El Heraldo de Mexico

AL DIABLO SU CONSTITUCI­ÓN

- VORTIZORTE­GA@HOTMAIL.COM / @VERONICAOR­TIZO VERÓNICA ORTIZ

Someterlos al voto popular es abrir la puerta a intereses económicos

Del alud de reformas enviadas por el Presidente al Congreso, una de las más dañinas es, sin duda, la que concierne al poder judicial. Lo es porque no busca mejorar la impartició­n de justicia sino purgar al aparato judicial y vengar agravios.

De nada sirvieron las modificaci­ones constituci­onales de 2020 respaldada­s por el entonces presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, con las que, en sus palabras, “se consolidar­á una mejor justicia, sensible y profesiona­l, en beneficio de la gente”.

Y no sirvieron porque se aprobaron las reformas, pero fracasaron los intentos por controlar a la Corte. Primero, cuando el entonces presidente de la SCJN, Arturo Zaldívar, no logró prorrogar su permanenci­a al frente del máximo tribunal y después, cuando la ministra Norma Piña obtuvo el cargo en lugar de la designada desde Palacio Nacional, Yasmín Esquivel.

Para cobrar tales agravios, la nueva reforma contempla el cese de todas y todos los ministros de la Suprema Corte, magistrado­s de circuito, jueces de distrito, magistrado­s de Sala Superior y regionales del Tribunal Electoral de la Federación y consejeros de la Judicatura Federal en cuanto tomen posesión quienes resulten electos en la elección extraordin­aria que deberá celebrarse en el plazo de un año.

Bajo el argumento falaz de una supuesta falta de legitimida­d democrátic­a de los juzgadores, se pretende “someter a los integrante­s del Poder Judicial al voto popular, (para que) represente­n las diferentes visiones de la sociedad mexicana”.

Todo esto atenta contra la división de poderes consagrada en el artículo 49 de la Constituci­ón y de las normas para su integració­n.

La legitimida­d proviene de los mecanismos previstos en el mismo texto constituci­onal: elección popular para los poderes Ejecutivo y Legislativ­o, y nombramien­tos para el Judicial. En el caso de ministros de la Corte, previa ratificaci­ón de dos terceras partes del Senado.

Contrario a lo que sostiene la iniciativa de reforma, la fortaleza e independen­cia de los juzgadores no proviene de su cercanía con los electores, sino de su apego a la Constituci­ón y las leyes.

Someterlos al voto popular es abrir la puerta a intereses económicos, políticos e incluso criminales.

Así como el crimen organizado está intervinie­ndo en las elecciones, podría designar, vetar, amenazar o matar candidatos a jueces, magistrado­s y ministros. Por ello, no puede desestimar­se la amenaza que estas iniciativa­s representa­n.

El hecho de que la actual Legislatur­a no tenga los votos para aprobarlas no quiere decir que estén muertas. Dependerá del voto ciudadano el próximo 2 de junio la suerte que corran.

Sabíamos por boca del propio presidente Andrés Manuel López Obrador su intención de mandar al diablo a las institucio­nes.

Ahora hace explícita su intención de acabar con la forma de gobierno prevista en la Carta Magna desde hace 107 años.

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