Plasma un retrato de sobrevivencia
Leila Guerriero se adentra en la biografía de Silvia Labayru La llamada ofrece un minucioso perfil de la ex militante de Montoneros
Embarazada de cinco meses, Silvia Labayru cargaba una pistola en el pantalón y una pastilla de cianuro en el bolso. Tenía entonces 20 años.
“Eso era ella”, afirma Leila Guerriero (Junín, 1967) sobre el pasado incendiario de la ex militante de Montoneros, grupo armado de extracción peronista en la Argentina previa al golpe de Estado con que iniciara la dictadura militar en 1976.
Una historia que la periodista y escritora encuentra “impresionante” y que vierte en un minucioso retrato, La llamada (Anagrama), libro emanado de encuentros que sostuvo con ella a lo largo de casi dos años, así como con sus amigos, familiares y compañeros de lucha.
“Ella era militante de un grupo de izquierda armada, y todo lo que le pasó, sus padecimientos, su sufrimiento, el estigma de sobreviviente. Hay muchos temas universales que están atravesados por la historia”, agrega la también editora y reconocida cronista.
Guerriero no deja ningún cabo suelto. Comienza por mostrar cómo la hija proyanqui de un miembro de la Fuerza Aérea y piloto civil se convirtió en una aguerrida militante luego de entrar en contacto con agrupaciones estudiantiles de izquierda en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Para cuando tenía 20 años, ya integraba el sector de Inteligencia de Montoneros.
A finales de diciembre de 1976, con esos cinco meses de embarazo encima y ya determinada a abandonar la militancia, Labayru fue secuestrada. En la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), centro clandestino de detención, sufrió torturas y violaciones sistemáticas.
“Silvia fue asignada por (Jorge) ‘El Tigre’ Acosta, que era el jefe de la parte clandestina de la ESMA, a una especie de proceso de rehabilitación, de ‘desmontonerización’, muy perverso, y para hacer eso tenía que dejarse violar por un oficial de la Marina que le habían asignado”, cuenta Guerriero.
De ahí que Labayru, hoy de 67 años, figurara entre las denunciantes durante el primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos en la ESMA, realizado en 2014. Un relevante aspecto que vincula su historia con algunas preocupaciones actuales.
“En los años 70, 80, 90, este juicio que pasó Silvia con otras dos mujeres hubiera sido imposible. Todas esas cuestiones que ahora tenemos resueltas, o más o menos resueltas, se hubieran vuelto en su contra; hubiera sido una sospechosa de haber consentido, entre comillas, de muchas maneras. Que fue un poco lo que la estigmatizó al salir del cautiverio.
“Ahora sobre todas esas cosas hay otra mirada, y creo que son conceptos que se discuten, se siguen discutiendo, y me parece que también por ahí el libro engancha con la contemporaneidad, con temas que estamos teniendo muy en la palestra”, opina la también autora de títulos como Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños y Zona de obras.
Año y medio permaneció secuestrada Labayru en la ESMA. Además de dar a luz a su hija sobre una mesa, los militares la obligaron a representar el papel de la hermana de Alfredo Astiz, quien se infiltró en la organización Madres de Plaza de Mayo en un operativo que terminó con tres madres y dos monjas francesas desaparecidas.
Por ello, durante su posterior exilio en Madrid, en lugar de un cálido recibimiento por parte de otros compañeros de militancia, se encontró más bien con el repudio de quienes, suspicaces por una posible traición, cuestionaban: “¿Qué hiciste para sobrevivir? ¿Por qué no te mataron?”. Y esto sorprendió fuertemente a Guerriero.
“Se me apareció no sólo como la sorpresa de esa pregunta, que es una pregunta muy acusatoria, porque si vos le preguntás a alguien: ‘¿Por qué no te mataron?’, es porque estás pensando que alguna negociación espuria habrá hecho, sino también la potencia con que esa pregunta se aposentó sobre la vida de Silvia, en este caso, y terminó arruinando muchas cosas”, expone la periodista.
Recién lanzado en enero de este año, La llamada, que narra la compleja historia de supervivencia de Labayru a lo largo de 430 páginas, ya va en su cuarta edición.
“En España fue bastante fulminante porque salió el jueves 17 de enero, y al martes siguiente ya estaban reeditando el libro, y cinco días después otra reedición. Fue bastante impactante”, destaca Guerriero, quien a pesar de tal recepción a su trabajo y el reconocimiento de los lectores que la siguen no se asume como una autora masiva.
“La memoria es la memoria en todas partes. La negación es la negación en todas partes. Los sobrevivientes son los sobrevivientes en todas partes. Y yo supongo que la historia de Silvia Labayru toca muchas de esas fibras”, agrega la periodista argentina.