El Heraldo de Mexico

EL SALVADOR DECIDIÓ: LA SEGURIDAD CON POCA DEMOCRACIA

Las elecciones carecieron de condicione­s de equidad, que fueron toleradas por una autoridad electoral tibia e incapaz de impedir su sometimien­to al gobierno

- HÉCTOR DÍAZ SANTANA / COLABORADO­R / @HDIAZS

“El Salvador dejó de ser uno de los países más peligrosos del mundo y sus cifras indican que ahora es una de las naciones más seguras de la región”.

El domingo pasado se realizaron elecciones en El Salvador, el resultado fue un arrollador triunfo de Nayib Bukele, los datos extraofici­ales indican que obtuvo más de 80 por ciento de los votos. Esa popularida­d no es común en otros países y solo se da en gobiernos autoritari­os que no aceptan la pluralidad política. Los activos de Bukele se construyer­on sobre la base de la seguridad pública, obras vistosas y en una comunicaci­ón digital efectiva. En el primero de los casos, armó a las fuerzas de seguridad y les otorgó el mando para actuar con severidad en contra de las pandillas, en meses detuvieron a 70 mil.

Esta medida se acompañó con un régimen de excepción que puede realizar acciones de investigac­ión policial, como pueden ser las intervenci­ones telefónica­s o cateos, sin orden judicial. El Salvador dejó de ser uno de los países más peligrosos del mundo y sus cifras indican que ahora es uno de los más seguros de la región. En lo que refiere a infraestru­ctura, hizo diversas obras, no muchas, que dan una sensación de progreso y modernidad, algunas fueron pagadas por el gobierno chino. Bukele además tiene una comunicaci­ón constante y efectiva que lo hacen muy popular, es un experto en el manejo de redes digitales.

La contraried­ad de Bukele se manifiesta en la forma de ejercer el gobierno. En el pasado era miembro del partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, al que renuncia y crea su partido político Nuevas Ideas, quienes en 2021 ganan la mayoría parlamenta­ria. El partido ese mismo año destituye a los jueces de la Sala Constituci­onal y posteriorm­ente al Fiscal General del Estado, ya sin equilibrio­s promueve un recurso judicial que lo habilita para ser candidato a la presidenci­a, aunque existe una prohibició­n expresa en la Constituci­ón para reelegirse.

Además, realizan una reforma bajando de 84 a 60 los diputados del Congreso y establecen un mecanismo de elección que les favorece. Con el control total del Estado no permite críticas, innumerabl­es periodista­s, intelectua­les y activistas han denunciado que recibieron amenazas lo que ocasionó que salieran del país o prefiriera­n callar por miedo a represalia­s. Los opositores políticos de Bukele unos están perseguido­s por corrupción, otros callados y algunos encarcelad­os.

Las elecciones en El Salvador carecieron de condicione­s de equidad, que fueron toleradas por una autoridad electoral tibia e incapaz de impedir su sometimien­to al gobierno. A los débiles partidos políticos de oposición no se les dieron los espacios públicos en televisión y radio a los que tenían derecho para hacer campañas, tampoco se les entregó el financiami­ento público para sus gastos, en el país no tenían publicidad y ni siquiera pudieron pagar a sus representa­ntes, no tuvieron presencia en miles de casillas.

Por el contrario, los spots que promociona­ban las obras públicas del gobierno eran intensos, incluso en periodos prohibidos por la ley y los recursos que gastaron el día de las elecciones fueron abundantes, denotaban una presencia avasallado­ra. Si bien es cierto que la oposición está desprestig­iada y desarticul­ada, no se entiende el porqué del oficialism­o, a sabiendas que ganaría con amplio margen, su obsesión fue hacerlo de forma contundent­e, aunque existieran multiplici­dad de irregulari­dades.

Ya Bukele anunció que su partido ganó 58 de los 60 diputados del Congreso. El Salvador se ha convertido en poco tiempo en un sistema de carácter hegemónico. Existe una crisis global en los valores democrátic­os, en El Salvador se comprobó que la mayoría prefiere sacrificar sus libertades y derechos políticos a cambio de seguridad y paz pública. Usted, amable lector, si en México se le presentara la oportunida­d de acabar con la insegurida­d pública a cambio de tener un gobierno autoritari­o, ¿qué haría?

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