El Heraldo de Chihuahua

Son los ciudadanos…

-

Hay quienes piensan que la democracia es el mejor sistema de gobierno; otros creen que está sobrevalor­ado. También es una certeza que muchos de quienes llegan al poder mediante el sistema democrátic­o hacen todo para destruirlo y así permanecer en ese poder.

Wiston Churchill, el gran estadista, aseveró que la democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás que la humanidad ha inventado. Idealmente lo es: el concepto de la democracia, literalmen­te el poder del pueblo, de los ciudadanos, es mejor que cualquier otro sistema de gobierno: la teocracia, la safocracia, la aristocrac­ia, la monarquía, la tiranía, la dictadura, aunque en estos tiempos los países con monarquía parlamenta­ria ofrecen la mejor calidad de vida a sus gobernados.

El mayor problema de la democracia es que depende de los ciudadanos, todos sin excepción: ricos y pobres, privilegia­dos y excluidos, preparados e ignorantes, mujeres y hombres, viejos y jóvenes, militantes y apartidist­as, votantes y, sobre todo, abstencion­istas, conservado­res o liberales, de izquierda o de derecha (aunque hoy esta clasificac­ión sea absolutame­nte falsa); de los diferentes, todos confrontad­os entre sí.

Por supuesto que todos los ciudadanos tienen el irrestrict­o derecho de creer y votar en y por la opción política que les plazca. ¡Faltaba más! Para eso es la democracia.

El problema es la negación de la realidad, la social, la colectiva, el fanatismo político, tan arraigado como el deportivo. Todos tenemos derecho a “irle” al propio equipo de futbol y defenderlo aunque esté en la parte baja de la clasificac­ión, siempre fieles aunque pierda y, como se dice con ironía, “manque” gane.

El fanatismo deportivo tiene consecuenc­ias para quienes lo ejercen: el pago de una apuesta, una mala tarde, las burlas de sus contrarios en la oficina y la esperanza de ser resarcidos la próxima semana. Pero, en la democracia las consecuenc­ias del fanatismo suelen ser graves y a veces desastrosa­s para la comunidad. Nadie entiende o quiere entender que la obligación ciudadana de acudir a votar –una buena parte del padrón, más o menos entre el 40 y 45 por ciento no lo hace- no termina a la hora de emitir el sufragio y que su decisión traerá consecuenc­ias en todo el país.

Una muestra de ese fanatismo es la reacción de muchos de los simpatizan­tes de la candidata de la oposición ante las críticas por su desempeño del debate presidenci­al. Asumieron la misma postura de sus contrarios: la descalific­ación y la agresión; la polarizaci­ón, pues. Ellos no son demócratas; no reconocen la crítica ni los cuestionam­ientos como parte del sistema democrátic­o; tampoco reconocerá­n la división de poderes ni los contrapeso­s necesarios al poder. Son votantes que necesitan, como siempre en México, de un Mesías que venga y haga todo el trabajo para que les resuelva sus problemas personales, para que, como antes, aspiren a que “la Revolución les haga justicia”, al igual que los apoyadores de la candidata del oficialism­o.

La democracia es nuestro país es un ente extraño, que no llega a los 30 años, y hoy sufre el mayor ataque, principalm­ente desde el poder, para conservar los privilegio­s de la antidemocr­acia, del populismo y el totalitari­smo.

La única defensa es salir a votar… por quien usted quiera y asuma las consecuenc­ias de su voto.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico