Una historia contra la negación actual
Leila Guerriero era una niña en aquellos días de desapariciones por parte del Estado y de violentos atentados de una izquierda que reivindicaba las operaciones armadas, pero recuerda “el temor se sentía”.
Hija de un matrimonio antimilitar y antidictadura sin militancia alguna, vivía en un pueblo pequeño a 250 kilómetros de Buenos Aires. El hermano de su padre estudiaba ingeniería mecánica en La Plata, una ciudad muy arrasada en medio de la dictadura y esa lucha armada como modo de hacer política.
“Los viajes que hacíamos por el interior del país con mis padres y con mi hermano eran viajes en los que, cada vez que había un retén militar, había un momento de temor; era muy intimidante. Y las conversaciones de los adultos estaban muy resguardadas”, rememora. “La violencia no llegó a mi casa bajo la forma de la violencia armada (...) pero estaba el temor permanente”.
Años que los conservadores buscan “reivindicar”.
Guerriero explica en su nuevo libro, La llamada, que las críticas a los grupos armados de aquella época son patrimonio de una derecha que reclama que, así como se juzgó y se juzga a los militares por delitos de lesa humanidad, se juzgue a quienes formaron parte de esas agrupaciones, equiparando así el terrorismo de Estado con el accionar de las guerrillas.
“Me da cierto beneplácito, digamos, ver cómo, qué sé yo, colegas jóvenes, escritoras y escritores jóvenes, gente que conozco y que no tanto, me escriben acerca del libro con conmoción. No sé, como que encuentran una mirada distinta, encuentran una mirada más fresca, más desprejuiciada, digamos, en la lectura que hacen de aquellos años”, apunta la periodista.
Curiosamente, hasta el momento en que el libro estuvo listo, en marzo de 2023, no estaba presente la discusión sobre la actual tendencia negacionista del terrorismo de Estado en Argentina, y una figura como la de Javier Milei, el hoy polémico Presidente de dicha nación, no parecía si quiera una posibilidad.
“Que sea una lectura ahora que, de algún modo, aporte a una conversación que recuerde lo que pasó es completamente un efecto colateral, creo que virtuoso.
“Todo este discurso reivindicativo, diría yo, del Gobierno acerca de que no fue un terrorismo de Estado, sino una guerra, todos los consensos a los que parecíamos haber llegado parecen estar puestos en cuestión, y, avalado desde el poder, este discurso parece haber pregnado en gran parte de la población”, reconoce Guerriero.
“De todas maneras, me parece que todo el trabajo que se ha hecho desde el regreso de la democracia hasta acá con la memoria, lo que han hecho organismos de derechos humanos, lo que han hecho distintas personas (...) no se va a borrar de un día para otro”.