El Heraldo de Leon

`Hablan de beneficio ... no para nosotros'

- MARIANA MORALES

PALENQUE.- Un pueblo partido en dos, sin clínica de salud, con niños tomando clases en una casa y con decenas de pobladores sin una indemnizac­ión por sus terrenos es el saldo del paso del Tren Maya por el ejido Guadalupe, una pequeña comunidad cercana a Palenque.

“Hablan de mucho beneficio, y sí los va a tener, pero para nosotros no, a nosotros qué beneficio nos puede traer, nosotros quedamos aislados”, lamenta Gregori Méndez, un carpintero que dice que desde que el Tren Maya llegó, la salud de su padre empeoró.

Las vías partieron en dos al pueblo; ahora, para unirlo, se construye un enorme puente vehicular, aunque sus habitantes no usen carro y anden a caballo, además de un paso peatonal que en vez de unir separa más a la población.

“Nos dividió en cuatro el tren”, agrega Gregori Méndez.

El hombre teme que los autos que circularán por el puente vehicular, que se construyó frente a su vivienda, caigan en su patio.

“Los ingenieros, pagaron a su antojo por nuestra tierra (que se compró para ampliar las vías del tren) a 13 pesos el metro cuadrado”, reprocha.

Y es que, según los testimonio­s, quienes viven a un costado de las vías, aún padecen los estragos de la compra barata de sus casas y tierras.

“Me deben 30 mil pesos, ya me dieron 40 por mi casa, ahora vivo en otra casita, que no me la dio el Tren Maya, me la dio el Ayuntamien­to. Si no me la terminan de pagar, no la voy a tirar porque la puedo volver a componer aunque ya le quité la lámina para ponerla donde ahora vivo”, dice María Antonia Vázquez Sánchez, una ama de casa que vive con su esposo.

Ambos lamentan que en el futuro ya no podrán visitar a sus vecinos que quedaron al otro lado de la vía porque subir la rampa del puente les agotará por su avanza edad.

“Todo el ejido está inconforme (con el puente)”, dice molesta María Antonia, al tiempo que señala una estaca enterrada a la orilla de su antigua casa.

“De aquí para allá es del Tren, y de aquí para allá es mío, esa seña (la estaca) los ingenieros la pusieron”, expone.

El ejido Guadalupe está conformado por más de 100 personas; algunas trabajan en las plantacion­es de hule y palma de aceite de alrededor. Fue fundado hace casi 35 años, y al paso del tiempo, pasó un tren de carga, que años después dejó de funcionar, cuyas vías férreas que quedaron son aprovechad­as para el Tren Maya.

“Nos dijeron que quienes estábamos cerca de esa vía nos darían una vivienda, una cocina, o si estaba quebrada tu casa por el movimiento del Tren Maya, en este caso mi casa se cuarteo, pero hasta ahorita no he visto nada de eso”, dice Bartolo, otro campesino cuya tierra se la compraron en 32 pesos el metro cuadrado.

Pero no sólo eso. Las niñas y los niños tienen que tomar clases en una casa particular porque los salones del único preescolar del pueblo fueron usados como bodega de construcci­ón y las dos aulas que prometió Fonatur a través de la constructo­ra aún no están listas.

Además, ahora tampoco tienen servicios de salud, porque si bien con la llegada del proyecto se construyó una clínica, ésta todavía no da servicio, y la clínica vieja dejó de funcionar.

“Fue el 15 de septiembre cuando sentí un calor en mi cuerpo, mi hijo me tuvo que sacarme en carretilla para buscar un doctor, pero tuvo que caminar más para salir de casa, y de este ejido, porque quedamos encerrados”, cuenta Dolores Mendoza.

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Bartolo, un campesino del ejido de Guadalupe, muestra el puente vehicular que construyer­on en su comunidad.
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Antonia Vázquez Sánchez y su esposo Carlos Antonio Magaña en su antigua casa, que será demolida.

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