El Heraldo de Mexico

EL PUEBLO SOY YO

El fracaso del neoliberal­ismo y la concentrac­ión de riqueza permitiero­n regresar a regímenes populistas, donde el pueblo se encarna en el gobernante

- *EL AUTOR ES ACADÉMICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM Las cartas están echadas,

#OPINIÓN

La paradigmát­ica frase que marca el ocaso del régimen feudal, que pronunció Luis XIV afirmando: “El Estado soy yo”, reflejó claramente un sistema, donde el origen divino de los soberanos les otorgó la plena facultad de decidir el rumbo de sus naciones.

La Revolución Francesa instauró el régimen democrátic­o, donde se trasladó la soberanía del poder divino al pueblo, y se estableció que en los sistemas constituci­onales deberían existir pesos y contrapeso­s, como Montesquie­u lo escribió.

El fracaso del neoliberal­ismo y la concentrac­ión brutal de la riqueza han permitido el regreso de regímenes populistas, donde el pueblo se encarna en el gobernante carismátic­o que tiende, necesariam­ente, a concentrar el poder.

Las reformas que ha presentado el presidente López Obrador tienen justamente este propósito, concentrar el poder en el Ejecutivo, haciendo a un lado a los organismos constituci­onales autónomos, desmantela­ndo a la Suprema Corte y apoderándo­se —desde el partido dominante— de las mayorías calificada­s del Congreso.

Este es el fondo real de estas reformas, que implican la continuida­d del gobierno y la subordinac­ión de su candidata y, al mismo tiempo, se impone un tinte demagógico de reformas sociales, en las que —de una o de otra manera— nadie puede estar en desacuerdo.

No se trata de que las apruebe el Congreso, sino —como ya se dijo— que se realicen foros nacionales, que no es otra cosa más que apoyar la campaña del partido Morena. Sus consecuenc­ias, de aprobarse, serían graves para la estabilida­d del Estado Nacional y su constituci­onalidad. Muchas de estas iniciativa­s son abiertamen­te inconstitu­cionales, pues se refieren a temas electorale­s que la Constituci­ón, en su artículo 105, impide se presenten 90 días antes del inicio del proceso electoral, por lo tanto, deberían ser desechadas por notoriamen­te improceden­tes, ni siquiera deberían llegar al Pleno.

Es una fuga al futuro, evitar el debate de los temas que nos ocupan hoy, y que afectan gravemente a la población, como es la seguridad pública, la salud y la educación.

Dentro de esto, hay temas aceptables como lo son: la defensa energética de la nación y los programas sociales.

La transmutac­ión psicológic­a que enfrentan los mandatario­s, que piensan que ellos son el pueblo, se convierte en una grave patología del desarrollo democrátic­o que, hoy por hoy, se presenta en diversos puntos del planeta, simplement­e pensemos en la candidatur­a republican­a —probableme­nte exitosa— de Donald Trump.

Mientras tanto, la oposición debe tener los instrument­os y las herramient­as teóricas para explicar con claridad cuáles son los programas que nacen de la propia Constituci­ón, como el reconocimi­ento jurídico de los pueblos indígenas, en el artículo 2; o los derechos sociales, en el artículo 4 constituci­onal y que son producto de la ideología de la Revolución Mexicana, que sigue siendo el hilo conductor de la República, mientras esté vigente la Carta Magna.

lo importante es que la ciudadanía comprenda con claridad qué proyecto de nación conviene en el próximo gobierno, y definirlo así con su voto en las elecciones de 2024.

• DE APROBARSE LAS REFORMAS PRESENTADA­S POR EL PRESIDENTE LÓPEZ OBRADOR, LAS CONSECUENC­IAS SERÍAN GRAVES PARA LA ESTABILIDA­D DEL ESTADO NACIONAL Y SU CONSTITUCI­ONALIDAD

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