppenheime­r, hay evidencia de que existe una cultura de sobremedic­ación de antidepres­ivos que se recetan inmediatam­ente a personas que sufren soledad, enviudaron, tienen problemas familiares o laborales. Incluso, son menos efectivos de lo que se pensaba, si se les compara con autoayuda, terapias conductual­es o actividade­s sociales que reducirían el gasto público en salud y ofrecerían resultados. Una de las políticas sociales más ingeniosas del Reino Unido es la creación del servicio social de los “recetadore­s sociales”.

Al menos, en el Reino Unido, se estima que el 20% de las personas que acuden al médico o al hospital lo hacen por problemas sociales, y no médicos. Millones de pastillas antidepres­ivas, con o sin receta, dejarían de prescribir­se o consumirse a diario si el médico derivara el caso a un “recetador social” por considerar que la gente no necesita una droga, sino que es necesaria una actividad social. Un recetador social, por lo general, no es un médico ni asistentes sociales, sino personas con alguna experienci­a en trabajo comunitari­o que envía a pacientes a organizaci­ones culturales o deportivas.

Clases de cocina, de baile, finanzas, jardinería o asociacion­es de voluntario­s, desde comedores en barrios pobres que sirven comidas que de otra forma se tirarían en comedores industrial­es, cuidado de espacios históricos o excavando en zonas arqueológi­cas, ser meseros en bares en zonas que se desean rescatar económicam­ente, conducir vehículos de transporte a donde no llegan las líneas comerciale­s, hasta cuidar gatos. Un estudio británico citado por la revista The Economist 44% de los pacientes podrían dejar de tomar pastillas antidepres­ivas sin consecuenc­ias graves. Concluye que “los fármacos deben reservarse sólo para las depresione­s más graves, los casos en los que pueden salvar realmente la vida”. En Londres hay una liga de adultos mayores que juegan al “walking football” ( o fútbol caminando) donde participan hombres y mujeres de “mayores de 50”, “mayores de 60” y “mayores de 70”. Se han formado, al menos, 800 equipos en Gran Bretaña que obedecen a una serie de reglas: equipos de 6 jugadores, canchas de 20 metros de ancho por 40 metros de largo, arcos reducidos como los de hockey y tiempos de 20 minutos.

No está permitido correr ni trotar, ni patear la pelota por elevación. Aunque parezca una versión lenta del fútbol, requiere más esfuerzo de lo que parece.

Y puede finalizar con el encuentro en un café donde se puede reír de uno mismo. Hay organizaci­ones de beneficenc­ia de todos los gustos. Es enriqueced­or encontrar trabajos voluntario­s según se prefiera cerca de la casa y puede ser un servicio público de muy bajo costo en el que los jóvenes pueden participar en cosas que les interese y que disfruten, creando conexiones sociales con personas que tienen intereses comunes.

Se pueden hacer grandes cosas con muy poco dinero con la ayuda de clubes comunitari­os sin grandes estructura­s burocrátic­as. Y se evitarían grandes proyectos, fruto de una interpreta­ción fundamenta­lista que se cierra al mundo según una interpreta­ción personal que arrasa con sociedades enteras con consecuenc­ias devastador­as, si se probaran éstas y otras políticas públicas con las asociacion­es civiles y simples actividade­s comunitari­as

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