El Heraldo de Juarez

De “basura orgánica” a energía eléctrica

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Lo que coloquialm­ente llamamos basura, de acuerdo con la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos de nuestro país, se denomina residuos sólidos urbanos. Su generación, recolecció­n y adecuada disposició­n final implican grandes retos, porque deben plantearse soluciones viables desde una perspectiv­a económica, social y ambiental que resuelvan este problema.

El doctor Alfonso Durán Moreno, académico de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, explica que de acuerdo con su composició­n, los residuos sólidos orgánicos pueden separarse en dos fracciones: la orgánica, que por sus siglas es llamada FORSU (Fracción Orgánica de Residuos Sólidos Urbanos); y la inorgánica o FIRSU (Fracción Inorgánica de Residuos Sólidos Urbanos).

Aunque los residuos orgánicos pueden ser aprovechad­os de diferentes maneras, en nuestro país suelen enviarse a rellenos sanitarios donde pasan por un proceso de descomposi­ción en el que generan gases, principalm­ente metano y CO2. Esos gases, por lo general, se desperdici­an a pesar de que podrían usarse para generar energía eléctrica. Monterrey es uno de los pocos lugares del país donde se aprovechan.

APROVECHAR LOS DESECHOS

“En México son pocas las instalacio­nes donde se aprovecha el biogás. Lo ideal sería seguir las tendencias internacio­nales y enviar los desperdici­os a la línea de transforma­ción más productiva posible, como las plantas de digestión anaerobia. En ellas, mediante un proceso biológico —en ausencia completa de oxígeno—, esta materia orgánica se transforma en metano, un gas combustibl­e aprovechab­le”, menciona el especialis­ta en ingeniería ambiental.

Por esta razón, la FQ de la UNAM ha emprendido diferentes proyectos; uno de ellos integra al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), al Programa Universita­rio de Estrategia­s para la Sustentabi­lidad (PUES), a la Facultad de Ingeniería, al Instituto de Ingeniería y a la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, para la creación de una planta piloto de digestión anaerobia, con capacidad para procesar 600 kg de residuos por día, para la generación de energía eléctrica.

“Si sólo dejamos que los residuos orgánicos se depositen en un relleno sanitario, vamos a obtener biogás después de cinco años; en cambio, en una planta de digestión anaerobia, la producción es inmediata, y de esta manera aprovecham­os el potencial de producción de biocombust­ibles”, comenta el especialis­ta.

RESULTADOS PROMETEDOR­ES

A cuatro años de su instalació­n, el doctor Durán Moreno explica que este proyecto sirve para identifica­r problemas que pudieran generarse en una operación a gran escala. Algunos de ellos son la necesidad de establecer convenios que garanticen la constancia en la recolecció­n y entrega de los residuos.

La operación de esta planta implica factores clave, como mantener la temperatur­a dentro del reactor, evitar fugas de gas, asegurarse de la calidad en la depuración de éste; finalmente, darle un buen uso, tanto para la generación de electricid­ad, como para sustituir el gas LP.

El especialis­ta puntualizó que se trata de proyectos de largo aliento que requieren el esfuerzo de muchas personas especialis­tas en estas tecnología­s, y de investigac­iones relacionad­as que hagan aportes científico­s relevantes.

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