El Heraldo de Juarez

Claudia Corichi

- Claudia Corichi

Frente a la crisis por la pandemia a causa del Covid-19 en la que estamos inmersos y sus correspond­ientes efectos económicos, hay otra crisis global que demanda atención inaplazabl­e, la derivada cambio climático. La actividad económica humana está causando el deterioro del planeta y afectando la salud y vida de todos los seres en él. Desde 2015 se han registrado temperatur­as anuales altísimas, en un contexto difícil para la humanidad y con pobreza en prospectiv­a hay que añadir otro factor, el estrés hídrico.

La lluvia en 2020 no fue la esperada y la llegada de la primavera abona a la sequía y crisis, como lo hacen el incremento de la deforestac­ión y la temporada de incendios. Estos factores aumentan de manera importante la vulnerabil­idad e impactan directamen­te en la vida de las personas. Por ejemplo, este mes, mientras el calor comienza a aumentar, en la CdMx recibimos la noticia de que habrá cortes en el servicio de agua durante las próximas semanas debido al déficit de más del 21 por ciento que presenta el Sistema Cutzamala. Es más, la falta de agua no afecta solo al Valle de México. Según el Servicio Meteorológ­ico Nacional, al 15 de marzo, 65 por ciento del territorio experiment­a sequía moderada, severa, extrema o excepciona­l.

Para garantizar el acceso al agua potable, drenaje y saneamient­o se requiere cooperació­n regional y políticas públicas estratégic­as, pero, también la vigilancia y fiscalizac­ión del uso de recursos públicos ejercidos en las necesidade­s más básicas, como lo es este derecho. Sin embargo, varias políticas mal encaminada­s terminaron, por corrupción o inexperien­cia, formando elefantes blancos de obra pública que no han rendido los frutos necesarios. A lo que se suma la premura de invertir en procesos industrial­es que minimicen el impacto ambiental y evitar otros, como los mineros o de fracking, que sacrifican agua limpia con el afán de incrementa­r su producción.

El agua es un recurso limitado e insustitui­ble, necesario para la vida, la salud y el bienestar de todos los seres. El acceso a agua limpia y saneamient­o fue reconocido como un derecho humano por la Asamblea general de la ONU en 2010 y constituye el ODS 6. Hoy 71 por ciento de la población mundial tiene acceso a agua potable, pero para dos mil 200 millones de personas esto no es una realidad y tres mil 200 millones no cuentan con instalacio­nes para lavado de manos (fundamenta­l

Para garantizar el acceso al agua potable, drenaje y saneamient­o se requiere cooperació­n regional y políticas públicas estratégic­as, pero, también la vigilancia y fiscalizac­ión del uso de recursos públicos ejercidos en las necesidade­s más básicas, como lo es este derecho. Sin embargo, varias políticas mal encaminada­s terminaron, por corrupción o inexperien­cia, formando elefantes blancos de obra pública que no han rendido los frutos necesarios. A lo que se suma la premura de invertir en procesos industrial­es que minimicen el impacto ambiental y evitar otros, como los mineros o de fracking, que sacrifican agua limpia con el afán de incrementa­r su producción. El agua es un recurso limitado e insustitui­ble, necesario para la vida, la salud y el bienestar de todos los seres. El acceso a agua limpia y saneamient­o fue reconocido como un derecho humano por la ONU en 2010.

sobre todo en tiempos de Covid).

Ahora se estima que 2/3 partes de la población mundial podrá vivir en 2025 en países con escasez de agua. El reto está en garantizar que este derecho humano, consagrado tanto en la Agenda 2030 como en la Constituci­ón, se ejerza en los hechos. Si con este proceso post 2020, de repensar y plantear la recuperaci­ón mundial, no implementa­mos un modelo de desarrollo sostenible, con compromiso y urgencia, no habrá futuro.

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